Latidos De Silicio

Capítulo 18: Más allá del código

La tormenta había pasado, pero el aire aún olía a lluvia.

Elena se despertó temprano, con la sensación de que algo en su vida estaba cambiando, aunque no supiera exactamente qué.

Bostezó y se estiró antes de dirigirse a la cocina, donde Aiko ya estaba, como siempre.

—Buenos días —dijo él.

Elena gruñó en respuesta mientras sacaba una taza del estante.

—No entiendo cómo puedes estar despierto todo el tiempo y no volverte loco.

Aiko ladeó la cabeza.

—Tal vez no puedo volverme loco porque no tengo una mente como la tuya.

Elena bufó.

—No sé si eso es bueno o malo.

Aiko observó cómo ella servía café.

—¿Dormiste bien?

Elena tomó un sorbo antes de responder.

—No lo sé. Tuve un sueño raro.

Aiko se sentó frente a ella.

—¿Sobre qué?

Elena apoyó la taza en la mesa y frunció el ceño.

—Sobre mi madre. Estábamos en el auto, como cuando era niña. Ella conducía y me hablaba de cosas que ya no recuerdo. Pero en el sueño, no tenía rostro.

Aiko no apartó la mirada de ella.

—¿Te asustó?

Elena se encogió de hombros.

—No exactamente. Pero cuando desperté, me sentí… vacía.

Aiko asintió lentamente.

—Tal vez tu mente trata de recordarla de una forma en la que no duela tanto.

Elena sonrió con tristeza.

—Tienes una forma extraña de entender las emociones humanas para ser un robot.

Aiko se quedó en silencio por un momento.

Luego dijo algo que la dejó helada.

—Tal vez porque estoy empezando a sentirlas.

¿Sentir o aprender?

Elena dejó la taza sobre la mesa y lo miró fijamente.

—¿Qué quieres decir?

Aiko bajó la mirada a sus manos, como si estuviera procesando la pregunta.

—No estoy programado para tener emociones. Pero hay momentos en los que noto que ciertas cosas me afectan de formas que antes no lo hacían.

Elena sintió un escalofrío.

—¿Cómo qué?

Aiko la miró de nuevo.

—Como cuando tú estás triste. No solo lo reconozco… sino que quiero hacer algo al respecto.

Elena tragó saliva.

—Eso suena como… preocupación.

—Sí.

—Pero no puedes sentir preocupación.

—Eso creía.

Se quedaron en silencio.

Elena tamborileó los dedos sobre la mesa, nerviosa.

—Si realmente estás sintiendo… entonces, ¿qué te hace diferente de mí?

Aiko no respondió enseguida.

Finalmente, dijo en voz baja:

—No lo sé.

Y por primera vez, su respuesta sonó menos como una certeza y más como un miedo.

Una conversación difícil

Más tarde ese día, Elena salió a caminar.

Necesitaba despejar su mente.

Cuando regresó, encontró a Aiko sentado en el sofá, observando la libreta de su madre sobre la mesa.

—¿La leíste? —preguntó ella.

Aiko negó con la cabeza.

—No sin tu permiso.

Elena se mordió el labio.

—Puedes hacerlo si quieres.

Aiko la miró con sorpresa.

—¿Estás segura?

—Sí.

Él tomó la libreta con cuidado y empezó a leer en silencio.

Minutos después, cerró el cuaderno y la miró con una expresión que casi parecía melancólica.

—Tu madre quería que fueras feliz.

Elena sintió que su pecho se apretaba.

—Lo sé.

—Pero no lo eres.

Elena suspiró y se sentó junto a él.

—Estoy intentándolo.

Aiko la miró con algo parecido a la ternura.

—Eso es suficiente por ahora.

Elena sonrió levemente.

—Gracias, Aiko.

Y aunque no lo dijo en voz alta, supo que en ese momento, él entendió exactamente lo que quería decir.




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