En las notas sutiles del olvido,
se esconde la tristeza de un adiós,
y en el compás del corazón herido,
se desvanecen los versos de dos.
Era una melodía de encanto,
la que juntos solíamos componer,
pero hoy, en el silencio quebranto,
esa música se pierde al amanecer.
Las caricias que en tu piel dibujaba,
hoy son sombras en la lejanía,
y en el eco de una voz que callaba,
se marchitan las flores de cada día.
El reloj, con su tic tac implacable,
marca el ritmo de un tiempo sin ti,
y en la partitura del amor inalcanzable,
la melancolía es el compás que rige.
La melodía del olvido suena fuerte,
recordando aquellos días de ayer,
donde éramos dos almas en un corte,
bailando juntas al compás del querer.
Pero hoy, en el vaivén de este desencuentro,
la música se ha perdido en la bruma,
y cada nota, en el viento, se deshace,
en la partitura de nuestra triste cuna.
Dejemos que esa melodía se deshaga,
y que el eco del adiós se esfume en el viento,
que nuevas notas llenen el pentagrama,
y el corazón encuentre un nuevo aliento.
Que el olvido sea solo un eco lejano,
de lo que un día fuimos y dejamos ir,
y que el amor, como una nueva armonía,
nos encuentre en un futuro por escribir.
En la sinfonía del tiempo que avanza,
donde los destinos vuelvan a coincidir,
quizás en la melodía del recuerdo,
nos encontremos y volvamos a existir.
Así, en el pentagrama de esta vida,
dejemos que fluya la melodía,
que entre encuentros y desencuentros,
el amor nos guíe hacia la alegría.