Lazo de Plata

Prólogo

— ¿Está hecho? —indagó una voz femenina 

El cuerpo del hombre se tensó al escuchar esa pregunta, la misma que le había escuchado en otras ocasiones. 

—Me complace tener el honor de informarle que todo ha sido un éxito —su voz sonaba aliviada por no tener que afrontar otra vez las consecuencias de dar una negativa. 

—¿Está seguro de ello?  

—No me atrevería a decírselo si no lo estuviera, Majestad —le aseguró—Los niños están confinados cada uno en una habitación reforzada. Y en alas diferentes del palacio, debo aclarar. 

Los labios de la mujer se estiraron hasta formar una sonrisa la cual estaba escondida de su Sasko, debido a que ella le daba la espalda. 

—Buen trabajo, Sasko. Puede retirarse y tómese un descanso. Desde ahora, yo me encargaré de esto personalmente —el hombre le agradeció e hizo una reverencia con la cabeza antes abandonar la sala. 

La regente se levantó casi de un salto de su silla para después abalanzarse sobre su Viz. Lo prendió con apuro y marcó muy torpemente el contacto de dos personas muy ansiosa. Aún no podía creerse que los tenía y debía informarlo en ese instante. 

El aparato hizo aparecer dos pantallas de luz frente a la mujer, tres puntos que rebotaban en las pantallas daban a entender que a quienes llamó no habían contestado. 

Ambos atendieron al segundo bip. 

—Alley —pronunció la imagen de la cabeza de una mujer de expresión severa—¿Cuál es la razón para que nos llamaras a estas horas? 

Alley solo podía sonreír con los ojos brillantes, no cabía en sí de la felicidad. 

No tengo tiempo para misterios, es de madrugada y tengo asuntos que debo atender mañana temprano, así que habla ya —espetó un hombre en la otra pantalla mientras volteaba los ojos. 

—Los tengo —ronroneó Alley. 

Los ojos de los demás se abrieron al mismo tiempo. 

¿Te refieres a... ? —inquirió con duda la mujer. 

—A ellos. 

Se escuchó un golpe. Ambos voltearon hacia la mujer en la otra pantalla, parecía haber entrado en shock y por consecuencia se le cayó lo que sea que tuviera en la mano. 

Son reales —murmuró la mujer—¿No crees que esto pueda ser una falsa alarma? 

—Me lo acaba de informar mi Sasko. No tienes nada de qué preocuparte, Morana —aseguró Alley. 

Se hizo un silencio en la sala, los tres monarcas solo se limitaban a observarse entre sí; meditando lo que vendría de ahora en adelante. Habían estado buscándolos por tanto tiempo, que ya empezaban a pensar que no existían y que su esfuerzo había sido en vano. 

Pero no, los tenían. Ahora podían iniciar sus planes oficialmente. 

Quiero verlos —demandó Morana. 

Ya tendremos tiempo para ello —dijo el hombre—Ahora debemos prepararnos para empezar lo antes posible, ya perdimos mucho tiempo. 

¿Creen que pongan mucha resistencia? —Morana sonaba un poco preocupada. 

—No lo creo —respondió Alley—Solo son unos niños. Serán fáciles de manipular. 




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