Latidos Del Futuro

Capítulo 17: Fuego Silencioso

El amanecer marciano no traía calor, solo un respiro de claridad en medio del polvo constante. En la base rebelde, el ambiente era denso. Kai estaba de regreso, pero las cicatrices invisibles aún sangraban bajo la piel de todos.

Lia no se separaba de él, aunque aún no encontraba palabras suficientes para todo lo que sentía. Kai dormía por primera vez sin inyecciones, sin cámaras, sin cadenas mentales. Pero su descanso no era del todo pacífico.

Afuera, León contemplaba el paisaje con el ceño fruncido. No era rencor lo que sentía… era pérdida.
Y también miedo.
Porque sabía que lo que venía sería peor.

Cuando Kai despertó, se reunió con los líderes rebeldes. Llevaba el disco con las grabaciones, pruebas irrefutables de lo que Ester había hecho no solo con él, sino con otros despiertos.

—Usó nuestras memorias, nuestro ADN, nos manipuló como si fuésemos piezas de laboratorio —explicó—. Hay al menos seis otros sujetos de que podría estar embarazada con inseminaciones forzadas o haber sido utilizados para crear embriones modificados.

El silencio fue espeso.

—Y ahora… cree que ese hijo que lleva la hace invencible —añadió.

—¿pero es tuyo? —preguntó León sin rodeos.

Kai negó con la cabeza.

—No lo sé. Técnicamente podría ser…. aunque no estoy seguro .....pero hay muestras de al menos cinco más. Lo hizo para crear algo. O alguien. Está más allá de la obsesión. Está construyendo… un legado.

Lia apartó la mirada, dolida. no podia creer que Ester se aya embarazado para quedarse con el tan loca obsecionada esta.

—Y no va a detenerse —dijo en voz baja—. Vendrá por ti, por el hijo, por todos nosotros.

Kai la miró, suave.

—Entonces debemos estar listos.

Esa noche, León se acercó a Lia en la zona de descanso. Ella estaba sentada, con una manta sobre los hombros, mirando las estrellas que apenas atravesaban la atmósfera roja.

—¿Estás bien?

Ella lo miró. En sus ojos no había arrepentimiento, pero sí dolor.

—No lo sé. Me siento… dividida.

León se sentó junto a ella. No la tocó. No hizo falta.

—No te culpes por sentir lo que sentiste —dijo—. Ni por lo que hicimos. En ese momento, necesitábamos sobrevivir.

Lia suspiró.

—Lo sé. Pero ver a Kai así… roto. Con todo lo que ha pasado…

—¿Todavía lo amas?

Ella tardó en responder.

—Sí. Pero también… también te quiero a ti. Me cuidaste cuando yo no podía cuidarme. Me diste algo de paz.

León asintió. No pidió más.

—Sea cual sea tu decisión, voy a estar aquí —dijo con firmeza—. No porque quiera ganarte. Sino porque sé que todo esto apenas comienza. Y no pienso dejarte sola.

En el centro de comando, una alarma interrumpió la noche.

—¡Movimiento en el sector norte! ¡Una señal de Ester se aproxima! ¡Está emitiendo un mensaje codificado!

Kai, Lia y León corrieron a la sala de comunicaciones. La señal holográfica parpadeó y luego se estabilizó.

Ester apareció, de pie, con un uniforme blanco y el vientre claramente más marcado.

—Hola, Kai. Me alegra ver que estás vivo… aunque no por mucho.

Sus ojos estaban inyectados de algo más que rencor. Era fanatismo.

—Te robaste algo que era mío. Pero yo no soy cruel.
Te doy una última oportunidad:
Vuelve a mi lado. Vuelve con nuestro hijo.
Y dejaré vivir a los demás.

Kai se acercó al proyector.

—No tengo nada contigo. No contigo. Ni con eso que estás creando. Yo no fui parte de eso. Me robaste. Me violaste. Me destruiste. Pero no me ganaste.

Ester sonrió. Fría.

—¿Eso crees? Entonces observa.

La imagen cambió.

Un grupo de rebeldes capturados aparecía en celdas herméticas, con tubos conectados a sus brazos. Jóvenes. Algunos de los que habían sido despertados… otros, nuevos.

—Tengo lo que necesito —dijo Ester, acariciando su vientre—. Este es solo el principio.

El mensaje se cortó.
Y las coordenadas del ataque aparecieron en la pantalla.

—Es una trampa —dijo León.

—Sí. Pero también una oportunidad —agregó Kai—. Ella está confiada. Cree que ya ganó. Podemos sorprenderla.

Lia se puso de pie.

—Entonces vamos a buscar a los nuestros. Y a terminar con esto.

Kai la miró. Con dolor. Con amor. Con gratitud.

—Gracias… por seguir aquí.

Ella lo tomó de la mano.

—Aún no estoy lista para elegir. Pero sí sé lo que debemos hacer.

Esa noche, la base rebelde comenzó a prepararse.
Las armas fueron cargadas.
Las rutas trazadas.
Y una promesa no dicha los envolvía a todos:

Nadie más sería utilizado.
Nadie más sería silenciado.
Nadie más sería arrebatado.

La guerra contra Ester…
acababa de comenzar.

El polvo marciano envolvía los trajes tácticos como un sudario rojizo. A la distancia, el antiguo laboratorio de Ester emergía como una cicatriz gris incrustada en la roca. Kai, Lia y León se miraron por última vez antes de cruzar el umbral.

—Sin margen de error —susurró León, ajustando el visor térmico.

—Y sin segundas oportunidades —agregó Lia, mirando a Kai con una mezcla de fuerza y fragilidad.

Kai no dijo nada. Solo cargó su arma. Ya no por venganza. No por redención. Lo hacía por los que aún estaban atrapados, por las verdades aún ocultas… y por el niño que quizás existía, y quizás no.

Ingresaron por el túnel de mantenimiento, el mismo que habían usado semanas atrás. El silencio dentro era casi antinatural, como si la instalación respirara por sí misma. Cada paso parecía despertar un recuerdo.

Cuando llegaron al sector Beta, donde supuestamente se encontraban los prisioneros, encontraron algo inesperado: las cápsulas estaban vacías.

—¿Qué demonios…? —murmuró León.

Kai avanzó, activando el escáner infrarrojo. El mapa del lugar había cambiado. Ester había movido todo. Jugaba con ventaja.

—Dividió las secciones —explicó Kai—. Creó un nuevo módulo. El sistema la sigue llamando “Laberinto Genesis”.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.