06:02 a. m.
El polvo todavía flota en el aire, cubriendo las luces de la avenida como si el amanecer se negara a llegar.
Corremos entre gritos, metal y fuego. Siento el golpe de una cadena pasar a centímetros de mi cabeza. El olor a pólvora se mezcla con el de la gasolina, y mi garganta arde.
Lince ya no espera órdenes. Sus baquetas se vuelven cuchillas; cada golpe contra un casco suena como una campana de muerte.
Yo lo sigo, esquivando sombras, pateando todo lo que se cruce.
—¡Atrás! —grita alguien detrás de mí, pero es tarde.
Un Cuervo sale de la nada y me embiste contra una pared. El impacto me roba el aire, pero también me da claridad: si no acabo esto rápido, no veré otro amanecer.
06:05 a. m.
La chica de las Serpientes aparece otra vez. Tiene un tubo cromado en las manos y su mirada sigue fija en mí. Avanza golpeando a cualquiera que se interponga… Cuervos, Latidos, no importa.
Cuando llega frente a mí, no dice una palabra. Me lanza el tubo.
Lo atrapo sin pensar. Y en ese instante sé que no está aquí para salvarme… pero tampoco para dejarme morir.
06:07 a. m.
El Cuervo Mayor sube a un carro destartalado y enciende el motor. Desde allí, grita algo que no alcanzo a escuchar… pero lo que sigue lo dice todo:
Una lluvia de botellas ardiendo cae sobre nosotros. El asfalto se cubre de fuego. El calor me empuja hacia atrás, y entre el humo, alcanzo a ver a los Latidos retrocediendo, no por miedo, sino para reagruparse.
06:09 a. m.
Lince se coloca a mi lado. Su rostro está manchado de sangre que no es suya.
—Esto todavía no empieza de verdad —dice, y golpea el suelo con la baqueta, marcando un nuevo ritmo.
Y ahí lo comprendo: el ritmo de guerra que escuché antes solo fue la introducción.
Lo que viene… es el solo final.