Al llegar a la casa de los abuelos de Violet, Caleb redujo la velocidad del camión mientras avanzaba por el camino de tierra que los conducía a la propiedad. La casa, grande y rodeada de árboles, parecía estar esperando, como si también estuviera al tanto de lo que había pasado en el último día. El sol comenzaba a ponerse, bañando la escena en una luz cálida y tranquila, pero el aire seguía cargado de una especie de tensión que Caleb no podía sacudir de encima.
Violet miró por la ventana, pensativa. Aunque ya se sentía más tranquila desde el incidente en la ciudad, no podía evitar sentir que algo grande se estaba gestando. Algo que no sabía si estaba lista para enfrentar. Pero lo que sí sabía era que, en ese momento, la casa de sus abuelos representaba un refugio, un lugar donde por fin podía encontrar algo de paz. Al menos por un rato.
—Llegamos —dijo Caleb, su tono habitual, seco y directo.
Violet miró a su alrededor, viendo la casa que había conocido desde pequeña. A lo lejos, vio a Carla y Tomas en el porche, esperándolos. Sonrió levemente, agradecida de estar de vuelta.
—Gracias por todo, Caleb —dijo Violet, mirándole mientras él estacionaba el camión. Caleb asintió sin decir mucho, como si esas palabras no tuvieran mucho peso para él. Pero algo en su mirada se suavizó, aunque no lo admitiera en voz alta.
—No es nada —respondió, pero su tono era más suave de lo habitual, lo cual sorprendió un poco a Violet.
Cuando el camión se detuvo frente al porche, Tomas y Carla se acercaron rápidamente para ayudar a Violet a bajar las cosas. Carla, con una sonrisa cálida, fue la primera en acercarse.
—¡Bienvenida de vuelta, Violet! —exclamó Carla, dándole un abrazo cariñoso. Aunque el abrazo fue corto, se notaba que Carla estaba feliz de verla, preocupada por ella después de todo lo que había pasado.
—Gracias, Carla —respondió Violet, su voz cálida pero un poco cansada. Sabía que estaba rodeada de gente que se preocupaba por ella, y eso la reconfortaba.
Tomas, siempre serio, se acercó después y le dio una mirada aprobatoria a Caleb, aunque no dijo nada. Caleb se quedó en la camioneta, mirando en silencio, pero al ver que Tomas no hacía comentarios, decidió no meterse en eso.
—Déjame ayudarte con las cosas, hija —dijo Tomas, mientras se acercaba al camión.
—No te preocupes, Tomas, Caleb ya se encargó de todo —respondió Violet, aunque veía que Caleb no estaba moviéndose, aún en el camión, observando.
Caleb, al escuchar a Violet, salió del vehículo lentamente, con una ligera sonrisa que no era realmente una sonrisa, pero algo en su rostro se había suavizado.
—Está bien —dijo, un poco incómodo, pero sin dar mucha importancia a la situación. Tomó algunas de las bolsas de la parte trasera del camión y las entregó a Tomas sin decir mucho más. No era de los que expresaban demasiado, pero ese gesto hablaba por él.
Violet vio cómo Tomas se encargaba de las bolsas con destreza, mientras Carla comenzaba a dirigir a Violet hacia la casa.
—Vamos, hija, te he preparado algo de comida, seguro tienes hambre —dijo Carla, mientras Violet la seguía por el camino hasta la puerta. Sin embargo, no pudo evitar mirar a Caleb, que aún estaba en el camión, mirando al suelo. Algo en su postura le hacía pensar que estaba incómodo, o al menos pensativo.
—Gracias, Carla —dijo Violet, sonriendo con cariño. Carla le devolvió la sonrisa.
—No tienes que agradecerme. Esta es tu casa, siempre. Si necesitas algo, ya sabes dónde estoy —respondió Carla, su tono lleno de sinceridad.
A medida que Violet caminaba hacia la puerta de la casa, sintió un peso en su pecho, pero también una especie de alivio. Había llegado a un lugar donde la gente la quería, a pesar de todo lo que había pasado.
Cuando entraron a la casa, Carla comenzó a preparar algo de comida rápida, y Tomas se sentó en una silla cerca de la mesa, mirando pensativamente hacia afuera. Violet se quedó de pie, observando por un momento. En la cocina, Carla estaba trabajando, pero le lanzó una sonrisa cálida.
—No quiero que te sientas incómoda, Violet —dijo Carla mientras sacaba algunos ingredientes del refrigerador—. Tomas y yo sabemos lo que estás pasando, y te apoyamos en lo que necesites. No te preocupes.
Violet sonrió levemente, agradecida, y se acercó para sentarse en una silla cercana. Aunque la situación seguía siendo complicada, saber que tenía apoyo la tranquilizaba. Por otro lado, Caleb seguía fuera, aparentemente sin ganas de entrar. Violet miró por la ventana, donde lo veía parado, con los brazos cruzados.
—¿Todo bien con Caleb? —preguntó Carla con suavidad, sin mirarla directamente.
Violet suspiró y se reclinó en la silla, observando a través de la ventana.
—No sé... no estoy segura —respondió, en voz baja. —Es complicado, pero... está aquí. Y eso es algo.
Carla sonrió y asintió, como si entendiera todo lo que Violet no decía.
—Lo que importa es que estás aquí, y que ahora te vas a sentir mejor. Todos estamos aquí para apoyarte, hija.
Violet le dio una mirada agradecida, sintiendo que por fin, en algún lugar, estaba encontrando un respiro.
Editado: 18.03.2025