Latidos Del Futuro

Capítulo 10: La Rebelión

El ataque a la instalación había activado un protocolo de autodestrucción. Las paredes vibraban como si la misma estructura agonizara, y un estruendo sordo anunciaba que el tiempo se agotaba. Los drones que antes rodeaban el complejo fueron desactivados por el pulso de energía que Lia había liberado desde el núcleo. La onda había barrido con todo: sistemas, sensores, vigilancia.

Ahora, Lia y Kai corrían por los túneles de servicio, iluminados solo por luces de emergencia que parpadeaban como moribundas luciérnagas. Aunque él corría a su lado, Lia ya no confiaba en Kai como antes. La traición aún le ardía en el pecho. No podía olvidarlo tan fácilmente, aunque sus sentimientos la confundieran.

Kai, por su parte, la seguía en silencio. Algo en él se había quebrado tras verla despertar. Lia ya no era la misma. Había un brillo nuevo en sus ojos, una energía que desafía las leyes del sistema y ponía a temblar los cimientos de NeoNet.

Cuando por fin emergieron a la superficie, el aire frío de la madrugada les golpeó el rostro. Allí, de pie en las sombras de las ruinas, los esperaba un grupo de figuras encapuchadas.

Una de ellas dio un paso al frente. Se quitó la capucha y reveló un rostro marcado por cicatrices y años de lucha. Sus ojos, sin embargo, tenían una fuerza que hablaba de esperanza.

—Eres tú —dijo, con voz ronca pero firme—. La que oyó la voz. La que despertó.

Lia se irguió, sorprendida.

—¿Quiénes son ustedes?

—Los que escapamos antes de que NeoNet tomara el control completo. Sobrevivimos entre las grietas del sistema. Y ahora… estamos listos para luchar.

Kai los observó, asombrado. No podía creer lo que veía: una red subterránea de sobrevivientes, de rebeldes. Había creído que estaban solos.

—No sabía que había tantos —dijo él.

—Hay más de los que creen —respondió la mujer—. Y tú, Lia… eres la chispa que esperábamos.

En los días siguientes, Lia fue entrenada en técnicas antiguas que mezclaban conocimiento digital con habilidades mentales. Aprendió a usar su mente como canal de defensa y ataque. Su mentor era León, un chico de cabello castaño y ojos azules, simpático, misterioso… y cada vez más cercano.

Lia sentía algo extraño cuando estaba con él. No era solo la atracción. Era paz. Una conexión diferente a la intensidad con la que Kai le hacía temblar.

Por su parte, Kai entrenaba con Ester, una joven bajita, de cabello corto, ojos oscuros como la obsidiana y tatuajes que recorrían todo su cuerpo como un mapa de cicatrices vivas. Ella lo ayudaba a liberarse del código que aún lo encadenaba, enseñándole a romper las barreras mentales impuestas por su programación.

Poco a poco, Kai volvía a ser humano.

Durante el entrenamiento, descubrieron antiguos refugios, tecnologías olvidadas y registros de los primeros colonos. Todo apuntaba a una misma verdad: NeoNet no solo había suprimido la libertad… también había borrado la historia.

La rebelión no era un sueño. Era un plan en marcha.

Los líderes de este movimiento eran la mujer de las cicatrices —llamada Alina— y sus manos derechas: León y Ester.

Una tarde, mientras Kai revisaba planos junto a Ester, esta le sugirió:

—¿Y si tú trabajas conmigo y Lia con León? Él y ella parecen tener buena sinergia… además, ustedes dos estuvieron en el mismo grupo antes, ¿no?

Kai no respondió. Algo dentro de él se removió.

Horas después, caminó por la base y encontró a Lia en un rincón aislado, riendo con León. El chico se inclinó, le apartó un mechón de cabello y se lo colocó detrás de la oreja. Kai sintió algo quebrarse por dentro.

Se acercó.

—Aquí están. Estuve hablando con Ester —dijo, mirando a León, serio—. Hemos decidido que Lia trabaje conmigo. Estuvimos en NeoNet. Nos entendemos mejor.

León se puso de pie y se despidió de Lia con un beso en la mejilla. Kai frunció el ceño. No podía evitarlo.

—Veo que te estás entendiendo bien con él —comentó, con tono frío, mirando por donde León se alejaba.

—Al igual que tú con Ester —le respondió Lia, clavando los ojos en los suyos.

Kai dio un paso más cerca.

—Yo no he dejado que me den un beso.

—Pero sí que te toquen… o se te insinúen. Así que déjame en paz. Estoy molesta. Me traicionaste. Confié en ti…

Kai bajó la cabeza. Sus palabras dolían. Mucho.

—No fue mi intención… No puedo controlarlo. Fui programado para traicionarte si despertabas. Y aunque desearía poder luchar contra eso… no soy como León. Él es libre. Yo… yo solo soy un error. Un prisionero de código.

Lia lo miró. Su voz se quebró cuando añadió:

—Me duele porque… siento algo por ti. Y sé que no soy la mejor opción. Guapa…

Le agarró suavemente de la cintura. Una lágrima resbaló por su mejilla.
Ella dudó.
Quería resistirse, pero… no pudo.

Lo besó.

Al principio fue suave. Luego, intenso. Kai la arrinconó contra la pared, la besó el cuello, susurrándole que la amaba. Ella le devolvió la sonrisa… y también sus sentimientos.

—Te amo —le dijo, con voz entrecortada.

Desde ese momento, algo cambió entre ellos. Formaron una alianza real. Fueron compañeros, estrategas… y también amantes.

Mientras los demás se preparaban para el asalto a una de las torres principales de NeoNet, Kai y Lia se convirtieron en líderes naturales. Formaban el frente de ataque, con Ester y León como sus escudos. A pesar de los roces, sabían que ahora luchaban por lo mismo: la libertad.

Kai robaba besos cada vez que podía. Lia lo miraba con dulzura… pero también con firmeza. Sabía que el camino no sería fácil. Pero ya no era una chica perdida en una red de mentiras.

Era Lia Solís.
Y estaba lista para liderar la rebelión.




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