Latidos del Corazón

16.

No supe exactamente cuándo comenzó, ni cómo pasó tan rápido. Pero de repente, las cosas entre Oliver y yo comenzaron a volverse… complicadas. Era extraño, casi como si mi mente no pudiera seguir el mismo paso que mis emociones. Tal vez eran las hormonas del embarazo, tal vez otra cosa, pero había días en los que podía mantener todo bajo control, días en lo que sabía exactamente lo que debía hacer y lo que no, y otros días, en loos que, definitivamente todo era un caos. Las cosas habían cambiado, tanto que ya no me sentía tan segura de mis propios pensamientos.

Una mañana, después de una reunión en la oficina, Oliver y yo nos quedamos atrás para revisar algunos documentos. La sala estaba vacía, el sonido de las teclas de la computadora era lo único que se oía, y yo trataba de concentrarme en mi trabajo. Pero el aroma del perfume de Oliver me distraía demasiado, y no solo eso, él estaba tan cerca que podía ver perfectamente la forma en que me miraba, cómo se inclinaba hacia mí para señalar algún detalle en los papeles… me hacía sentir cosas que no debía sentir.

Mi mente trataba de bloquear esas sensaciones, de recordar que todo lo que estábamos viviendo era solo una fachada, un contrato entre nosotros. Pero cada vez que me miraba de ese modo, algo dentro de mí se desmoronaba.

—¿Todo bien?— me preguntó, notando que mi concentración estaba en otro lado. me habló tan cerca de mi oído que su aliento rozó mi cuello y me hizo estremecer. ¿Por qué su voz de repente me afectaba tanto?

—Sí, solo… solo estoy un poco cansada —respondí, forzando una sonrisa, pero la verdad es que no estaba cansada, estaba confundida, perdida en un mar de pensamientos que no podía controlar.

Oliver me miró por un momento de una forma tan profunda que me sentí intimidada, era como si pudiera leerme, como si supiera lo que estaba pasando en mi cabeza. ¿Era posible que lo supiera? ¿Podría él también estar sintiendo lo mismo?

Sacudí mi cabeza decidida a apartar esos pensamientos y regresar a mis tareas, tenía que enfocarme en lo que realmente importaba: mi bebé y nuestro futuro. No podía dejarme llevar por nada más, no podía permitir que lo que sentía me desbordara. Pero era difícil. Muy difícil.

Esa noche, mientras caminaba de vuelta a mi apartamento, sentí el cansancio de todo lo que había sucedido durante el día. Cada paso que daba me parecía más pesado, como si la culpa y la confusión me aplastaran.

El amor, o lo que creía que era amor, no tenía cabida en mi vida en ese momento, no podía permitírmelo. Mi embarazo, mi trabajo y todo lo que había estado construyendo, dependía de que mantuviera una fachada impecable, que siguiera adelante como si nada hubiera cambiado. Pero algo había cambiado, yo lo sabía y no podía ignorarlo.

En los días que siguieron, todo empeoró. Cada vez que veía a Oliver, cada vez que intercambiábamos palabras o simplemente compartíamos una mirada, sentía cómo todo mi cuerpo reaccionaba de formas intensas, había momentos en los que su cercanía me resultaba insoportable, pero al mismo tiempo, deseaba más de eso.

Desearlo era un lujo que no me podía permitir.

Un jueves por la tarde, después de que todos se fueron a casa, me quedé sola en la oficina con Oliver, como solíamos hacer después de reuniones. La luz del atardecer se filtraba por la ventana y le daban a la oficina un color naranja tan familiar que me hizo sentir un nudo en el estómago. Oliver se acercó a mí mientras revisaba unos documentos, y el simple hecho de tenerlo tan cerca hizo que me diera cuenta de lo mucho que lo había estado evitando. ¿Cómo podía ser que estuviera pensando en él de esa manera? ¿Qué estaba pasando conmigo?

—¿Te pasa algo, Sam? —preguntó. Me miró con tal intensidad que las palabras murieron en mi boca, era una mirada tan hipnotizante, que no podía escapar a la manera en que me observaba. ¿Por qué todo lo que hacía parecía amplificado cuando estaba cerca de él?¿eran hormonas?¿Mi embarazo causaba eso?

—No, no pasa nada —contesté rápidamente, casi de forma automática. Pero ni yo misma me lo creí. ¿Cómo podía decir que no pasaba nada cuando todo dentro de mí estaba gritando lo contrario?

Oliver se inclinó un poco más cerca para señalar algo en los papeles que estaba revisando. Mi respiración se aceleró sin que pudiera evitarlo, era como si todo el aire en la habitación desapareciera, dejándome atrapada en una burbuja en la que solo existíamos él y yo, la distancia entre nosotros era casi inexistente, podía sentir el calor de su cuerpo cerca al mío, y aunque intentaba mantener la calma, me sentía sumamente atraída por él de una forma que no sabía cómo manejar.

—¿Estás segura de que todo está bien? — Insistió, esta vez con una mirada llena de curiosidad. La forma en que lo pregunto me hizo pensar que él también había notado el cambio. ¿Era posible? Asentí, pero las palabras no salieron de mi garganta. No podía decir lo que realmente sentía. No podía.

—Sí, solo... estoy un poco agotada —murmuré, tratando de devolver la mirada, pero en ese momento, era incapaz de hacer algo tan simple como mirarlo a los ojos.

Cuando me levanté para irme, él me siguió con la mirada, y eso fue suficiente para que todo mi cuerpo reaccionara. Mis piernas temblaban, mi mente estaba llena de pensamientos confusos. La atracción que sentía por él no solo era emocional, era física, y era algo que no sabía cómo manejar, estaba atrapada en una tormenta de emociones que no podía controlar, que no quería controlar, pero sabía que debía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.