Caleb no lo pensó dos veces. En cuanto vio a Violet tambalearse levemente, la tomó en sus brazos con facilidad, cargándola como si no pesara nada.
—Shhh… —murmuró mientras caminaba con paso firme hacia su camioneta—. Tranquila, Violet.
Ella no respondió, solo escondió el rostro en su pecho, aferrándose a su camisa con manos temblorosas. Sus sollozos eran suaves, pero dolían. Dolían más de lo que Caleb estaba dispuesto a admitir.
La multitud los observaba en silencio, pero él no les prestó atención. Que miraran todo lo que quisieran.
Al llegar a la camioneta, abrió la puerta con una mano y la sentó con cuidado en el asiento del copiloto. Pero cuando intentó apartarse, Violet agarró su camisa con más fuerza.
—No me sueltes… —su voz era un murmullo roto.
Caleb se quedó inmóvil un segundo. Miró su rostro hundido en su pecho, su cabello rubio enredado, su piel todavía pálida.
Soltó un suspiro y, sin importarle nada más, la abrazó con firmeza.
—No voy a soltarte —dijo, su voz más baja, más grave—. Pero tienes que calmarte, Violet.
Ella negó suavemente con la cabeza, todavía con los ojos cerrados.
—No puedo… —susurró—. No después de… de…
Su voz se quebró. Caleb sintió un nudo apretarse en su garganta.
Apretó la mandíbula y deslizó una mano hacia su espalda, acariciándola con lentitud, como si eso pudiera absorber toda la angustia que estaba sintiendo.
—Sí puedes —afirmó, con una seguridad que ni él mismo comprendía—. Y no solo por ti… sino por el bebé.
Violet se tensó contra su pecho. Sus sollozos disminuyeron levemente, como si sus palabras hubieran llegado a la parte de ella que aún tenía fuerzas para aferrarse a algo.
—Eso es, respira hondo —murmuró Caleb, acariciándole la espalda—. No estás sola, ¿me oíste?
Violet asintió lentamente, pero no se separó.
—No lo entiendo, Caleb… —su voz era baja, dolida—. No entiendo por qué… por qué haces esto.
Él frunció el ceño.
—¿Por qué hago qué?
Ella levantó un poco la cabeza, lo suficiente para mirarlo. Sus ojos azules estaban enrojecidos, sus mejillas húmedas.
—¿Por qué me protegiste así? ¿Por qué te importa tanto lo que me pase?
Caleb sintió algo extraño retorciéndose en su interior. No tenía una respuesta clara. Solo sabía que cuando había visto a James tocándola, su cuerpo había reaccionado por sí solo. Su mente solo tenía un pensamiento en ese momento: protegerla.
—No sé, Violet… —dijo con sinceridad—. Pero lo único que sé es que no voy a dejar que nadie vuelva a tocarte sin tu permiso. Nunca más.
Ella lo miró fijamente por un instante, como si estuviera buscando algo en sus ojos.
Luego suspiró y, con un movimiento lento, volvió a acurrucarse en su pecho.
Caleb no dijo nada. Solo la sostuvo con más fuerza.
Y por primera vez en mucho tiempo, dejó que alguien se quedara cerca de él sin alejarlo.
Editado: 18.03.2025