El sonido de mi teléfono me sacó de mis pensamientos, cuando vi el nombre de Oliver en la pantalla, supe que la conversación que teníamos pendiente iba a empezar a tomar forma, lo que no sabía era cuánto me afectaría.
—Samantha, —Saludó en cuanto tomó el teléfono, su voz parecía calmada pero se notaba en ella una ligera tensión. —Mi familia está empezando a presionar demasiado. Mi madre está particularmente preocupada, y mi padre… Están insistiendo en que vea a alguien, que les muestre que estoy comprometido. No sé cuánto más pueda posponer esto.
Mis manos se apretaron alrededor del teléfono, sabía a lo que se refería, lo que sus padres esperaban de él: un matrimonio, un compromiso, algo que demostrara que finalmente estaba tomando las riendas de su vida. Mi estómago se retorció, pero no podía darme el lujo de hacerle una escena en ese momento, lo que habíamos comenzado era mucho más grande que cualquier duda que tuviera.
—¿Qué quieres que haga? —le pregunté, sintiendo como los nervios se apoderaban de mí. Ya habíamos hablado de la posibilidad de tener que presentarme frente a la sociedad como su prometida, pero en ese momento se volvió mas real, mucho más que antes. —¿Vas a ceder?
“No, no quiero ceder. Pero creo que si les muestro que he tomado una decisión, que estoy con alguien, se calmarán un poco. No quiero que sigan presionando, Sam. Así que... pensé que podrías acompañarme a la cena familiar el próximo fin de semana. No tenemos que decirles nada, solo quiero que te vean conmigo, que sepan que tengo a alguien en mi vida.”
—Iré contigo. Pero no me hagas sentir como si esto fuera más grande de lo que es, ¿de acuerdo?
—No, no te preocupes. No es necesario que hablemos de un compromiso real ni nada parecido, —me tranquilizó. —Solo quiero que te vean. Será solo una cena, Sam, no tienes que preocuparte por nada. Mis padres necesitan saber que estoy con alguien, que estoy tomando decisiones, que no estoy solo en esto.
Lo entendí. Era la misma vieja historia de siempre: el deber familiar. La necesidad de cumplir con lo que se esperaba, no solo de él, sino de toda la familia. Un legado que no había elegido, pero que ahora lo atrapaba sin salida. Aunque la idea de presentarme como parte de esa fachada me incomodaba profundamente, entendí que era lo único que podía hacer para seguir adelante con lo que ya habíamos acordado.
—Está bien, —dije finalmente, resignada, —iré contigo. Pero no quiero que esto se vuelva más complicado de lo que es.
—Te lo prometo, —respondió él, aliviado, como si le hubiera quitado un peso de encima. —No tienes que hacer nada más. Solo estar ahí, conmigo. Después, cuando todo esto termine, podremos seguir con nuestras vidas.
Cuando colgué el teléfono una sensación extraña de impotencia se apoderó de mí. De alguna manera, había aceptado ser parte de algo que no era mío, que no era real. Pero también sabía que, si no lo hacía bien, estaría poniendo en riesgo todo lo que había logrado hasta el momento, todo lo que se había convertido en una esperanza para mí y mi bebé.
El fin de semana llegó rápidamente, mi nerviosismo crecía con cada minuto que pasaba. A pesar de lo que me había dicho Oliver, de lo que me había prometido, sabía que esa cena no iba a ser sencilla. No solo iba a enfrentarme a la familia de Oliver, sino también a todas las expectativas que ellos tenían en él. Las mismas expectativas que habían estado presionando sobre sus hombros durante un buen tiempo, y en ese momento, de alguna manera, me estaban alcanzando a mí también.
Me sentía tensa desde el momento en que me puse el vestido que había elegido, un simple atuendo que no llamara demasiado la atención, pero que al mismo tiempo me hiciera sentir un poco más preparada para lo que me esperaba. No podía dejar de pensar en cómo sería la primera vez que vería a la familia de Oliver. ¿Serían tan exigentes como él había dicho? ¿Estaría lista para mantener la calma?
Cuando llegué a la casa de los Hunter, me sentí como si estuviera entrando en un mundo completamente diferente al mío, como si estuviera entrando en un territorio desconocido. La mansión de la familia era impresionante, grande y lujosa, con un jardín que parecía sacado de una película, con paredes de mármol, pasillos amplios y una decoración que claramente reflejaba poder. Todo en el ambiente me hizo sentir pequeña, como si no perteneciera allí. Mientras caminábamos hacia la puerta, una parte de mí quería darme media vuelta y marcharme, pero no podía. No en ese momento.
Oliver me guió por los pasillos, y mi respiración se volvía más pesada con cada paso que daba. No era una casa común, no era una casa donde uno pudiera relajarse fácilmente.
La puerta se abrió, y ahí estaban sus padres. Su padre, que me miró con una mezcla de curiosidad y desconfianza. La primera persona que apareció fue su madre, una mujer alta, elegante y con una presencia imponente. Su sonrisa era cálida, pero su mirada parecía evaluarme, como si estuviera buscando algo en mí que le confirmara que yo era la persona adecuada, si cumplía con lo que ellos querían ver en la “prometida” de su hijo.
—Bienvenida, Samantha, —dijo su madre con una sonrisa suave, pero no cálida. Me tendió la mano, y la tomé, aunque no pude evitar sentir que sus dedos fríos no eran más que una formalidad.. —Es un placer conocerte finalmente.
—Gracias por invitarme, —respondí, lo más firme que pude, aunque el nudo en mi estómago no desapareció. Las palabras parecían vacías en mi boca, como si todo lo que dijera estuviera destinado a ser una actuación.