Lavanda Y Cuero

CAPITULO 44

Caleb se quedó allí, de pie, mirando a Violet, como si no pudiera apartar la vista de ella. Algo en su interior, algo que ni siquiera él entendía, lo hizo sonreír inconscientemente. Era una sonrisa pequeña, casi imperceptible, pero lo suficiente como para sorprenderlo. De inmediato, un pensamiento lo paralizó. ¿Qué demonios estaba haciendo? No era así. No era él.

Violet, ajena a la lucha interna de Caleb, se acercó un paso más hacia él, mirando la habitación con una expresión satisfecha.

—¿Te gusta de verdad? —preguntó, con una pequeña sonrisa.

Pero Caleb ya no podía pensar con claridad. Su mente se había nublado con algo que no sabía identificar, algo que lo estaba desconcertando. Inmediatamente, se recompuso, el rostro serio y distante nuevamente.

—Tengo que irme —dijo abruptamente, casi sin pensar, y giró sobre sus talones para salir de la casa rápidamente.

Violet lo observó, sorprendida, sin entender qué acababa de pasar. Pero no dijo nada, observó cómo Caleb se dirigía hacia la puerta con paso apresurado.

Caleb salió de la casa casi corriendo, sin mirar atrás, y se subió a su camioneta. Con las manos temblorosas, arrancó el motor y aceleró, buscando salir de allí cuanto antes. No entendía qué estaba pasando dentro de él, pero la confusión y la incomodidad lo atormentaban. Fue como si todo se hubiera vuelto demasiado real, demasiado cercano.

El camino hacia su casa pasó volando, y cuando finalmente llegó, se detuvo frente a la puerta, buscando alguna respuesta, alguna manera de entender qué había sentido en esa casa, en esa habitación. Sabía que alguien tenía que decirle algo. Al menos, alguien que lo entendiera.

Entró en la casa y fue directamente al cuarto de Eli, sin perder tiempo. Eli estaba recostado en su cama, con los pies descalzos y mirando al techo sin mucho interés. Cuando escuchó la puerta abrirse y vio a Caleb entrar de esa manera, no pudo evitar una sonrisa burlona.

—¿Qué te pasa? —preguntó Eli, levantándose y acomodándose en el borde de la cama. —Pareces un perro que acaba de ver un fantasma.

Caleb respiró con pesadez, intentando calmarse, pero la confusión no lo dejaba en paz.

—No sé qué me pasa —murmuró, pasando una mano por su rostro. —Es Violet... no sé... siento que algo no está bien. Como si tuviera una enfermedad o... o algo. No puedo dejar de pensar en ella, Eli. ¿Qué me pasa?

Eli se cruzó de brazos, observándolo con una sonrisa torcida en el rostro.

—¿No lo sabes? —preguntó, levantando una ceja. —Es sencillo, hermano. Te estás enamorando de ella.

Caleb lo miró con incredulidad, como si Eli acabara de decir la cosa más absurda del mundo.

—¿Qué? —respondió Caleb, sin poder creer lo que escuchaba. —No, no... Eso no tiene sentido. No me estoy enamorando de Violet. ¿Qué estás diciendo?

Eli soltó una risa burlona y se levantó de la cama, acercándose a Caleb con paso lento, como si estuviera hablando con alguien que no podía ver lo obvio.

—¿En serio, hermano? —dijo Eli, mirándolo con suficiencia. —Has estado con ella todo este tiempo, cuidándola, ayudándola, pasas horas con ella y ahora no puedes dejar de pensar en ella. ¿No te das cuenta de lo que eso significa?

Caleb frunció el ceño, cruzando los brazos sobre su pecho, como si pudiera alejar esa verdad que empezaba a molestarle.

—No, Eli. No es eso. Yo solo... yo solo la estoy ayudando. Ella está embarazada, necesita apoyo, y... —Su voz se fue apagando mientras sus pensamientos empezaban a armarse, pero él no podía aceptarlos. No quería aceptarlos.

Eli dio un paso más cerca de él y lo miró fijamente, como si estuviera viendo a través de su alma.

—Eso no es lo que está pasando, Caleb. Yo te conozco mejor que nadie, y sé que algo en ti ha cambiado. No sé cuándo sucedió, pero está pasando. Te has encariñado con ella, ¿verdad?

Caleb apretó los dientes, evitando mirar a Eli a los ojos. Sentía como si algo en su interior estuviera a punto de explotar. No podía admitirlo. No quería admitirlo.

—No —respondió de forma tajante, aunque no estaba seguro de sí mismo. —No... no me estoy enamorando de Violet. Solo... solo quiero ayudarla.

Eli sonrió, sabiendo que Caleb aún no quería enfrentarse a lo que estaba sucediendo.

—Ya lo verás. Estás en lo más profundo de esto, y no vas a poder salir de ahí. No importa cuánto lo intentes, Caleb. Ya te ha atrapado.

Caleb se quedó en silencio, sin poder responder. Algo dentro de él estaba empezando a dar vuelta, una sensación extraña que no había querido reconocer, pero que ahora, frente a las palabras de Eli, parecía más real que nunca. Y cuando finalmente levantó la vista hacia Eli, supo que tenía razón. No quería aceptarlo, pero era inevitable.

—No puedo creerlo —dijo Caleb en un susurro, más para sí mismo que para Eli.

Eli le dio una palmada en el hombro y sonrió con satisfacción.

—Bienvenido al club, hermano.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.