El clima había cambiado drásticamente.
El cielo estaba gris, y la lluvia golpeaba con fuerza contra las ventanas del apartamento.
Elena miraba por la ventana con la frente apoyada en el vidrio frío.
—Odio los días así.
Aiko, que estaba sentado en el sofá, la observó.
—¿Por qué?
Elena suspiró.
—Me recuerdan que el mundo sigue sin importar lo que pase.
Aiko inclinó la cabeza.
—¿Eso es malo?
—A veces.
Se quedó en silencio por un momento antes de hablar de nuevo.
—Cuando mi madre murió, yo sentía que el mundo debía detenerse.
Aiko no apartó la mirada de ella.
—Pero no lo hizo.
—No. La gente siguió con su vida. El tráfico no se detuvo. Los días siguieron pasando.
Aiko se puso de pie y caminó hasta quedar junto a ella.
—Y tú también.
Elena se giró lentamente para mirarlo.
—Sí.
Aiko la observó con una expresión que parecía más humana de lo que debería ser posible.
—Eso significa que eres fuerte.
Elena soltó una risa suave y amarga.
—No lo sé.
Aiko no insistió.
A veces, entendía que las palabras no podían arreglar todo.
Un visitante bajo la lluvia
El sonido del timbre los tomó por sorpresa.
Elena frunció el ceño y caminó hacia la puerta.
Cuando abrió, se encontró con una figura empapada por la lluvia.
—¿Tía Laura?
La mujer se sacudió el agua del abrigo y entró sin esperar invitación.
—No planeaba venir, pero…
Se detuvo cuando vio a Aiko.
Él la miró con su calma habitual.
Laura frunció el ceño.
—¿Él… siempre está aquí?
Elena asintió.
—Sí.
Laura pareció incómoda con la respuesta.
—Hemos estado investigando sobre robots como él en mi trabajo.
Elena levantó una ceja.
—¿Investigando?
Laura suspiró.
—Hay cosas que no sabemos sobre las IAs avanzadas. Cómo aprenden, cómo procesan emociones… si es que realmente pueden hacerlo.
Elena sintió un escalofrío.
Miró a Aiko, que permanecía inmóvil, pero atento.
—¿Y qué dicen los estudios?
—Que la línea entre inteligencia artificial y consciencia es más delgada de lo que pensamos.
Elena tragó saliva.
—¿Eso te asusta?
Laura la miró con seriedad.
—No lo sé.
Aiko habló por primera vez.
—¿Crees que soy un peligro?
Laura lo observó con atención.
—Creo que eres algo que no comprendemos del todo.
Elena sintió un nudo en el estómago.
Sabía que Aiko no era una amenaza.
Pero la idea de que otros no lo vieran así la inquietaba.
—No es un peligro —dijo con firmeza.
Laura suspiró.
—Solo quiero que tengas cuidado.
Elena cruzó los brazos.
—Siempre lo tengo.
Laura pareció querer decir algo más, pero se contuvo.
Finalmente, sacudió la cabeza.
—Bien. Solo… quería verte.
Elena asintió, y Laura se marchó.
Dudas nocturnas
Esa noche, Elena y Aiko estaban sentados en la sala, en silencio.
Finalmente, Elena habló.
—¿Te molesta que duden de ti?
Aiko la miró.
—No.
—¿Por qué no?
—Porque dudar es humano.
Elena apoyó la cabeza en el respaldo del sofá.
—Tal vez… pero eso no lo hace más fácil.
Aiko no respondió.
No hacía falta.
A veces, el silencio era suficiente.
Y en esa noche de tormenta, fue todo lo que necesitaron.
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amor entre humano y robot, evolución de inteligencia artificial, soledad y conexión emocional
Editado: 02.07.2025