El sol brillaba suavemente sobre la ciudad mientras Caleb estacionaba la camioneta frente a la clínica. Había estado tan concentrado en los pequeños detalles de la mañana, cuidando que Violet estuviera cómoda y tranquila, que el nerviosismo no lo dejó en paz ni un minuto. Desde el momento en que había comprado esos libros sobre maternidad, había estado aún más preocupado por cada pequeño cambio en ella, cada movimiento, cada palabra. No dejaba de revisar si estaba bien, si no necesitaba algo más, si todo estaba en orden. A veces, Violet se reía de él por lo excesivo que se ponía, pero él no podía evitarlo. Había algo en el hecho de ser padre que lo aterraba y lo emocionaba a partes iguales.
—Violet, ten cuidado al bajar —le dijo mientras salía del auto y le extendía la mano para ayudarla. Su voz era suave, pero su expresión no dejaba de mostrar algo de ansiedad. Aunque él trataba de disimularlo, estaba un poco paranoico. No podía evitar pensar en todo lo que podría salir mal, aunque él sabía que no tenía sentido.
Violet soltó una pequeña risa mientras tomaba su mano y bajaba del auto.
—¿Caleb? ¿De verdad me estás diciendo que tenga cuidado? Estoy embarazada, no soy una anciana —bromeó, moviendo su barriga con las manos como si fuera algo cómico, pero no podía evitar sentir una calidez al ver que él se preocupaba tanto por ella.
—Es que... no sé... no confío en que no hagas alguna locura por ahí —respondió Caleb, dejando una mano sobre su espalda para sostenerla mientras caminaban hacia la entrada de la clínica.
Violet se burló un poco, pero no dijo nada más, sintiendo la suavidad y la calidez de su mano en la suya. Caleb podía ser tenso, pero se preocupaba tanto por ella que Violet no podía evitar sentir lo especial que era tenerlo a su lado.
Cuando entraron a la clínica, un ambiente de frío profesionalismo les rodeó. Al principio, Violet se sintió algo incómoda por la espera, pero Caleb estaba aún más ansioso. Se sentaron en las sillas de la sala de espera, rodeados de otras parejas que esperaban también. Caleb no dejaba de mirar el reloj, y aunque intentó distraer a Violet con algunas bromas, él seguía mirando a cada persona que pasaba por la puerta como si fuera la suya.
—Relájate, Caleb. Es solo un rato más. Ya nos llamarán —le dijo Violet con una sonrisa, pero vio que él estaba más nervioso de lo que intentaba mostrar.
—Es que... quiero saber, Violet. Quiero saber si mi hijo está bien —dijo Caleb con una expresión más seria que nunca.
Violet lo miró, sorprendida por lo que acababa de decir, y le sonrió con ternura.
—Te va a encantar ser papá. Ya lo verás —le dijo, acariciando su mano con suavidad.
Pasaron unos minutos, pero a Caleb no le pareció que fueran pocos. Finalmente, la puerta se abrió y la enfermera llamó a su nombre.
—¡Caleb y Violet! —dijo la enfermera con una sonrisa, invitándolos a pasar.
Violet le sonrió a Caleb, quien estaba tan nervioso que apenas podía mirar al frente. Entraron en la consulta y la doctora les dio la bienvenida con amabilidad.
—Buenos días, ¿cómo se sienten hoy? —preguntó la doctora mientras les indicaba que se sentaran.
—Estamos muy emocionados. Hoy es el día —respondió Violet, con una sonrisa que no podía disimular.
La doctora les explicó lo que iban a hacer, señalando el equipo y los procedimientos para la ecografía. Caleb, aunque nervioso, se relajó un poco al ver cómo Violet seguía la conversación con tanto interés.
—Vamos a ver a tu bebé, y todo parece estar muy bien. No hay señales de problemas, lo cual es una excelente noticia —le dijo la doctora con una sonrisa tranquilizadora.
A medida que la doctora pasaba el gel frío sobre el vientre de Violet, Caleb se acercó un poco más, sin apartar la vista de la pantalla. Violet apretó su mano, sintiendo la emoción aumentar a cada segundo.
La doctora fue mostrando diferentes partes del cuerpo del bebé: la cabeza, las manos, los pies... hasta que llegó el momento. La doctora sonrió y les dio la noticia.
—¡Es una niña! —dijo la doctora con una sonrisa cálida.
Violet soltó una exclamación de felicidad y, al mismo tiempo, una lágrima escapó de sus ojos. Miró a Caleb, pero él, sorprendido, se quedó mudo frente a la pantalla. No hablaba, no respiraba, solo miraba fijamente la imagen de su hija, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.
Violet lo miró, su rostro emocionado pero también preocupado al ver que Caleb no decía nada.
—¿Caleb? —preguntó Violet, sintiendo el nudo en el estómago.
Finalmente, Caleb reaccionó. Respiró hondo y, por fin, habló, pero con una mezcla de orgullo y algo de temor.
—Es... mi hija. —Su voz tembló un poco, pero vio la pantalla como si el mundo entero hubiera cambiado de repente. Los ojos de Caleb, tan duros y fríos en el pasado, ahora brillaban con la emoción de un padre.
—Sí... es nuestra hija —dijo Violet, con una sonrisa llena de lágrimas. Estaba tan feliz, tan emocionada por todo lo que estaba sucediendo, por lo que Caleb había llegado a ser.
Caleb no podía dejar de mirar la pantalla, su mente recorriendo miles de pensamientos, y por fin dejó escapar una risa nerviosa.
Editado: 18.03.2025