Lavanda Y Cuero

CAPITULO 40

Violet miró el escaparate de la tienda, observando los helados que se exhibían con colores brillantes y llamativos. Un antojo extraño, casi insoportable, comenzó a invadir su mente. No era algo común, no había sido algo que se le hubiera ocurrido hasta ese momento, pero allí estaba, frente a ella, una vitrina llena de helados de todos los sabores posibles.

—¿Sabes qué? —dijo de repente, mirando a Caleb—. Me muero por un helado. Creo que me vendría bien.

Caleb la miró con una ceja levantada, como si no entendiera muy bien el entusiasmo detrás de sus palabras. La idea de un helado no parecía importar demasiado en su mundo, pero para Violet, en ese momento, era casi una necesidad.

—¿Un helado? —repitió, mirando la vitrina con indiferencia. —¿Eso es lo que quieres?

Violet asintió, una pequeña sonrisa en sus labios, pero al mismo tiempo, algo en su interior comenzó a tensarse. Las hormonas estaban jugando con ella de maneras extrañas, y lo que parecía una simple idea se convirtió en una necesidad urgente. Dio un paso hacia el mostrador, pero de repente, una sensación extraña la invadió. Sus ojos se nublaron, y antes de que pudiera reaccionar, una lágrima comenzó a caer por su mejilla.

—¿Qué pasa? —preguntó Caleb, sorprendido por la repentina reacción de Violet.

Violet no dijo nada, solo se llevó la mano a la cara y trató de secarse la lágrima, pero otra rápidamente la siguió. El anhelo por el helado se transformó en una mezcla de frustración y confusión. ¿Por qué estaba llorando? ¡Era solo un helado! Pero las hormonas no eran tan fáciles de controlar, y Violet no pudo evitar sentirse un caos de emociones en ese instante.

Caleb la observó en silencio, sin saber qué hacer. Nunca había estado cerca de una situación así. Nunca, en su vida, había visto a alguien llorar por algo tan aparentemente trivial. Estaba tan acostumbrado a mantener su fachada dura y distante, a no mostrar debilidad, que ahora, al ver a Violet llorar por un simple antojo, se sintió totalmente perdido.

—Violet... —comenzó a decir, pero su voz sonó torpe y vacilante, como si no supiera cómo abordar el momento. Miró alrededor, casi como si buscara ayuda en algún lugar, pero no había nadie a quien pedir consejo.

El llanto de Violet se intensificó un poco, aunque no era un llanto fuerte, solo una serie de sollozos suaves. La confusión y la incomodidad de Caleb crecían. Él, tan seguro en todo lo demás, no sabía cómo lidiar con esto. No sabía cómo consolarla, no sabía qué debía hacer o decir.

—No... sé por qué... —Violet sollozó entre lágrimas, tratando de explicarse, pero sus palabras se ahogaban entre los sollozos. —Es solo un helado, Caleb... ¡y no puedo... no puedo...!

Caleb, viendo que Violet no paraba de llorar, sintió una punzada de incomodidad y, por un momento, su mente quedó en blanco. ¿Qué hacía con ella ahora? No entendía por qué lloraba, no entendía esa reacción emocional tan intensa por algo tan... insignificante. Él no era el tipo de persona que solía consolar a los demás, ni sabía cómo hacerlo bien.

Entonces, en un impulso, Caleb se acercó a Violet. Sin pensarlo mucho, le pasó una mano por la espalda en un intento torpe de calmarla. Se sentó a su lado y, de alguna manera, trató de hacerla sentir mejor, aunque no tenía ni idea de cómo lograrlo.

—Violet... —dijo, su tono más suave de lo habitual, aunque todavía un tanto incómodo—. Tranquila. No tienes que llorar por esto.

Violet levantó la mirada, con las mejillas mojadas por las lágrimas, pero sus ojos brillaban por la confusión y el caos interno. Caleb, por primera vez, veía de cerca lo vulnerable que podía ser alguien, y aunque le resultaba extraño, no pudo evitar sentir un pequeño tirón en su pecho.

—Solo quiero el helado... —susurró Violet, casi avergonzada por su reacción.

Caleb se quedó en silencio por un momento, sin saber exactamente qué hacer. Pero luego, al ver la intensidad de sus ojos, algo en él cambió. Tal vez no entendiera lo que estaba sucediendo, pero sí sabía que quería calmarla. Era un sentimiento nuevo, extraño para él, pero real.

—Está bien, está bien... —dijo, levantándose con un suspiro. —Te lo traeré. Ya está. Lo que necesites.

Violet lo miró, algo sorprendida por su reacción. ¿Caleb, el hombre tan distante, tan seco, había dicho "lo que necesites"? Le dio una pequeña sonrisa tímida, y aunque su llanto aún no se había detenido por completo, algo en ella se sintió reconfortada.

Caleb regresó al mostrador, aún algo incómodo, pero con un ligero destello de determinación. Tal vez no supiera mucho sobre cómo lidiar con las emociones, pero, por primera vez, parecía que estaba dispuesto a intentarlo por ella.

Cuando regresó con el helado, Violet ya se había calmado un poco. Tomó el cono de su mano, agradecida, y le dio un pequeño suspiro de alivio.

—Gracias... —murmuró, mientras tomaba un primer bocado del helado que tanto había anhelado.

Caleb observó en silencio, sin decir nada más, pero por dentro, algo dentro de él sentía que había hecho bien. Aunque no entendiera todo lo que sucedía con Violet, sabía que este simple gesto era lo que ella necesitaba en ese momento.

El helado pareció calmar un poco a Violet, al menos por un momento. Sus lágrimas se detuvieron, y la sonrisa que comenzó a formarse en su rostro mientras disfrutaba del dulce frío hizo que Caleb se sintiera, por primera vez, un poco más en control de la situación. No sabía si estaba haciéndolo bien, pero al ver que Violet parecía más tranquila, se sintió aliviado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.