Latidos del Corazón

12.

Los días después de la cena con la familia de Oliver fueron un tanto extraños. Mi trabajo en la oficina volvió a la rutina, las tareas seguían amontonándose en mi escritorio, los correos seguían llegando uno tras otro, y mis compañeros continuaban con sus vidas, sin saber nada de lo que había sucedido esa noche. Pero aunque intentaba que todo pareciera normal, algo había cambiado dentro de mí.

Había dado un paso en una dirección diferente a la que tenía planeada y era algo que ya no se podía deshacer, y aunque la mayor parte del tiempo trataba de mantener la cabeza ocupada con el trabajo, sabía que algo dentro de mí empezaba a cambiar lentamente. Quizás era miedo a lo desconocido, quizás, solo quizás, era tranquilidad de tener finalmente algo seguro.

Oliver comenzó a ir a la oficina todos los días. Al principio, pensé que era solo por cosas de la empresa, o por compromiso con su familia, una especie de necesidad de seguir demostrando que estaba al mando de todo, pero pronto me di cuenta de que su presencia allí no era solo por eso.

Estaba en todas partes, supervisando reuniones, revisando proyectos, como si todo en la empresa fuera ahora su responsabilidad directa. Mi primer impulso fue pensar que su actitud estaba cambiando porque había algo más que él estaba buscando, tal vez una forma de control que no había mostrado antes. y, al mismo tiempo, su forma de interactuar conmigo seguía siendo la misma: profesional, distante, pero no tan fría como antes.

Al principio, me sentía incómoda cada vez que entraba en mi oficina. No era solo porque sabía que todo entre nosotros era una fachada, sino porque la cercanía constante me hacía sentir como si estuviera caminando en una cuerda floja.

Con el paso de los días, comencé a notar algo diferente en él. Aunque mantenía su actitud fría, había momentos en los que su mirada se suavizaba, especialmente cuando hablaba conmigo. Su tono de voz cambiaba, y me di cuenta de que, aunque todo lo que estábamos compartiendo seguía siendo un acuerdo, algo dentro de él comenzaba a parecer un poco más... humano.

Yo, por mi parte, trataba de seguir adelante como si nada hubiera pasado. Cada mañana llegaba a la oficina, saludaba a mis compañeros, me sentaba en mi escritorio y comenzaba a trabajar como siempre. La rutina me ayudaba a no pensar demasiado en lo que estaba sucediendo fuera de esas paredes. A fin de cuentas, la vida tenía que seguir, y mi trabajo me daba un poco de la estabilidad que necesitaba para mantener la calma. Pero sabía que no podía seguir haciendo como si todo estuviera bien, o como si no hubiera pasado nada. Aunque tratara de no darle importancia, su presencia me estaba afectando de maneras que no podía explicar.

Una mañana, después de una reunión de rutina, Oliver se acercó a mi escritorio mientras revisaba algunos papeles. Me miró de reojo, como si esperara que lo saludara, pero no fue hasta que nuestras miradas se cruzaron que él habló.

—¿Todo bien, Samantha? —Saludó mirándome de forma extraña, un tanto relajada, un poco tranquila, su porte serio de siempre no estaba, se veía muy distinto.

—Sí, todo en orden, —respondí, forzando una sonrisa. No quería mostrar que su presencia comenzaba a afectarme. No quería que se diera cuenta de que algo dentro de mí estaba cambiando, aunque no sabía cómo explicarlo.

Oliver asintió, pero su mirada se mantuvo fija en mí por un momento, más tiempo de lo que hubiera esperado. Por un breve instante, la atmósfera entre nosotros se transformó, el aire se volvió pesado, pero no era incomodidad ni familiaridad, sino algo nuevo y desconocido que empezaba a surgir entre nosotros.

Al día siguiente, Oliver se acercó de nuevo. Esta vez no fue una simple charla de trabajo. Él se sentó frente a mí, cruzando las piernas con una actitud casual, como si de repente, dejaramos de ser jefe empleada y fuéramos amigos.

—¿Cómo va todo? —preguntó, mirando mi escritorio. —No es fácil, ¿verdad? La carga de trabajo... y todo lo demás.

—Está bien, —me encogí de hombro restando importancia, pero en el fondo, algo en mí sabía que estaba tratando de evadir la conversación que realmente me preocupaba. —Es solo cuestión de acostumbrarse. A veces el ritmo es un poco agobiante, pero es lo que toca. —Oliver asintió, pero sus ojos no se apartaron ni un segundo de mí.

—Tienes razón. A veces, todo parece tan... abrumador, ¿no? pero en realidad no lo es —Su voz era un poco más suave de lo habitual, y eso me hizo sentir que tal vez había algo más detrás de esas palabras. Como si no fuera solo una conversación trivial sobre trabajo.

No pude evitar mirarlo fijamente. Durante un segundo, me perdí en sus ojos, algo que no había sucedido antes. Era como si estuviéramos en una burbuja separada del resto de la oficina, donde solo existíamos él y yo. Rápidamente sacudí la cabeza para alejar aquellos pensamientos, nada de eso era real y no debería importarme.

—Es solo parte del trabajo,— dije, cortante, mientras volvia la mirada hacia mi computadora para terminar lo que estaba haciendo. No quería que la conversación fuera más allá de lo normal.

Oliver no insistió, pero se quedó sentado en su lugar observándome. Algo dentro de mí quería que se fuera, que volviera a poner distancia entre nosotros, pero otra parte de mí estaba comenzando a acostumbrarse a su cercanía. Era extraño, pero no podía evitarlo. Con cada día que pasaba, comenzaba a sentirme menos incómoda con su cercania. Ya no veía su presencia con la misma desconfianza que al principio. Tal vez era porque, en el fondo, aunque todo fuera un acuerdo de conveniencia, no podíamos evitar interactuar como dos personas que, aunque distantes, compartían un espacio común.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.