Esa noche, cuando el sol comenzó a esconderse detrás de las montañas y el cielo se tornó de un color naranja intenso, me senté en el porche de la casa de los abuelos. Había algo inquietante en mi mente, algo que no podía sacarme de la cabeza desde que Caleb apareció frente a mí esa tarde. La imagen de su figura alta y su mirada tan fría seguía clavada en mi mente, como una especie de sombra que no quería desaparecer.
Había algo en él que no entendía. No era solo la rudeza con la que me habló, ni su sarcasmo, sino esa especie de energía tensa que parecía rodearlo, como si cada palabra que saliera de su boca fuera un acto de pura incomodidad. No parecía importarle mucho lo que yo pensara, y a decir verdad, eso me molestó un poco. Pero, a la vez, había algo que me hacía sentir curiosidad. Algo que me decía que había más en Caleb McAllister de lo que estaba mostrando en ese momento.
Mientras miraba las sombras alargadas de los árboles y escuchaba el sonido de los grillos en la distancia, sentí la necesidad de hablar con alguien. Necesitaba sacarme eso del pecho, entender lo que acababa de suceder, y Clara era la persona indicada para hacerlo.
Me levanté y entré rápidamente a la casa, buscando a Clara. La encontré en la cocina, organizando unos pocos platos. Su actitud cálida y acogedora era justo lo que necesitaba después de todo lo que había ocurrido.
—Clara, ¿puedo hablar contigo un momento? —le dije, apoyándome en el umbral de la puerta.
Clara levantó la vista de su tarea y me sonrió, como siempre lo hacía.
—Claro, Violet. ¿Qué pasa? —su tono era suave y lleno de preocupación, como si ya supiera que algo me estaba molestando.
Me senté en la mesa, recogiendo las manos en mi regazo. No estaba segura de cómo contarle lo que había sucedido, pero sentía que necesitaba hacerlo. Quizás Clara podría darme algún consejo o, al menos, hacerme sentir mejor al respecto.
—Hoy conocí a un hombre... un tipo que trabaja aquí. —Comencé, nerviosa, moviendo mis dedos sobre la mesa. —Estaba sentada bajo un árbol, tratando de escribir un poco, y de repente, apareció frente a mí. Fue... raro.
Clara me miró con atención, con esa mirada tan familiar de alguien que estaba dispuesto a escuchar cada palabra, sin juzgar.
—¿Qué quieres decir con "raro"? —preguntó, mientras se sentaba a mi lado.
—Bueno, me asustó, la verdad. De la nada, apareció frente a mí, y su actitud... era tan brusca. Tan... —hice una pausa, tratando de encontrar las palabras adecuadas—. Era como si me viera como si yo fuera una intrusa. Como si no tuviera derecho a estar ahí.
Clara frunció el ceño, pero no dijo nada al principio. Parecía estar evaluando lo que acababa de decir.
—¿Cómo era? —preguntó, como si estuviera buscando más detalles.
—Era alto, con el cabello oscuro, y tenía una barba bastante desordenada. —Suspiré, recordando su actitud fría y distante. —Y lo más raro es que no parecía interesado en darme una bienvenida, ni una sonrisa. Nada de eso. Fue como si me estuviera haciendo un favor al hablarme.
Clara se quedó pensativa por un momento, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y comprensión. Luego, levantó la vista, como si hubiera recordado algo.
—Eso suena como Caleb McAllister. —dijo finalmente, su tono más suave.
—¿Caleb McAllister? —repetí, sorprendida. No había escuchado ese nombre antes. —¿Quién es él?
Clara asintió lentamente, como si ya hubiera anticipado mi pregunta. Luego, se recostó en el respaldo de la silla y cruzó los brazos.
—Caleb es el dueño del rancho más grande de Wyoming. —Explicó. —Lleva años manejando ese rancho, que es enorme, y es... complicado. No es alguien con el que muchos se lleven bien, pero también es uno de los mejores en lo que hace. Aunque, te lo diré, su forma de ser no es fácil de manejar.
Mi mente procesaba la información lentamente, pero aún había algo que no entendía. ¿Por qué alguien tan... desagradable, por decirlo de alguna manera, seguiría trabajando en un lugar como este? No encajaba con la atmósfera tranquila del rancho.
—¿Por qué es así? —le pregunté, un poco más tranquila ahora que tenía respuestas, aunque aún sentía una extraña inquietud en mi pecho. —¿Por qué es tan... rudo?
Clara suspiró y se inclinó hacia adelante, colocando una mano sobre la mesa.
—La vida no siempre ha sido fácil para Caleb, Violet. —dijo, mirando al suelo por un momento antes de volver a fijar la mirada en mí. —Perdió a sus padres cuando era joven, y desde entonces ha tenido que cargar con muchas responsabilidades. No es alguien que se abra fácilmente, pero si tienes la paciencia para conocerlo, verás que no todo es lo que parece.
Su respuesta me dejó pensando. Caleb había perdido a sus padres. Tal vez eso explicaba su actitud tan dura, su forma de protegerse del mundo, pero eso no cambiaba lo que había sentido cuando lo vi por primera vez. Sin embargo, algo en mi interior me decía que debía seguir siendo paciente, que debía darme la oportunidad de conocerlo mejor antes de juzgarlo.
—Entonces, ¿es normal que sea tan... distante? —pregunté, buscando una confirmación en Clara.
—Sí. Es como un muro que se ha construido para protegerse. La gente que crece en un lugar como este, sin demasiadas personas en quienes confiar, tiende a volverse así. —Clara me miró de nuevo con una sonrisa cálida. —No te preocupes. Si quieres, podrías darle tiempo, quizás te sorprenda.
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Editado: 22.02.2025