Violet se quedó en silencio por unos momentos, como si estuviera pesando la propuesta. Caleb no esperaba que aceptara tan fácilmente, pero algo en su interior, algo que no comprendía del todo, se alivió cuando finalmente ella asintió con un leve suspiro.
—Está bien. Iré —dijo, con la voz menos quebrada de lo que él había anticipado, aunque todavía tenía ese tono de desgana que siempre la acompañaba.
Caleb asintió de forma rápida, sin mostrar mucha emoción, como siempre. Sus ojos se fijaron en el horizonte, en las montañas que se oscurecían con el caer de la tarde. Algo en su pecho dio un pequeño brinco, aunque no le prestó demasiada atención. Era una sensación rara.
—No es que me importe mucho, pero... —comenzó a decir, su tono sarcástico como siempre—, la feria en el condado de Johone es un evento que se hace cada año. Y aunque no lo creas, a la gente le gusta ir a ver los animales, montar en esos carritos viejos y hasta a veces apostar por un toro. —Hizo una pausa, mirando a Violet con desdén, como si esa fuera la razón por la que él iba—. Yo no soy mucho de esas cosas. Pero es lo que hay por aquí.
Violet, por otro lado, lo miraba atentamente. A pesar de su actitud fría, algo en su tono la hizo sentir como si estuviera tratando de abrirse, aunque fuera solo un poco. Y ella, por alguna razón, sentía que debía escuchar.
—Nunca he ido a una feria —confesó Violet, al fin dejando escapar una risa suave, casi irónica—. No desde que tenía cinco años, al menos.
Caleb la miró de reojo, su expresión severa no cambiaba, pero no pudo evitar preguntar, aunque fuera sin mucha convicción.
—¿De verdad? Qué raro... —dijo, con un tono tan seco que podía cortar el aire—. Aquí en Wyoming, las ferias son lo más cercano a algo emocionante que tenemos. Pero bueno, las montañas y el ganado no son para todos. Y esas ferias, son como el centro de la diversión para la gente de por aquí. La comida... —hizo una mueca, como si estuviera recordando el mal sabor de algo—, el algodón de azúcar, los aros de cebolla, y esa mierda que nadie debería comer. Pero si te gustan los animales, puedes ir a ver la competencia de caballos, y, claro, los rodeos. Hay toros, ya sabes.
Violet levantó una ceja, intrigada, aunque no lo dejaba ver demasiado. Aunque él intentaba disimularlo, algo en su voz sonaba diferente. Como si de alguna manera le estuviera mostrando una parte de él, sin querer. Ella no podía entender del todo por qué, pero algo le decía que Caleb no disfrutaba de esas cosas, no de verdad.
—¿Y tú qué vas a hacer en la feria? —preguntó Violet, medio divertida, medio curiosa.
Caleb la miró fijamente por un instante. Su mirada era como un hielo cortante, pero hubo algo en su rostro que reflejaba una leve incomodidad, como si esa pregunta no fuera la que esperaba. Sin embargo, respondió con la dureza de siempre.
—Probablemente estaré con los caballos o algo así... —dijo con desdén, evitando el contacto visual—. La gente se me acerca para pedir consejos sobre cómo entrenar a sus animales. Yo les digo lo que tienen que hacer y ya. No me gusta estar en medio de las multitudes. Es todo... muy... ¿cómo decirlo? Vacío. No soy de quedarme mucho tiempo en lugares llenos de gente. Pero igual, si tienes ganas de ver algo, la feria no es lo peor.
Violet dejó escapar una pequeña risa, como si fuera la primera vez en mucho tiempo que algo realmente le causaba gracia.
—¿Te acosan por consejos sobre animales? —preguntó, con una sonrisa ligera, aunque no era una burla, sino más bien una forma de entender el mundo que Caleb intentaba mostrarle.
Caleb la miró de nuevo, esta vez más desconcertado por la forma en que Violet había reaccionado. No estaba acostumbrado a que alguien se riera de sus comentarios, mucho menos que se tomara algo tan serio de él de manera tan ligera.
—Sí, bueno, parece que la gente piensa que soy una especie de experto solo porque tengo un rancho... —respondió con un tono aún más cortante, pero ya había algo de resignación en sus palabras. No era tan insensible como quería aparentar—. No me molesta, en realidad. A veces es más fácil que las personas te dejen en paz si haces lo que te piden. Aunque, si soy sincero, me gustaría estar lejos de todos ellos. No soy precisamente un hombre de multitudes.
Violet se quedó en silencio, observando cómo él luchaba con la incomodidad de sus propias palabras. No podía evitar sentir una extraña simpatía por él en esos momentos. Caleb nunca lo mostraría, pero había algo en su voz que hacía que todo fuera más humano. A pesar de su dureza, a pesar de esa fachada fría, él no era completamente ajeno a los sentimientos. Algo en sus palabras le hizo entender que también había algo dentro de él que no encajaba con lo que pretendía ser.
—Entiendo —dijo finalmente, con una ligera sonrisa—. No soy fan de las multitudes tampoco.
Caleb no sabía cómo responder. Su actitud era la misma de siempre, pero por dentro algo había cambiado. La atmósfera entre ellos ya no era tan pesada como al principio. Había algo en Violet que lo hacía pensar, aunque intentara negar lo que sentía.
—Bueno, ya que vamos a ir, ¿tienes alguna preferencia? —dijo él, con ese tono distante, pero un poco menos tenso. No sabía si realmente le interesaba, pero algo le decía que debía seguir con la conversación, aunque fuera por el momento.
Violet se encogió de hombros, dejando escapar un suspiro.
Editado: 18.03.2025