Cuando Tomás y Carla se fueron, el porche del rancho quedó en un silencio incómodo, como si todo el aire se hubiera detenido un momento. El cielo comenzaba a oscurecer, y las primeras estrellas comenzaban a asomarse entre la oscuridad creciente. Violet se quedó allí, mirando al frente, pero no dijo nada. Ni una palabra. Ni un suspiro.
Caleb estaba al margen, no del todo cerca de ella, pero tampoco lo suficientemente lejos como para no percatarse de la tensión en el aire. Sabía que había algo en ese momento que no encajaba, pero no podía decir con certeza qué era. Al final, todo parecía volver a la normalidad, como si las palabras de Carla y la mención del bebé se desvanecieran en el aire. Pero el silencio seguía ahí.
Caleb caminó hacia una silla cerca del porche, y vio cómo Violet mantenía la vista fija en algún punto lejano, como si la pradera misma la estuviera llamando, pero no quería escuchar.
—¿Qué pasa, bichito? —dijo Caleb finalmente, quebrando el silencio con su tono áspero y directo, como si no le importara lo que pudiera estar sucediendo en su interior. "Bichito", como él la llamaba, un apodo que parecía no tener mucho sentido, pero a él le gustaba usarlo. Le daba una sensación de control, aunque eso fuera lo último que realmente tuviera sobre ella.
Violet no respondió al principio. Se mantuvo quieta, mirando la extensión del campo frente a ellos, sin dirigirse a Caleb ni un solo vistazo. Caleb dejó escapar un suspiro, sabiendo que este tipo de situaciones siempre lo ponían a prueba. Estaba acostumbrado a los silencios incómodos, pero no a estar tan cerca de ellos, no cuando se trataba de una chica tan... diferente.
—¿Estás molesta por lo que dijo Carla? —preguntó él con tono indiferente, sin rodeos. Estaba acostumbrado a ser directo, aunque a veces eso sonara grosero, pero Violet no era como las demás personas que solían hacer preguntas complicadas. Ella no le daba rodeos a nada, pero a veces sus silencios decían más de lo que él podía manejar.
Finalmente, Violet giró la cabeza lentamente hacia él, su mirada aún distante pero decidida.
—No es eso —dijo, su voz tranquila pero cargada de algo que Caleb no pudo identificar—. Solo... me incomoda hablar de eso. —Miró hacia abajo, tocando los bordes de su vestido con las manos, como si estuviera buscando alguna manera de mantenerse ocupada para no sentirse tan vulnerable. —Es algo que no quiero pensar todo el tiempo.
Caleb frunció el ceño y cruzó los brazos, observando la frágil figura de Violet con algo que no pudo entender en su mente.
—No te preocupes por lo que los demás piensen —dijo él, con la dureza que lo caracterizaba. —Este es mi rancho. Aquí nadie te va a juzgar por nada.
Violet lo miró fijamente, casi desafiándolo con sus ojos azules. Pero antes de que pudiera hablar, Caleb siguió:
—Yo soy el último que tiene derecho a decirte qué hacer o qué no hacer. Pero si estás buscando consuelo, no lo vas a encontrar aquí —dijo, sin compasión, pero con una extraña sinceridad. Caleb no entendía de consuelos ni de palabras bonitas. La gente a su alrededor solía ser directa, cruda, y él se había criado entre esas paredes de dureza.
Violet permaneció en silencio unos momentos, procesando sus palabras, y luego volvió a mirar al horizonte. No estaba buscando consuelo, ni siquiera estaba buscando respuestas. Solo quería sentirse tranquila, y por alguna razón, este lugar le traía algo de paz, aunque no lograra entender todo lo que sucedía dentro de ella.
—Lo sé —dijo Violet finalmente, después de una larga pausa. —Pero aún así, no es fácil.
Caleb asintió, dándose cuenta de que había algo más en su tono, algo más profundo. Aunque no lo admitiera, Violet estaba pasando por algo que él no podía comprender, pero que, de alguna manera, se hacía evidente en la forma en que se mantenía callada, como si estuviera luchando contra una tormenta interna que solo ella podía sentir.
—A veces las cosas no son fáciles, bichito. —Caleb se recargó en la silla con los brazos cruzados, mirando al frente mientras el viento soplaba suavemente. —Pero no es como si tuviera mucho que ofrecer en ese aspecto. Yo... no soy un experto en consuelos.
Violet, sin embargo, no buscaba consuelo. Sabía que Caleb no era de esas personas que dijeran las palabras correctas. De hecho, las palabras que salían de su boca solían ser más ásperas que cualquier otra cosa.
—Lo sé —respondió Violet, esta vez con un suspiro. —No estoy buscando consuelo. No quiero que nadie me diga que todo estará bien. Solo... necesito un poco de paz.
Silencio.
Caleb no dijo nada más, como si todo lo que acababa de decir ya estuviera flotando en el aire. Sabía que no podía hacer mucho, y Violet lo sabía. No podían cambiar lo que había pasado, ni lo que sucedería en el futuro. Lo único que tenían era el momento, y ahora, en ese momento, todo lo que podía ofrecer era su silencio.
Violet finalmente se levantó, sus ojos aún reflejando una tristeza que no podía esconder. Caleb la observó de reojo, sin saber cómo reaccionar, pero algo en su interior le decía que había algo más, algo que él no entendía completamente.
—Gracias por... no decirme lo que quiero escuchar —dijo Violet, ya con la espalda girada hacia él. —Es raro, pero lo prefiero así.
Caleb asintió sin decir nada, porque, al final, esa era la respuesta que siempre había dado. Cuando se trataba de ella, no había mucho más que agregar.
Editado: 18.03.2025