Lavanda Y Cuero

CAPITULO 29

El aire se había llenado de un zumbido electrificado mientras la competencia se preparaba para comenzar. Los vaqueros estaban en sus puestos, afinando los caballos y comprobando las armas. Violet observó la escena desde su lugar en la primera fila, como Caleb le había pedido. Aunque su presencia allí no dejaba de sentirse incómoda, había algo en la forma en que la miraba que hacía que, de alguna manera, se sintiera un poco más tranquila.

Caleb, de pie junto a su caballo, ajustaba las riendas y parecía sumido en sus pensamientos. Su rostro serio y su postura rígida mostraban que estaba completamente concentrado en lo que estaba por venir. Violet no podía evitar sentir algo de admiración por él, aunque no quisiera admitirlo.

—Siéntate aquí —dijo Caleb en su tono cortante, señalando el banco vacío a su lado mientras él se dirigía hacia el área de preparación. Sus palabras fueron secas, pero al menos no estaba solo.

Violet, después de unos segundos de duda, se acomodó en el banco, observando cómo la gente comenzaba a tomar sus lugares alrededor de la arena. Aunque sentía el calor de la multitud, la presencia de Caleb, aunque distante, le brindaba una extraña sensación de seguridad.

No pasó mucho tiempo antes de que James, con su sonrisa de siempre, apareciera y se sentara a su lado. Violet suspiró, pero no dijo nada. James, por otro lado, parecía más que feliz de estar ahí, junto a ella, ignorando completamente la barrera que había entre ellos.

—¿Te sientes lista para ver un poco de acción, Violet? —preguntó James, acomodándose en el banco como si ya fuera su lugar habitual.

Violet intentó no mostrar su incomodidad, pero James seguía acercándose cada vez más. No quería ser grosera, pero su actitud invasiva la hacía sentir atrapada.

—No estoy segura de qué esperar —respondió, forzando una sonrisa.

—Te prometo que será emocionante —dijo James con una sonrisa traviesa, observando a Caleb a lo lejos. Él estaba cerca de su caballo, poniéndose un sombrero vaquero que le daba un toque aún más rudo—. Aunque... tal vez no tanto como lo que sucede entre tú y Caleb, ¿no?

Violet lo miró, confundida por el comentario.

—¿Qué quieres decir? —preguntó, aunque ya se imaginaba la respuesta.

James soltó una risa, sin vergüenza alguna.

—Oh, vamos, ¿acaso no lo has notado? Hay algo entre los dos —comentó, levantando una ceja, como si la estuviera desafiando—. Caleb nunca trae a chicas a estos lugares. Es demasiado serio para eso. Pero aquí está, con una, y no solo eso, sino que parece que hasta le presta atención.

Violet sintió un nudo en el estómago. No sabía si sentía vergüenza o simplemente incomodidad, pero lo último que quería era hablar de eso con James.

—No sé qué quieres que diga —respondió, tomando aire para calmarse—. Caleb y yo no somos nada. Solo... vinimos juntos.

—Oh, claro —dijo James, con una risa baja y divertida—. Lo que tú digas. Pero, bueno, siempre es más interesante cuando alguien tan... inalcanzable como Caleb tiene una chica a su lado, ¿no? Deberías aprovecharlo mientras puedas. Ya sabes, los vaqueros como él no se dejan atrapar tan fácilmente.

Violet frunció el ceño, sintiendo la tensión aumentar. No sabía qué le molestaba más: la forma en que James hablaba de Caleb o cómo se sentía él mismo al respecto. Sin embargo, intentó mantener la calma y no ceder a su provocación.

—Creo que no tienes idea de lo que estás hablando —dijo con firmeza, aunque su voz no pudo evitar temblar un poco.

James la miró con una sonrisa burlona.

—Quizás. Pero, bueno, es solo una observación, Violet —respondió, como si nada—. Después de todo, lo importante aquí es la competencia. Caleb es buenísimo con los caballos y las armas, ¿sabías eso? Los demás van a tener que sudar mucho para ganarle.

Violet asintió, mirando hacia el lugar donde Caleb estaba listo para comenzar. Aunque no lo demostraba, sabía que Caleb era increíblemente bueno en lo que hacía. Su habilidad con los caballos y su destreza con el arma eran algo de lo que la gente en el condado hablaba. Y Violet no podía dejar de preguntarse cómo lo hacía para mantener esa fachada de hombre duro y distante, mientras en el fondo se notaba que había mucho más en él.

La competencia comenzó poco después. Caleb se subió a su caballo con gracia, manejando la montura como si fuera parte de él. Violet observó con atención, sintiendo cómo la emoción aumentaba en el aire. La gente se levantó de sus asientos, aplaudiendo y gritando por los competidores. El reto era claro: montar a un caballo salvaje y disparar a los blancos a medida que galopaban por la pista. Una prueba de destreza y valentía.




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