Latidos entre Cenizas

Capitulo 1 El Encuentro

La lluvia caía con fuerza sobre los ventanales del majestuoso Salón Miraflores. Era la gala literaria más esperada del año, una mezcla de intelecto, política y poder disfrazada de cócteles, vestidos largos y sonrisas fingidas.

Isabella Duarte, enfundada en un vestido negro de líneas sobrias, sostenía una copa de vino tinto sin probar. Observaba en silencio desde una esquina, con los labios apretados y los ojos fríos. Odiaba ese tipo de eventos, pero su editorial la obligó a asistir como una de sus autoras destacadas.

Había pasado años construyendo su carrera a pulso. Entre poemas desgarrados, novelas íntimas y relatos que parecían arrancados de su propia piel, se había convertido en una voz literaria potente. Pero nada de eso había servido para borrar el pasado.

—La escritora solitaria —dijo una voz masculina a su espalda—. ¿Estás evitando a los aduladores o esperando que se acerque alguien que valga la pena?

Ella giró con lentitud. La primera impresión fue un impacto silencioso. Él era alto, con un porte imponente. Vestía un traje azul oscuro perfectamente ajustado, y su presencia tenía la intensidad de alguien que estaba acostumbrado a dominar la sala sin necesidad de hablar.

—Prefiero observar —respondió Isabella sin sonreír—. A veces, lo más interesante no está en el escenario, sino en los márgenes.

El hombre sonrió levemente. —Una mirada crítica. Me gusta. ¿Eres periodista, escritora o simplemente una rebelde social?

—Isabella Duarte. Escritora. —Le tendió la mano con firmeza.

Él pareció analizar el nombre un segundo. Algo brilló en su mirada, pero fue tan rápido que Isabella no pudo interpretarlo.

—Elías Montenegro —respondió finalmente—. Empresario, inversor... y lector casual de novelas que no entiendo del todo.

Ella alzó una ceja. El apellido Montenegro la atravesó como un cuchillo invisible. Lo conocía. Lo había leído en documentos viejos, en noticias de escándalos financieros, en el expediente que su padre había dejado justo antes de morir.

Elías Montenegro. Hijo del hombre que arruinó a su familia.

No dijo nada. No lo demostraría. No aún.

—Entonces supongo que este lugar está repleto de libros que no te interesan —dijo con una sonrisa irónica.

—Puede ser. Pero tú me pareces más interesante que cualquier libro esta noche.

El comentario no la halagó. Lo tomó como una provocación, una de esas frases listas de hombres poderosos que creen que pueden encantarte con frases vacías.

—Cuidado —advirtió ella—. Algunos libros parecen inofensivos, pero tienen páginas que cortan.

Elías la miró, entre intrigado y desafiado.

—Me gusta ese tipo de libros —dijo—. Y ese tipo de personas.

Se miraron unos segundos más, midiendo el terreno. El ambiente se llenó de tensión densa, electrizante. Luego, alguien llamó a Elías desde otro punto de la sala.

—¿Nos volveremos a ver, escritora con filo? —preguntó él, retrocediendo lentamente.

—Tal vez —dijo Isabella, girando para perderse entre la multitud.

Pero mientras se alejaba, lo supo con claridad: ese hombre sería el principio de algo peligroso.

Y él, desde el otro lado de la sala, no dejó de observarla por el resto de la noche.




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