Lazos Corrompidos | 0.5

Capítulo 04

El castillo de una princesa rota

Incluso después de año nuevo Maximilian continua desaparecido. He intentado buscarlo en algunas ocasiones, incluso me he quedado dormida en el salón, pero él nunca aparecía. Eva había estado visitándome en diversas ocasiones para acordar detalles relacionados a la boda. Durante esos dos meses de incertidumbre un pensamiento permanencia en mí: ¿Maximilian se presentaría a la boda?

14 de febrero de 1951.

Me despierto esta mañana a primera hora. Preparo un poco de café y me siento en el pequeño porche en una silla de roble a beberlo mientras aprecio la tranquilidad del pueblo. Está cubierto de neblina y hace un frío terrible. A lo lejos se puede distinguir las montañas y los enormes pinos.

De pronto, aparece una limusina y se detiene justo enfrente. Me pongo de pie dejando la taza en forma de flor sobre la barandilla de madera. Eva baja del vehículo y unos hombres lo hacen también, pero de la parte delantera. Ella les ayuda a bajar unas maletas de la parte trasera.

—Buenos días—saluda con una sonrisa radiante.

—Buenos días, Eva—saludo, confundida.

—¿Por qué no está ya dándose una ducha? Se hará tarde. La futura primera dama debe estar perfecta el día de hoy.

—Eh… yo…

—Vamos—me interrumpe—. Le prepararé la tina.

Se coloca a lado de la puerta y me instiga a entrar. Eva ha venido tantas veces a casa que ya conoce cada pasillo y cada rincón. 10 minutos después ya me encuentro dentro de la tina repleta de las sales que ha colocado Eva. Mientras tanto, ella se mantiene en la cocina preparando un té. Escucho cómo mueve la vajilla y al poco tiempo escucho cómo la voz de Lauren se mezcla con la suya en balbuceos.

—Hola—saluda Lauren entrando al cuarto de baño, recargándose en el marco de la puerta—. Veo que ya te están atendiendo cómo la primera dama de Blairsville.

Giro mi cabeza en su dirección.

—Eva me ha obligado—finjo quejarme.

Ella suelta una risa.

—¿Necesitas algo?

Eva aparece.

—Tú, querida—la señala entrando al cuarto de baño y entregándome una taza de té que huele deliciosamente a vainilla con manzanilla—necesitas un baño también.

—No, yo debo ir a la floristería.

—Eso debe de ser una broma—contradice—. La ceremonia es a las 12. También debes de estar perfecta antes de eso.

—Faltan muchas horas para eso.

—Créeme que no le ganarás—intervengo, bebiendo de mi taza.

A lo largo de estos dos meses me he dado cuenta de que Eva es una mujer insistente. Además, básicamente su trabajo es atenderme. Lo que sea a lo que eso se refiere.

Eva sonríe satisfecha ante mi comentario. Lauren termina encogiéndose de hombros y resoplando.

🦇🦇🦇

Cuando subo a la limusina siento cómo el estomago comienza a doler. Siento un hormigueo por todo el cuerpo que parece entumecer cada fibra a su paso. Cuando el vehículo se detiene frente a la entrada decorada con hermosas flores. El cielo continúa nublado, y parece que en cualquier momento comenzará a llover. Por suerte el evento se llevará a cabo dentro de la mansión. Padre se posiciona a mi lado y yo engancho mi brazo al suyo. Mi hermana se coloca detrás de nosotros y sujeta el largo velo mientras nos sigue el paso. Cuando llegamos al primer escalón de la entrada el piano comienza a tocarse. Dos hombres, uno a cada lado de la puerta principal; la abren para nosotros. Percibo cómo los invitados se ponen de pie cuando notan nuestra presencia. Y al final, veo a Maximilian. No hay ninguna diferencia de su bestiario de hoy al habitual a excepción de unos guantes cortos en color blanco.

Durante el corto recorrido de la entrada a donde se encuentra él no me permito separar mis ojos de los suyos. Pierdo la cuenta de cuántos suspiros suelto a lo largo de este corto trayecto. Sin embargo, no percibo ninguno de él. Ni una sonrisa. Cuando nos detenemos, padre se aleja a su asiento y Lauren hace lo mismo después de reacomoda el velo.

Con una sonrisa tiendo mi mano en su dirección, pero su indiferencia choca conmigo cuando se gira al frente sin expresarme sin ningún gesto.

De pronto siento que mi cuerpo se congela. Lo próximo de lo que soy consciente es cuando todos comienzan a aplaudir.

Maximilian me toma de la mano por primera vez y más allá de sentir un cosquilleo emocionante siento un mareo que casi me hace desmayar, me provoca un dolor de cabeza y una punzada en el corazón. Él seguramente también puede sentirlo, porque lo que estaba destinado a ser un gesto lento y delicado, termina en un fugaz beso para soltarla lo más rápido posible. Mi mano cae al momento y dado a que me encuentro sin fuerza me golpea la pierna por el rebote.

Sonrío.

Sonrío como si no hubiese un mañana.

Sonrío como si este fuese el mejor momento de toda mi vida. Se suponía que así tenía que ser.

Me paso el resto del evento haciendo lo mismo: sonreír. No miento diciendo que… visualmente hay algo que no me guste. Todo ha sido elegido por mí. Pero Max continúa igual, aburrido… silencioso.




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