Cada que Tenga una Pesadilla
Sus dedos se deslizaron hacia el borde de la tela de su camisa, tragó en seco, luciendo apenado; en su cabeza se encontraba ya la idea de que ir a aquella habitación fue un error, pero ahí estaba, jalando la camisa de su hermano mayor.
—¿Puedo... Dormir contigo...? —pidió en voz baja el castaño de ojos verdes.
Su voz era algo que daba mucha pena, como si estuviera nervioso, asustado, una desesperación silenciosa que le gritaba al segundo hijo por ayuda.
Algo le decía que Laito no quería estar en su habitación ese día. Naturalmente se hubiese negado, pero su boca fue más rápida y dijo:
—Entra.
Y el rostro del menor se iluminó, agitando algo dentro de Reiji cuando su hermano, con una sonrisa exclamó:
—¡G-Gracias! —Y sin esperar otra palabra más del azabache, Laito se adentró en aquella habitación y se escondió de una vez en la cama de Reiji, entre las sábanas.
Poco juzgó el hecho de que su hermano mayor tuviera un cuarto tan aburrido, ¡Eso lo hacía el escondite perfecto!
Aquel monstruo jamás sospecharía que se había escondido en esa habitación, ¿Verdad?
¿Verdad...?
Su cuerpo tembló ante la angustiante idea que de todas formas podría encontrarlo, pero antes de que el estrés y el temor lo consumieran, escuchó la puerta del cuarto cerrarse junto a Reiji bostezando en el proceso.
El azabache no tardó en acostarse a su lado.
—Laito... —lo llamó suavemente.
—¿Sí...?
—¿Por qué has venido a mi cuarto? —preguntó Reiji, sentado y con su espalda pegada al espaldar de la cama.
Él siguió oculto por su parte, y tardó en dar una respuesta.
—Estoy huyendo de un monstruo.
La respuesta fue curiosa.
—¿Un monstruo? —cuestionó Reiji— ¿Hablas de haber tenido una pesadilla o algo así? —Frunció ligeramente el ceño.
—Algo... Algo así... Sí... Una pesadilla.
Reiji asumió que era uno de esos tantos miedos infantiles, por lo que no hizo más preguntas.
—Reiji... —ahora fue su turno de hablar— ¿Puedo quedarme a dormir mañana? —Reiji estaba por contestar pero fue interrumpido— ¿Y el día... Después de mañana? ¿Y el día después de ese? Todos los días en donde tenga pesadillas también.
Entonces, desde debajo de las sábanas, un brazo se extendió y tomó su mano, Reiji observó cómo la palma de Laito ahora estaba sobre la suya, agarrándolo, como un niño pequeño se aferraría a su adulto de confianza.
Esto era más que una pregunta, una petición; una súplica.
La personalidad estricta de Reiji quería decir que no, que esto sonaba molesto; sin embargo, otra vez su aparente boca habló por su cuenta sin hacer caso al cerebro:
—Sí, puedes hacerlo.
Esas palabras, esas simples y llanas palabras hicieron sentir lleno a Laito, cuyos orbes verdes empezaron a picar, pero a su vez, de forma rápida, se encontró reconfortado cuando su hermano mayor apretó sus manos con suavidad y se recostó a su lado, permitiéndole estar cerca de él.
Laito se tomó el atrevimiento y el abuso de pegarse más a Reiji, y utilizarlo como peluche aún estando debajo de las sábanas. No quería preocupar a Reiji si lo veía llorar, además, era tonto; de todas maneras, ya el azabache había notado el cambio irregular de su respiración.
Y sólo se resignó al abrazo. Estaba bien, alguien lo necesitaba y él debía ayudar, ¿No?
Esta era su responsabilidad.
Además, independientemente de la excusa que quiera ponerle a este suceso, no se sentía del todo mal.
Se sentía cómodo de alguna manera.
Laito se sentía cómodo, como si estar de esa forma, así, en ese momento, con ese otro niño, ya fuese suficiente para tener la sensación de estar a salvo.
Sí, sin duda alguna, vendría a dormir con Reiji mañana también.
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Palabras: 645.
Publicado: 02 de Junio de 2025.
Nota: Yo sólo quiero mucho a esos dos.