Lavanda Y Cuero

CAPITULO 46

Violet estaba en el granero, con la manga de su camisa remangada y un poco de heno en el cabello. Estaba concentrada alimentando a los caballos, acariciando suavemente el cuello de uno de ellos mientras le susurraba palabras tranquilizadoras.

De repente, sintió una presencia detrás de ella y, al girarse, se encontró con Caleb parado en la entrada del granero. Tenía las manos en los bolsillos y su expresión seria de siempre, aunque sus ojos delataban algo más, algo que ella no supo descifrar en ese instante.

—No te veía desde anoche —comentó Violet, sonriendo levemente mientras le daba una última caricia al caballo antes de girarse completamente hacia Caleb.

Él asintió, desviando la mirada por un segundo antes de volver a enfocarse en ella.

—Tengo algo que decirte —dijo, sin rodeos.

Violet arqueó una ceja y cruzó los brazos.

—¿Y tenía que ser en el granero? Porque aquí huele un poco a… bueno, ya sabes.

Caleb soltó una leve risa nasal, algo raro en él, y negó con la cabeza.

—No. No aquí. Quiero verte en el prado a las seis. Donde nos conocimos.

Violet parpadeó, sorprendida.

—¿El prado? —repitió, con un tono de curiosidad—. ¿Por qué ahí?

Caleb desvió la mirada por un instante antes de encogerse de hombros.

—Porque sí.

Violet soltó una risa suave, divertida.

—¿Porque sí? Esa es toda la explicación que me vas a dar, Caleb?

Él apretó la mandíbula, claramente incómodo con la conversación.

—Si quieres explicaciones, te las daré a las seis. ¿Vas a ir o no?

Violet se quedó mirándolo fijamente, tratando de descifrar qué pasaba por su mente. Caleb nunca hacía algo sin motivo. Algo estaba pasando con él.

—Está bien, iré —respondió finalmente—. Pero si esto es una trampa para ponerme a trabajar en algo, te advierto que…

—No es una trampa —la interrumpió Caleb, con un suspiro—. Solo… ve.

Dicho eso, se giró y salió del granero sin esperar más, dejando a Violet con una mezcla de confusión y expectación.

Ella miró al caballo, como si pudiera darle una respuesta.

—¿Qué crees que trame este hombre? —murmuró, rascándose la cabeza.

El caballo solo resopló y siguió comiendo.

—Sí… yo tampoco tengo idea —suspiró Violet, sintiendo cómo la curiosidad crecía en su interior.

Ahora solo tenía que esperar hasta las seis.




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