Lavanda Y Cuero

CAPITULO 56

Caleb cerró el diario con delicadeza, pasando una última vez la mano por la cubierta de cuero desgastada por el tiempo y el uso. Por un momento, se quedó inmóvil, observándolo, sintiendo el peso de cada recuerdo, de cada palabra escrita por Violet, de cada momento que compartieron y que ahora vivía entre esas páginas.

Con un suspiro profundo, lo colocó sobre la mecedora, la misma que había pertenecido al abuelo de Violet, la misma donde tantas veces ella se sentó a escribir, con la mirada perdida en el horizonte mientras tejía historias con su imaginación.

Se puso de pie y caminó hasta el sillón donde Stella dormía. Su pequeña hija, con apenas seis años, parecía tan serena, tan protegida en su mundo de sueños. Caleb se inclinó y la tomó en brazos con sumo cuidado, como si fuera el tesoro más valioso que alguna vez había sostenido.

—Vamos a casa, boreguita —murmuró con una leve sonrisa.

Stella apenas se movió, acurrucándose contra su pecho, confiando plenamente en la calidez de su padre. Caleb salió del estudio con ella en brazos y echó un último vistazo antes de apagar la luz y cerrar la puerta.

La noche era fresca y el cielo estaba despejado, iluminado por miles de estrellas titilantes. Caleb miró hacia arriba y, por un instante, juró que una de ellas brillaba con más intensidad, como si le estuviera sonriendo.

Con el corazón más ligero, cruzó el patio y se dirigió a la casa, con Stella segura en sus brazos y una paz que hacía mucho tiempo no sentía.

Y en la tapa de cuero del diario, en letras grabadas con elegancia, se leía el título de la historia que él y Violet habían escrito juntos:

LAVANDA Y CUERO

Un reflejo de dos almas que, aunque opuestas, habían encontrado en su amor un lazo eterno.

Así terminaba su historia… pero en realidad, su amor viviría por siempre.




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