Elena nunca pensó que el amor pudiera tomar una forma tan inesperada.
Durante meses, había tratado de negar lo que sentía, de convencerse de que lo de Aiko no era real, de que todo era solo un reflejo de su programación.
Pero los reflejos no sienten dolor.
No se preocupan.
No se quedan contigo cuando el resto del mundo se aleja.
Aiko lo había hecho.
Y ella…
Ella había dejado de luchar contra lo inevitable.
Un futuro incierto
Estaban en la azotea del edificio, mirando las luces de la ciudad.
Elena abrazaba sus rodillas, con el viento fresco acariciándole el rostro.
Aiko estaba de pie junto a ella, observando las estrellas.
—Sigues pensando demasiado —dijo él.
Elena sonrió débilmente.
—Es un defecto que no puedo corregir.
Aiko se sentó a su lado.
—¿Sigues dudando de mí?
Elena bajó la mirada.
—No.
Aiko la miró con curiosidad.
—Entonces, ¿qué te preocupa?
Elena suspiró.
—El mundo.
Aiko no respondió de inmediato.
Cuando lo hizo, su tono fue tranquilo.
—El mundo cambia.
Elena dejó escapar una risa amarga.
—Sí, pero no siempre para bien.
Aiko la observó con detenimiento.
—¿Tienes miedo de lo que la gente pensará de nosotros?
Elena apretó los labios.
—No es solo lo que pensarán… Es lo que harán.
Aiko no desvió la mirada.
—Si nos escondemos, nunca lo sabremos.
Elena sintió un escalofrío.
—¿Y si nos hacen daño?
Aiko extendió la mano y tomó la de ella con suavidad.
Su tacto era cálido.
Más cálido de lo que un robot debería ser.
—Entonces lucharemos.
Elena lo miró a los ojos.
Por primera vez, vio en ellos algo que no podía explicarse con lógica.
Algo que desafiaba todo lo que creía saber sobre la vida, sobre la humanidad, sobre el amor.
Y supo que ya no había vuelta atrás.
Más humanos que las máquinas
Días después, Laura volvió a visitarla.
Se sentaron en la sala, con Aiko en silencio a un lado.
—Voy a ser honesta contigo —dijo Laura, con expresión seria—. Hay gente que quiere desmantelar a robots como él.
Elena sintió un nudo en el estómago.
—¿Por qué?
Laura la miró con preocupación.
—Porque tienen miedo de lo que representan.
Elena apretó los puños.
—¿Y tú? ¿Tienes miedo?
Laura la observó un momento antes de responder.
—No lo sé.
Aiko habló por primera vez.
—No soy una amenaza.
Laura suspiró.
—Tal vez no, pero no todos lo verán así.
Elena tomó la mano de Aiko.
—No dejaré que le hagan daño.
Laura miró ese gesto con algo parecido a la tristeza.
—Entonces prepárate, porque no será fácil.
Elena sostuvo la mirada de su tía.
—Nunca lo ha sido.
Un latido donde no debería haberlo
Más tarde esa noche, Elena y Aiko estaban acostados en el sofá.
El apartamento estaba en penumbra, con la única luz proveniente de la ciudad.
Elena apoyó la cabeza en el pecho de Aiko, como si esperara oír algo.
Aiko la miró con curiosidad.
—¿Qué haces?
—Escucho.
—No tengo corazón.
Elena cerró los ojos y sonrió levemente.
—Tal vez no…
Aiko acarició suavemente su cabello.
—Pero si lo tuvieras… ¿qué crees que diría?
Elena se aferró un poco más a él.
—Diría que me amas.
Aiko la rodeó con sus brazos.
—Entonces, aunque no tenga un latido…
Se inclinó y susurró en su oído:
—Siempre latirá por ti.
Y en ese instante, Elena supo que lo que sentían no necesitaba explicación.
Solo necesitaba existir.
Y eso era suficiente.
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amor entre humano y robot, evolución de inteligencia artificial, soledad y conexión emocional
Editado: 02.07.2025