Latidos del Corazón

13.

La invitación llegó por correo, y al principio, no le di mucha importancia. Era solo una cena formal con algunos amigos y familiares de Oliver, algo que no me extrañaba después de lo que había sucedido la última vez con sus padres, sin embargo, al leerla detenidamente, me di cuenta de lo que realmente implicaba aquella cena, Oliver había decidido que era hora de dar un paso más, era hora de que nuestra "relación" se hiciera oficial entre su círculo cercano y aquello me hizo sentir una mezcla de incomodidad y ansiedad. Sabía que era una parte del plan que no podría eludir, que tendría que ser parte de la farsa.

A medida que se acercaba el día, mi nerviosismo crecía. No era sólo la cena lo que me inquietaba, sino el hecho de que todos verían lo que no era, una “pareja perfecta”. Lo que seguramente iba a ser una noche de sonrisas, cumplidos y preguntas, también podía convertirse en la razón por la cual la distancia que aún existía entre Oliver y yo se hiciera más grande.

Yo lo veía a él como mi compañero de farsa, y aunque yo me mantenía firme en mi decisión de no dejar que la mentira fuera más allá de lo que era necesario, podía ver en sus ojos algo que hacía temblar mi decisión.

El día de la cena, me arreglé más de lo normal, necesitaba mostrarme en el papel que me había tocado interpretar. No quería mostrarme incomoda, así que elegí un vestido sencillo pero elegante, algo que no llamara demasiado la atención, pero que tampoco me hiciera sentir fuera de lugar. Cuando me miré en el espejo antes de salir, sentí que la mujer que me regresaba la mirada en el espejo era extraña. La mujer que veía allí no era yo, no completamente. Era una versión de mí que encajaba en lo que Oliver quería proyectar de la prometida perfecta.

Al llegar a la casa de los Hunter, el enorme lugar me hizo sentir más fuera de lugar de lo que ya me sentía. La mansión parecía aún más grande e imponente con la luz del atardecer reflejada en las paredes de mármol. Me preguntaba cómo era posible que alguien pudiera sentirse a gusto en un lugar tan grande y frío. Sabía que esa era la realidad de Oliver, su vida, su mundo eran aquellos pasillos lujosos, estas habitaciones impecables, y aunque yo solo era un accesorio, algo que tenía que encajar en esa vida perfecta, no podía evitar sentir que cada paso que daba me alejaba de lo que realmente quería.

Oliver me miró mientras entrábamos juntos, su expresión era seria, pero no distante. Tal vez también sentía la presión del momento, pero no lo decía.

—Recuerda, todo está bajo control, —me dijo en voz baja, tratandome de tranquilizar.

Lo seguí hasta el comedor, donde los padres de Oliver ya estaban esperándonos. Su madre, siempre tan elegante, estaba sentada a la cabecera de la mesa, con una copa de vino en la mano. Su padre, estaba conversando con un grupo de amigos, pero al vernos entrar, su mirada se detuvo en nosotros. Una sonrisa breve cruzó su rostro, pero enseguida la conversación volvió a la normalidad, como si nada hubiera cambiado.

—Bienvenida, Samantha, —dijo su madre, levantándose para abrazarme con la misma frialdad que la última vez. No era un abrazo cálido, como si supiera lo que estaba pasando, como si quisiera marcar territorio, asegurarse de que yo estuviera bien ubicada en su mundo, un mundo que no era el mío.

—Gracias, — respondí nerviosa, pero traté de mantenerme lo más tranquila posible. Sabía lo que se esperaba de mí.

La noche avanzó lentamente, y a medida que conversábamos me sentí atrapad, mostraba lo que querían ver, pero me sentía fatal. Los amigos de la familia de Oliver me hicieron preguntas normales, como si no estuviéramos viviendo una mentira juntos. Las sonrisas eran forzadas, las risas demasiado ensayadas. Yo no podía dejar de sentirme como una actriz en un escenario, interpretando un papel que nunca pedí.

Fue durante la cena, cuando los padres de Oliver comenzaron a hacer preguntas que empezaron a ponerme más tensa. La madre de Oliver fulminandome con la mirada, parecía especialmente interesada en cómo había conocido a su hijo.

—¿Cómo se conocieron, exactamente?— preguntó, mientras tomaba un sorbo de vino. —Oliver nunca nos habla mucho sobre su vida personal. Me imagino que la conexión entre ustedes debe haber sido instantánea.—Sentí que mi corazón se aceleraba. Sus palabras parecían solo cortesía pero yo podía notar el veneno en ellas. Aunque habíamos hablado de ello la última vez que nos vimos, parecía querer escuchar de nuevo lo mismo.

¿Podría ser que supiera la verdad?

Respiré hondo antes de responder, tratando de decir exactamente lo mismo de la última vez que los vi, si escuchaba algo distinto, era posible que empezara a dudar.

—Bueno, en realidad... nos conocimos en el trabajo, —respondí, intentando sonar lo más natural posible. —Oliver es un gran hombre, y en cuanto empezamos a trabajar juntos, la relación simplemente surgió. —La madre de Oliver asintió, pero no se veía completamente convencida.

—Qué curioso,— dijo, mirando a su hijo. —Nunca mencionaste lo rápido que eso sucedió. Es bueno ver que finalmente empiezas a tomarte en serio nuestras palabras. —Oliver sonrió de manera automática, pero su mirada era distante, como si estuviera atrapado entre lo que había dicho y lo que realmente sentía.

—Sí, las cosas han ido muy bien,— dijo, echándose atrás en su silla. —Samantha ha sido una gran ayuda en la empresa. —Mi estómago se revolvió. Sabía lo que estaba haciendo. Él estaba tratando de que todo pareciera más fluido, más natural, pero las palabras se sentían vacías.




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