Lavanda Y Cuero

CAPITULO 26

La camioneta de Caleb rugió mientras avanzaba por el camino polvoriento que llevaba al condado de Johone. Violet se acomodó en el asiento del pasajero, mirando por la ventana el vasto paisaje de Wyoming. Los prados se extendían interminablemente, y algunos caballos pastaban tranquilos a lo lejos. La luz del atardecer bañaba el lugar, dándole una calidez extraña, que de alguna manera la hacía sentir más conectada con el lugar.

En la radio sonaba una canción que Caleb había puesto sin siquiera preguntarle, el tipo de música que era casi un himno para los vaqueros del condado. La guitarra rasgaba con fuerza, mientras la voz rasposa del cantante cantaba sobre las tierras vastas y los días de arduo trabajo con el ganado.

"Back in the saddle again..."

Violet dejó escapar una pequeña risa al escuchar las letras, que aunque le parecían simples, tenían una melancolía especial que la envolvía. Miró a Caleb, que estaba completamente concentrado en el camino, sus manos firmemente sujetando el volante. Él ni siquiera parecía notar que estaba sonando música, y si lo hacía, probablemente lo hacía por costumbre.

—No pensé que escucharías algo como esto —comentó Violet, observando cómo las ruedas de la camioneta levantaban polvo mientras avanzaban—. Es... peculiar.

Caleb la miró de reojo, con esa mirada que nunca cambiaba, como si estuviera siempre calculando algo.

—No tengo mucho tiempo para escuchar "música elegante" —respondió, con su voz seca y casi desinteresada—. Esto es lo que hay por aquí. Y te lo aseguro, es mucho mejor que lo que la gente escucha en las ciudades. ¿No te gusta?

Violet levantó una ceja y se encogió de hombros.

—No está mal. Aunque no sé si me acostumbraré. Pero no suena tan mal... —dijo, sonriendo ligeramente, mientras volvía a mirar el paisaje. De pronto, sus ojos se posaron en el remolque detrás de la camioneta, donde un caballo blanco trotaba tranquilamente. Caleb había mencionado algo sobre una competencia, pero no había quedado claro qué era exactamente.

—¿Ese caballo es para la competencia? —preguntó Violet, curiosa, señalando al animal.

Caleb asintió brevemente, sus ojos fijos al frente.

—Sí. La competencia de doma. A veces me invitan a participar. Este es un buen caballo, lo estoy entrenando para eso.

Violet no pudo evitar sentirse sorprendida. Sabía que Caleb estaba acostumbrado a trabajar con ganado, pero jamás lo había imaginado participando en una competencia de doma de caballos. No era algo que él pareciera disfrutar o, al menos, no algo de lo que hablara mucho.

—¿Sabes domar caballos? —preguntó, mirando al remolque con una mezcla de fascinación y sorpresa.

Caleb le lanzó una mirada rápida, y Violet no pudo evitar notar el leve destello de orgullo en sus ojos, aunque lo ocultara rápidamente.

—Sí, ¿por qué? —respondió con su tono usualmente seco, pero había algo en su respuesta que denotaba un leve atisbo de vanidad.

—No lo sé... no te imagino en esas cosas —dijo Violet, con una sonrisa burlona, como si intentara desafiar su actitud tan seria—. Pero supongo que, si eres tan bueno con los toros, probablemente también lo seas con los caballos.

Caleb la miró brevemente, sin perder el control de la camioneta, pero Violet pudo notar que se tensó un poco.

—Lo soy —contestó, con una voz más fría de lo habitual—. Los caballos son diferentes. No son tan... impredecibles como los toros. Pero no creas que cualquiera puede hacer esto. No es solo montar, es tener control total. El caballo tiene que sentir que tienes el mando. Y no es algo que se aprenda de la noche a la mañana.

Violet no pudo evitar sentirse un poco impresionada por la confianza con la que hablaba. Caleb no era de hablar mucho, pero cuando lo hacía, sus palabras eran directas y, a veces, mordaces. A lo lejos, vio más caballos pastando, sus cuerpos brillando bajo el sol, y una sensación extraña se apoderó de ella. Recordó aquel día en que, de pequeña, un caballo la había secuestrado, llevándola a un prado lejano, como si el animal entendiera algo que ella misma no sabía. Siempre había tenido una conexión con los caballos, algo especial.

—Yo también he montado caballos —comentó Violet, bajando la mirada hacia sus botas de cuero, que hacía tiempo no se ponía, pero que ese día le parecían apropiadas para el lugar—. Aunque no soy tan buena como tú, supongo. Siempre me han gustado, incluso cuando era pequeña. Un caballo me... llevó a un prado una vez. Como si fuera su dueño, no sé.

Caleb la miró con un ligero interés, algo raro en él. La gente no solía hablarle de esa manera, sin la barrera de la indiferencia. Pero no dijo nada al respecto, solo giró su vista nuevamente al frente y, en un tono que solo él podía hacer sonar tan seco, respondió:

—Eso suena... interesante. Pero no te hagas muchas ilusiones. Los caballos no siempre son tan... confiables. Uno puede pensar que tiene el control, pero en cualquier momento, ese animal puede tirar todo por la borda.

Violet se encogió de hombros, con una sonrisa tranquila. Le gustaba cómo Caleb, a pesar de su actitud fría y distante, mostraba una capa de vulnerabilidad en sus palabras.

—No te preocupes, Caleb. Sé que no soy experta, pero puedo sostenerme en una silla por un rato.




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