Latidos del Corazón

20.

La verdad es que no sabía qué hacer, cada día que pasaba era un vaivén de pensamientos y emociones que me tenían al borde de la locura.

Al principio, pensé que todo eso de la farsa sería sencillo, me mudaría con Oliver, viviríamos juntos por el bien de sus objetivos y del bebé, y todo seguiría normal, como si nada. Todo parecía muy bueno para ser cierto, pero lo más lógico por el bienestar de mi hijo era aceptar, lo más lógico.

Si todo lo que necesitaba era ayuda, ¿por qué no aceptarla? Pero pronto, lo que parecía una solución práctica se convirtió en un dilema que me mantenía despierta por las noches, dándole vueltas a lo que debía hacer con mi vida, con mi futuro. Vivíamos juntos, sí, pero en lugar de sentirme relajada y tranquila, las cosas eran más complicadas de lo que imaginé.

Oliver había empezado a ver todo de una manera distinta, al principio, todo en nuestra convivencia fue rutinario y tranquilo, me ayudaba con el embarazo, me llevaba a las citas médicas, me apoyaba cuando no podía más, y eso, aunque era valioso, también me estaba llevando a sentirme atrapada, como si ya no tuviera control sobre lo que estaba sucediendo en mi vida.

La primera vez que realmente me detuve a pensar en todo lo que había cambiado mi vida en tan poco tiempo estaba sentada en la cama una mañana, con una taza de chocolate caliente en la mano, mirando por la ventana. La luz del sol brillaba y todo parecía tranquilo, pero mi mente no podía dejar de dar vueltas.

La misma pregunta me rondaba una y otra vez: ¿debería seguir viviendo en esa farsa con Oliver, o debería encontrar una forma de ser independiente y tomar control de mi vida de nuevo?

Todo me parecía claro, estar con Oliver tenía sentido, el bebé venía en camino, y vivir juntos me daba algo de seguridad, algo que nunca había tenido, además, Oliver estaba siendo más amable, más atento, de lo que había esperado, estaba empezando a ver en él un compañero en todo el proceso, pero, ¿realmente quería eso? ¿Quería depender de él, incluso por el bien del bebé? ¿O era hora de retomar mi independencia, de demostrarme a mí misma que podía manejar todo sin su ayuda? Mi cabeza no paraba de darle vueltas a esas preguntas.

Decidí hablar con él al respecto, tenía que sacar todo lo que sentía, ya no podía seguir evitando la conversación, sabiendo que cada día que pasaba, me estaba acercando más a una decisión que cambiaría todo en mi vida. Mientras él estaba en el baño, me levanté y caminé por el pasillo hasta llegar a la sala. Me senté en el sofá, me pasé una mano por el rostro y traté de calmarme. Necesitaba aclarar mis pensamientos antes de hablar con él. Estaba tan confundida, tan perdida en todo esto, que ni siquiera sabía por dónde empezar.

Oliver salió del baño y me vio allí, sentada, se acercó, me miró durante un momento, y sin que yo dijera una palabra, él ya sabía que algo estaba pasando.

—¿Qué pasa, Sam?— preguntó, sentándose junto a mí. No necesitaba decir nada más. A veces, pensaba que él veía a través de mí, que podía leer mis pensamientos, en ese momento, no quería guardarme nada más.

—No sé qué hacer, —dije finalmente, mirando al frente. —Todo esto es muy complicado, Oliver, vivir juntos, nuestro contrato, no sé si es lo que realmente quiero. Quiero ser independiente, quiero poder hacer las cosas por mí misma, pero al mismo tiempo, siento que si no te tuviera aquí, no podría con todo esto, con el embarazo, con la vida que estoy construyendo para mi bebé. —Él me miró, en silencio, esperando que dijera más, que me desahogara, pero era imposible, las palabras se me atoraron en la garganta. En lugar de decir algo, simplemente suspiré

—Sam, —comenzó a decir, tomándome la mano con suavidad, —sé que esto es difícil. No esperaba que fuera fácil, solo quiero que sepas que esto no es solo por el bebé, ni solo por ti, es por nosotros. No quiero que te sientas atrapada en esto. Si necesitas espacio, si necesitas dar un paso atrás, lo entiendo. Solo quiero que hagas lo que te haga sentir bien, lo que sea mejor para ti y para el. —sus palabras fueron tan dulces y directas que sentí que todo se derrumbaba a mi alrededor.

¿Cómo podía decirme algo tan comprensivo, tan sencillo, cuando yo misma estaba tan confundida? Había algo en su mirada que me hacía sentir que lo que decía no era solo por obligación, sino porque realmente se preocupaba por mi y eso me hacía replantearme todo lo que pensaba, todo lo que había planeado para mi vida.

Por otro lado, no quería depender de él, no quería seguir en esa burbuja que habíamos creado, donde todo parecía tan fácil, tan seguro. No quería que el hecho de que él estuviera allí me impidiera encontrar mi propio camino, mi independencia, necesitaba sentir que podía hacer las cosas por mí misma, que no dependía de nadie para salir adelante. Y, aunque me doliera pensarlo, sabía que la única forma de salir era tomar la decisión de ser independiente.

—Lo que quiero, —continué, —es ser capaz de manejar mi vida por mí misma. Quiero hacerlo por el bebé, quiero ser la madre que pueda ser fuerte, que pueda levantarse por sí sola. No quiero que esto sea una obligación para ti. Quiero que me dejes hacerlo, aunque eso signifique que tengamos que tomar caminos diferentes. —Me quedé en silencio, sintiendo, lo que estaba diciendo no era fácil, pero en mi corazón, sabía que era lo correcto.

Tenía que encontrar mi independencia, no solo por mí, sino por el bebé que estaba por nacer, necesitaba saber que podía hacerlo sola, no iba a tener a Oliver a mi lado para siempre, y el solo hecho de tenerlo al principio solo haría más difíciles las cosas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.