"septiembre 10, 2015. Los Ángeles, California"
La casa, que siempre había estado llena de risas y colores, ahora parecía vacía. No por la falta de muebles ni de objetos, sino por la sensación de que algo se estaba desvaneciendo en el aire, algo irremediable. Mis padres estaban en la sala, sus rostros serios, como si la conversación ya hubiera tenido lugar mucho antes de que yo entrara en la habitación.
—Violet, tenemos que hablar —dijo mi mamá, su voz suave, pero firme. Era como si el peso de la decisión ya la hubiera agotado.
Mi corazón latía tan fuerte que casi podía escucharlo en mis oídos. Sabía lo que venía. Lo temía.
—¿Qué pasa? —mi voz sonaba temblorosa, aún intentando no creer que lo que estaba por decirse era real.
Papá me miró desde su sillón, sus ojos cansados, pero decididos.
—Violet, tu madre y yo hemos hablado mucho sobre esto —empezó él, frotándose la barbilla con la mano—. Creemos que lo mejor para ti es que vayas a Wyoming.
Mis piernas flaquearon un poco, y aunque intenté mantenerme firme, un nudo en mi garganta me hizo tragar con dificultad.
—¿Wyoming? ¿Qué? ¿Por qué? —la pregunta salió de mis labios antes de que pudiera detenerla, el dolor ya comenzando a asomarse en mi voz.
Mi mamá se acercó a mí, tocando mi brazo con suavidad, pero su toque solo me hizo sentir más distante.
—Queremos que estés en un lugar tranquilo, donde puedas pensar, sin presiones. Tus abuelos vivían allí, Violet, y aunque ellos ya no están, el rancho sigue siendo un buen lugar. Lo necesitas. —Su voz era dulce, pero la gravedad de sus palabras me aplastaba.
No entendía. No quería entender.
—¿Están... están diciéndome que me envían a vivir allí sola? —mi voz se quebró al final, como si me doliera más que nunca hablar en voz alta.
Papá asintió.
—Es por tu bien, cariño. Sabemos que es difícil, pero es lo mejor. Ya has estado demasiado tiempo en la ciudad, y necesitamos que te tomes un respiro, que pienses en tu futuro.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, aunque traté de evitar que cayeran. Sentía que el mundo se me caía encima. ¿Por qué no podían entender lo que esto significaba para mí?
—No quiero ir, papá. No quiero... —las palabras se atascaban en mi garganta. Mi mente me decía que no debía llorar, pero mi corazón ya no podía resistir el golpe.
Mi mamá suspiró y me abrazó, su rostro cercano al mío, pero yo no podía sentir consuelo en su cercanía.
—Lo sé, cariño, pero esto es lo mejor. A veces, tenemos que hacer cosas difíciles para crecer.
El abrazo de mi mamá solo aumentaba mi dolor. ¿Cómo se podía esperar que aceptara esta decisión sin más? Wyoming era un lugar distante, frío, ajeno, donde las flores no crecían como en Aspen, donde todo parecía tan... diferente.
—Voy a estar sola allá. ¿Y qué pasa con todo aquí? —pregunté, mi voz ahora rota.
Papá se levantó del sillón y se acercó, poniendo una mano en mi hombro.
—Nosotros siempre estaremos aquí para ti, Violet. Pero esto es lo que necesitas. Este cambio te ayudará más de lo que crees.
La última vez que estuve en Wyoming tenía solo cinco años. No recordaba nada de aquel lugar. Solo el sonido de las caballos y la imagen difusa de mis abuelos. ¿Cómo podía ser ahora mi hogar?
Me alejé de sus manos, con las lágrimas desbordándose finalmente.
—No quiero ir. —Fue lo único que pude decir, antes de perderme en el eco de mi dolor.
La habitación que compartía con mi madre ya no parecía la misma. Todo había cambiado desde que nos dieron la noticia de mi embarazo. A pesar de que estaba rodeada de cosas familiares, no podía evitar sentirme como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar.
Mis padres habían hablado mucho entre ellos, y ahora yo tenía que enfrentarlos. Sentía el peso de sus miradas, la preocupación que se cernía sobre nosotros como una sombra.
—¿Es por el embarazo, verdad? —pregunté, la voz rota y baja, mientras mis ojos se mantenían fijos en el suelo. No me atrevía a mirarlos.
Mi mamá se quedó quieta por un momento, sin saber qué responder. Finalmente, soltó un suspiro profundo, mientras mis papás intercambiaban miradas.
—Violet… —empezó mi madre, su tono suave pero cargado de un dolor que no quería admitir—. Sabemos lo difícil que ha sido todo. No podemos ignorar lo que está pasando.
Mi respiración se aceleró al escuchar esas palabras. El nudo en mi pecho se hizo más grande.
—No quiero ir, mamá. No quiero estar lejos de todo esto —respondí, con una mezcla de rabia y tristeza, mis ojos ahora mirando fijamente a mi madre, buscando una respuesta que no llegaba.
Papá suspiró y se acercó, dejando que el silencio se alargara un poco más antes de hablar.
—Violet, no es solo el embarazo. Lo que importa es que necesitas tiempo para pensar, para encontrar paz. Wyoming es un lugar apartado, tranquilo. Allí podrías concentrarte en lo que realmente necesitas.
#2040 en Otros
#31 en No ficción
#5318 en Novela romántica
vaqueros viejo oeste, vaquero, romance acción aventura drama celos amor
Editado: 22.02.2025