Latidos entre sombras

Llamas en la Noche

La ciudad dormía… o al menos eso parecía. Desde lo alto de una azotea, León observaba las calles como un depredador al acecho. El viento nocturno le agitaba la chaqueta, y cada farola parpadeante parecía marcar un compás de tensión.

—Movimiento en el sector sur —susurró Raven por el comunicador—. Tres camionetas… y no son de patrulla.

En cuestión de segundos, las alarmas internas del grupo se encendieron. El “Consejo de Sombras” había aprobado el plan hace apenas unas horas, y ahora, sin previo aviso, el enemigo parecía contraatacar.

En el callejón cercano, Lince afilaba sus cuchillos, sin dejar de sonreír con esa calma perturbadora.

—¿Hora de bailar? —preguntó, girando uno de los filos entre los dedos.

—Hora de encender la música —respondió León, activando la señal.

Entonces, todo pasó al mismo tiempo: las camionetas se detuvieron bruscamente, las puertas se abrieron y un grupo de encapuchados armados descendió, iluminados por las luces intermitentes de la calle. Sin esperar órdenes, Fuego, el especialista en explosivos, lanzó una bengala al cielo. El rojo encendido bañó las paredes y las siluetas, y la noche dejó de ser silenciosa.

Desde los tejados, flechas incendiarias comenzaron a caer como lluvia mortal. El olor a humo y pólvora cubrió el aire. Los encapuchados respondieron con ráfagas de balas, pero la confusión ya estaba sembrada.

—¡Cúbranse! —gritó Raven, mientras derribaba a dos enemigos con disparos precisos.

León, con un salto ágil, descendió al asfalto y se abrió paso entre las chispas y el caos. Su objetivo estaba claro: llegar al líder enemigo antes de que escapara. Pero en medio del fuego cruzado, una figura inesperada emergió… una mujer de abrigo largo y mirada afilada, que parecía reconocerlo.

—Nos volvemos a ver, León —dijo, sonriendo como si estuvieran en una fiesta privada.

El rugido de una explosión interrumpió el momento, y la calle se iluminó con llamas que se extendían como bestias descontroladas. El plan del Consejo estaba en juego… y quizá también la vida de todos.




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