Los días pasaron en el rancho, y aunque Violet no lo admitiría en voz alta, se había acostumbrado, en cierta forma, a la presencia esporádica de Caleb. Sin embargo, desde su último encuentro en el porche, no lo había vuelto a ver.
Al principio, no le dio mucha importancia, pero con el paso de los días, empezó a preguntarse si había hecho algo para incomodarlo o si simplemente estaba demasiado ocupado con sus asuntos.
—Seguramente tiene cosas más importantes que hacer que venir aquí —murmuró para sí misma, encogiéndose de hombros mientras caminaba por la casa.
El día era tranquilo, y después de ayudar a Carla con algunas cosas, decidió explorar un poco más la casa. Hacía años que no recorría cada rincón, y la curiosidad la llevó a subir por las viejas escaleras que llevaban al ático.
Empujó la puerta con un leve crujido y sintió el olor a madera envejecida y polvo flotando en el aire. La luz se filtraba por una pequeña ventana, iluminando las cajas apiladas y los muebles cubiertos con sábanas blancas.
Dio un par de pasos, sintiendo el suelo crujir bajo sus pies, y comenzó a revisar los objetos con una sonrisa nostálgica.
Había libros viejos, juguetes de su infancia, pinceles y acuarelas secas, recuerdos de cuando pasaba los veranos en la granja de sus abuelos. Tocó con cariño la vieja mecedora de su abuelo, donde solía sentarse a contarle historias.
Pero entre todo aquello, algo llamó su atención.
Sobre una pequeña mesa, cubierta de polvo, encontró un libro de cuero envejecido. La tapa era gruesa y gastada, con grabados apenas visibles por el tiempo. Lo tomó entre sus manos, sintiendo el peso de los años en él.
—¿Qué es esto? —susurró, limpiando con cuidado la cubierta con los dedos.
No recordaba haberlo visto antes. Lo abrió lentamente, sintiendo el crujido de las páginas al moverse. La caligrafía en su interior era elegante y antigua.
Era un diario.
Las primeras páginas estaban llenas de palabras escritas con tinta desvaída, como si alguien hubiera contado su historia en aquellas hojas.
Violet frunció el ceño, su corazón latiendo con curiosidad y un extraño presentimiento.
Algo le decía que ese diario guardaba secretos que habían estado esperando ser descubiertos.
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Editado: 22.02.2025