Latidos entre sombras

EL eco de las traiciones

La noche había caído sobre la ciudad como un manto espeso, cubriendo las calles con un silencio inquietante. El Consejo de Sombras se había disuelto hacía horas, pero las palabras y las miradas que se intercambiaron aún resonaban como ecos en las mentes de los presentes.

En un callejón oscuro, Kairo caminaba solo, con la capucha calada hasta las cejas. No quería que nadie lo siguiera. Sabía que dentro del consejo había voces que, aunque juraban lealtad a la alianza, ya estaban negociando con el Cuervo Mayor.

—Siempre pasa lo mismo… —murmuró para sí—. La sombra no solo está afuera… también crece adentro.

Mientras tanto, en un viejo almacén del puerto, Atenea y Lobo Gris discutían sobre los próximos pasos. El mapa de la ciudad estaba desplegado sobre una mesa, lleno de marcas rojas que señalaban puntos de vigilancia y posibles rutas de escape.

—Si atacamos de frente, perdemos —dijo Atenea, apretando el puño—. Necesitamos dividir sus fuerzas.
—Y para eso… necesitamos que alguien traicione —respondió Lobo Gris con voz grave—. No todos en la mesa de hoy estaban de nuestro lado.

En otra parte de la ciudad, el Cuervo Mayor recibía un informe de un infiltrado. Su voz era un susurro venenoso mientras acariciaba la jaula de un cuervo real.
—Entonces… ya hay grietas. Perfecto. Dejen que la desconfianza haga su trabajo.

Esa noche, tres mensajes distintos salieron volando hacia diferentes manos: uno prometía poder, otro venganza, y el último… redención. Ninguno era completamente cierto.

Pero en la oscuridad, la mentira y la verdad se parecen demasiado.




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