Lavanda Y Cuero

CAPITULO 50

Habían pasado varias semanas desde el regalo del estudio, y la vida en la casa de los abuelos de Violet había tomado un ritmo más tranquilo. Violet se sentaba a menudo en el porche, mirando el campo, las flores y el paisaje que tanto amaba. Su mente solía vagar mientras el sol comenzaba a ponerse, dibujando luces doradas sobre las montañas.

Esa tarde, Caleb había llegado con un vaso de jugo fresco que había preparado especialmente para ella, siempre atento a esos pequeños detalles que la hacían sentir especial. Él no era una persona expresiva, pero su cuidado, sus gestos, y su constante presencia de alguna manera hablaban más de lo que sus palabras podían decir.

—Aquí tienes —dijo Caleb, dándole el vaso con una ligera sonrisa mientras se sentaba a su lado, mirándola como si no quisiera perderse un solo segundo de su compañía.

Violet lo miró, agradecida, y aceptó el vaso con una sonrisa.

—Gracias —dijo, disfrutando del jugo refrescante, mientras su mirada se perdía en el horizonte.

El ambiente era relajado, como siempre lo había sido en las últimas semanas, hasta que el sonido de un coche patrullero interrumpió la paz de la tarde. Caleb frunció el ceño al escuchar la sirena, sabiendo que no era un visitante común. Violet también lo notó y miró a Caleb con una expresión algo preocupada.

El sheriff del pueblo se detuvo frente a la casa, bajó del vehículo y se acercó con paso firme. Caleb, aún en su silla, no se movió, pero sus ojos se fijaron en el sheriff con desconfianza.

—Caleb —dijo el sheriff, con tono serio—, vengo a hablar contigo sobre lo que sucedió con James. Necesito tu versión.

Caleb se enderezó en su silla, su rostro se endureció. Sabía exactamente a qué se refería el sheriff. Los recuerdos de esa noche y lo que había hecho para proteger a Violet seguían frescos en su mente.

—¿Qué quieres saber? —respondió, con voz grave y tranquila.

El sheriff dio un paso hacia él, como si estuviera evaluando sus palabras, luego, alzó la vista hacia Violet, que observaba desde el porche con cautela.

—Quiero saber por qué le diste un disparo a James —el sheriff lo miró directamente—. Dices que lo hiciste para proteger a Violet, pero hay algo que no entiendo. ¿Realmente vas a defender a una mujer de esa manera?

Caleb apretó los puños, su cuerpo se tensó y, por un momento, los ojos de Violet se encontraron con los de él, reconociendo la rabia en su mirada. Caleb no estaba dispuesto a permitir que nadie hablara de esa forma sobre lo que había hecho.

—¿Una mujer? —dijo, con voz que comenzaba a elevarse, mientras se ponía de pie, mirando al sheriff con furia—. ¡Es mi mujer! ¡Mi maldita mujer! Y está embarazada. ¿Eso no lo entiendes? James la estaba tocando sin su permiso, no le importó quién era ni lo que estaba haciendo. Nadie toca a mi mujer. ¡Nadie!

La rabia de Caleb era palpable, su rostro se había puesto tenso, los músculos de su mandíbula se movían con fuerza mientras hablaba. Los ojos de Violet se abrieron, sorprendidos por la intensidad de su reacción. Caleb nunca había mostrado esa pasión por nada ni por nadie antes.

El sheriff, sorprendido por la ferocidad de Caleb, dio un paso atrás. Nunca había visto a Caleb tan fuera de control, ni siquiera cuando trataban con situaciones de trabajo en el rancho.

—Lo haría de nuevo, sheriff —dijo Caleb con firmeza, sin apartar la mirada del sheriff—. Si eso significa protegerla. Y si James piensa que puede volver a hacerle algo, se va a arrepentir. Esto no ha terminado.

El sheriff no sabía cómo responder, pero antes de que pudiera abrir la boca, Violet se levantó rápidamente del porche. Al principio, tropezó un poco, sus piernas no respondían con firmeza como siempre lo hacían. Caleb la vio tambalear, y en un parpadeo, corrió hacia ella, con la preocupación pintada en su rostro.

—Violet, ¿estás bien? —le preguntó con voz urgente, mientras la tomaba por los hombros, asegurándose de que estuviera estable.

Violet intentó sonreír, pero estaba visiblemente débil, las piernas aún temblando un poco.

—Sí, solo… solo un poco de mareo —respondió, con voz suave, mientras se apoyaba en él para mantenerse de pie.

Caleb la sostuvo con firmeza, sus manos descansando en su cintura y en sus hombros, como si temiera que fuera a caerse si la soltaba.

El sheriff, al ver la escena, se quedó completamente en silencio, sorprendido. Había escuchado rumores sobre Caleb, sobre cómo se le decía que era "alérgico" a las mujeres, cómo nunca se le había visto cercano a ninguna mujer. Y ahora, aquí estaba, sosteniendo a Violet con tanta preocupación, defendiendo su bienestar con todo lo que tenía. Era algo que no esperaba ver.

Violet, aunque todavía algo débil, miró al sheriff y luego a Caleb, sonriendo débilmente.

—Estoy bien —murmuró, sin querer que él se preocupara tanto—. No te enojes, Caleb.

Caleb la miró, pero no dejó de sostenerla, su mirada aún seria y protectora.

—No me importa lo que pase, Violet. Lo único que me importa es que estés bien. No quiero que te pase nada.

El sheriff, aún desconcertado por la escena, respiró profundamente antes de hablar de nuevo.




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