El amor de Caleb y Violet no fue perfecto, pero fue real. Fue construido entre torpezas y momentos inesperados, entre miradas silenciosas y promesas no dichas, entre lavanda y cuero.
Ella dejó páginas en blanco en aquel diario, no porque la historia terminara, sino porque sabía que la vida seguiría escribiéndola.
Y aunque ya no estaba físicamente, su amor quedó en cada rincón de aquella casa, en cada flor silvestre que crecía en los prados, en cada risa de Stella y en cada latido del corazón de Caleb.
Porque el amor verdadero no muere. Se transforma en recuerdos, en estrellas que guían el camino, en palabras grabadas en cuero… y en las historias que nunca se dejan de contar.
Editado: 18.03.2025