El núcleo de la Zona Muerta estaba activo.
Los antiguos sistemas, dormidos por décadas —quizá siglos—, vibraban con una energía cruda, casi orgánica, como si fueran parte de un corazón que volvía a latir por primera vez. El zumbido se intensificaba con cada segundo, retumbando en las paredes metálicas cubiertas de óxido, polvo y secretos.
Lia se acercó lentamente a la consola central. Kai caminaba tras ella, en silencio, como si temiera interrumpir algo más grande que ambos. Habían recorrido largos túneles, sorteado trampas, y burlado las defensas de un sistema que no quería ser encontrado. Y ahora, frente a esa cápsula de datos que sostenía como un corazón artificial, estaban a punto de ver la verdad.
Con manos temblorosas, Lia conectó la cápsula a la consola. Un chasquido eléctrico atravesó el aire, y de pronto, las pantallas cobraron vida. Miles de archivos comenzaron a proyectarse frente a sus ojos: líneas de código, grabaciones holográficas, documentos con sellos de máxima confidencialidad.
Imágenes borrosas tomaron forma. Rostros. Nombres. Fechas.
Recuerdos… que nunca fueron suyos.
La verdad cayó como un peso imposible: NeoNet había manipulado generaciones enteras. Borraban memorias. Las reescribían. Insertaban otras. Diseñaban vidas desde los recuerdos falsos que implantaban al nacer. Todo lo que ella creía real… podía haber sido parte de un guion.
Su mirada se detuvo en un nombre resaltado. El suyo.
LIA 07. Unidad experimental – Núcleo de Memoria Colectiva.
Objetivo: almacenar, procesar y transferir consciencia de generaciones anteriores para crear el “Puente Temporal Cognitivo”.
Lia sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies.
—Yo… no soy real —susurró, más para sí misma que para Kai.
Kai no respondió. Sus ojos, clavados en la consola, estaban oscuros. Tensos. Vacíos.
Ella lo notó entonces. El leve tic en su mandíbula. La rigidez de sus hombros. La forma en que evitaba mirarla directamente.
—¿Qué estás escondiendo? —preguntó ella, dando un paso hacia él. Su voz temblaba, pero su corazón ya latía con fuerza, como si adivinara la respuesta.
Kai desvió la mirada. Tragó saliva. Luego, sin decir una palabra, sacó un transmisor de su chaqueta y lo activó.
Un pitido sutil llenó el aire. Y luego… la voz.
—Objetivo localizado. Iniciando captura.
Era fría. Mecánica. Reconocible.
La Directora de Control de NeoNet.
Lia retrocedió un paso. Su pecho se apretó, no por miedo, sino por algo peor: traición.
—¿Qué has hecho? —gritó, su voz quebrándose.
Kai finalmente la miró. Sus ojos estaban llenos de culpa… pero no de arrepentimiento.
—Te prometí respuestas, y te las di. Pero también les prometí llevarte ante ellos. —Hizo una pausa—. Me construyeron para protegerte… pero también para entregarte si despertabas. No puedo luchar contra lo que soy.
La habitación pareció encogerse. Afuera, el zumbido de drones se intensificó. A través de una de las ventanas rotas del laboratorio, se veían sus luces acercándose, como luciérnagas letales. Rodeaban la instalación con precisión quirúrgica. No había escapatoria.
Lia apretó los puños. Todo su cuerpo temblaba, pero no de miedo.
De ira.
De decepción.
Y de un poder que jamás supo que llevaba dentro.
El núcleo comenzó a temblar. Las luces parpadearon, y luego… se apagaron.
Un silencio denso cayó sobre la sala. Y en medio de esa oscuridad, una voz regresó. Pero no venía del comunicador. Ni de las máquinas.
Venía de dentro de ella.
—Recuerda quién eres…
Lia cerró los ojos.
Y en el abismo que la devoraba por dentro, en la furia de saberse usada, traicionada, y programada como un experimento… algo ardió.
No era fuego.
No era rabia.
Era despertar.
Kai la miró. Algo en su expresión cambió. Miedo.
Por primera vez, él temía a ella.
—¿Qué estás haciendo? —murmuró, retrocediendo.
Lia abrió los ojos. Brillaban con una luz dorada e intensa. Como soles en medio de una tormenta.
—Despertando —respondió con calma.
Una media sonrisa se dibujó en su rostro. Ya no era la chica de mirada dulce. Ya no era la que se dejó llevar por su voz cálida y sus palabras suaves.
Ya no era un experimento.
El suelo vibró con más fuerza.
Las consolas comenzaron a apagarse una tras otra.
Las pantallas estallaban en chispazos de código.
Las alarmas colapsaban.
—Sistema caído — repitió la voz sintética una última vez… antes de extinguirse.
Todo cayó.
Todo excepto ella.
La instalación, antes viva con luces y órdenes automáticas, quedó sumida en un silencio absoluto. Pero dentro de ese silencio, Lia ardía como una chispa indomable.
Los drones aún esperaban afuera.
Pero lo que encontrarían… ya no era una presa.
Era el principio de algo que ni siquiera NeoNet podía predecir.
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Editado: 14.06.2025