Latidos del Corazón

18.

Era una tarde tranquila cuando me di cuenta de lo mucho que la situación entre Samantha y yo había cambiado. Durante semanas, había intentado mantener la distancia, cumplir con lo que mis padres se empecinaban en querer de mi, y seguir con el acuerdo que habíamos establecido, pero, al ver cómo a ella le estaba afectando tanto el embarazo, algo dentro de mí empezó a cambiar.

No era solo ver que se estaba sintiendo mal, era la forma en que todo lo que estaba pasando la hacía parecer cada vez más frágil a mis ojos. Había momentos en los que no sabía si estaba viendo a la misma mujer que había conocido en el trabajo, fuerte y decidida, o a un pequeño zombie que realmente necesitaba ayuda, aunque ella no lo aceptara.

Recuerdo claramente el día que algo dentro de mí hizo clic, después de su cita médica, ella parecía mucho más cansada de lo normal. La expresión en su rostro, la forma en que caminaba, me hizo darme cuenta de que no podía seguir ignorando lo obvio. El embarazo no solo la estaba afectando físicamente, sino que también la estaba desgastando emocionalmente.

Cuando la vi salir del baño, apoyada contra la pared, pálida y con los ojos entrecerrados, sentí que el aire se me escapaba de los pulmones. Estaba mareada, claramente débil, y aunque trató de restarle importancia, todo ello fue una red flag en mi mente, me negaba a hacerme el de la vista gorda.

—Samantha —Me acerqué rápidamente y la sostuve por los brazos con cuidado. —¿Estás bien? —Ella me miró, al principio su mirada estaba algo perdida, intentó sonreír, pero su sonrisa salió forzada, y pude notar perfectamente que nada estaba bien.

—Solo es un mareo, nada de qué preocuparse —dijo rápidamente, pero sus palabras no eran suficientes para calmarme. Su cuerpo temblaba ligeramente, en sus ojos se reflejaba el cansancio y la preocupación que había estado guardando.

—No me convences ni un poco, pequeña mentirosa. —respondí sin pensarlo mirándola fijamente a los ojos, tratando de no mostrar que en ese momento me sentía inutil, impotente. —Vamos a sentarnos, vas a tener que decirme, ¿Qué está pasando realmente? —insistió en que no era nada grave, y eso simplemente me enfureció, no podía ser tan tonta de ocultar cosas importantes, la idea de verla seguir adelante como si no necesitara ayuda, cuando claramente lo necesitaba, me hizo sentir un nudo en el estómago. Quería zarandearla hasta hacerla reaccionar.

—Creo que necesito ver a un médico —admitió después de un rato con voz temblorosa, como si estuviera a punto de llorar.

—Voy a acompañarte a la clínica, no voy a permitir que sigas con esto sola —No acepto ni negó nada, solo se dejó hacer.

El viaje hasta la clínica fue silencioso, pero no incómodo. Samantha se apoyaba contra el asiento, exhausta, pero no dijo una palabra, yo miraba al frente, sin saber exactamente qué estaba sintiendo, solo escuchaba una vocecita en mi cabeza que no dejaba de decirme que no podía seguir viéndola pasar por todo esto sin hacer nada. Ella pensaba que podía manejarlo sola, pero no era así, lo veía en sus ojos, en sus gestos, en el agotamiento que la estaba consumiendo.

Cuando llegamos, la ayudé a entrar, la acompañé a la consulta y, aunque ella intentaba restarle importancia, yo no podía evitar observar cada pequeño cambio en ella, y en ese momento, escuché del médico lo que había estado temiendo: que el embarazo estaba siendo más complicado de lo que pensábamos. Ella iba a necesitar más descanso y atención, y esas palabras me hicieron sentir que toda esa responsabilidad me caía encima.

—Te voy a acompañar a casa —le dije cuando salimos de la consulta, no había discusión, no pensaba dar mi brazo a torcer. Ella no podía estar sola, y no podía quedarme de brazos cruzados mientras todo esto se complicaba más. —Voy a asegurarme de que estés bien.

Esa noche, mientras la dejaba en su apartamento, me detuve antes de que entrara. Sabía que tenía que hablar con ella, hacerle una propuesta que ya había estado rondando en mi cabeza durante días, si no la ayudaba de la manera que necesitaba, si no estaba allí de verdad, todo eso seguiría volviéndose más complicado, quería que se sintiera segura, y si eso significaba hacer algo que nunca había planeado, lo haría.

—Samantha —hable sin saber exactamente cómo decirlo, pero con la necesidad de ser directo. —He estado pensando en lo que está pasando. Este embarazo no es fácil para ti, y lo que más me preocupa es que no estás recibiendo el apoyo que realmente necesitas. No puedes seguir así. —Ella me miró, desconcertada.

—Oliver, no te preocupes por mí, poco a poco me he ido acostumbrando. Solo necesito descansar un poco.

—¡No es suficiente! —Exclamé un tanto enojado de ver su actitud. —No puedes hacerlo todo sola, Sam, yo quiero ayudarte, de verdad. Estoy aquí para lo que necesites, pero no de esta forma, necesitas descanso, necesitas atención, y por ello, lo que quiero es que vivas conmigo. Necesitas más apoyo, y yo te lo puedo dar y no solo por el bebé, sino por ti. —pude ver como sus ojos se abrían de par en par, sorprendida por lo que acababa de decir.

Ella parecía dudar, como si no supiera cómo reaccionar, yo entendería su resistencia, por supuesto. La idea de vivir juntos, cuando todo seguía siendo parte de un acuerdo, era complicada. Pero la veía tan vulnerable, tan frágil, que sentía que era lo mejor, tenía que asegurarme de estar bien, y no iba a quedarme al margen.

—No es solo por el bebé, Sam. Es por ti. Tú también necesitas apoyo, y no quiero que sigas pasando por esto sola. No te voy a dejar sola. Te lo prometo.—repetí mirándola fijamente esperando una respuesta, pero ella permaneció en silencio por un largo rato. Finalmente, suspiró y se pasó una mano por el rostro, agotada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.