Lazos Corrompidos | 0.5

Capítulo 05

Un invierno sin nieve en Blairsville

A la mañana siguiente, cuando mis ojos ven la hermosa luz del día, percibo a Eva caminando desde la puerta en dirección a todas las ventanales para recorrer las cortinas de seda en color rosa.

—Buenos días, señora Beaumont—dice con un tono juguetón cuando menciona el apodo—. El señor acordó estar aquí a las 8:00 para el desayuno. Falta una hora. ¿Desea que prepare la tina? —pregunta girándose en mi dirección.

Me percato que porta el mismo uniforme que los demás.

—Buenos días, Eva—saludo con una sonrisa—. Disculpa mi pregunta, pero, ¿por qué traes puesto el uniforme?

Sonríe mirando la falda—: Oficialmente soy su doncella.

—¿Doncella? —repito, confundida.

—Así es. Le ayudaré a vestirse, peinarse, cuidar de su guardarropa y todo lo que usted necesite. Trabajaré 5 días a la semana y el sábado hasta la hora de la comida, a menos de que usted necesite lo contrario. De igual forma, para mis días laborales se me asignó una habitación en la fortaleza. Por cualquier cosa que llegase a necesitar.

Me quedo viéndola, confundida. Suelto un suspiro. Sé que son cosas que fácilmente puedo hacer. Durante toda mi vida lo he hecho. Pero si me opongo igual Eva no se irá. Ha sido contratada por Maximilian, no por mí.

—De acuerdo, gracias Eva.

Ella sonríe, satisfecha—: ¿Y bien?

—¿Sobre qué?

—El baño—inquiere con obviedad.

—Oh, sí—toco mi frente—. Me daré un baño rápido, nada más.

Ella asiente. Encantada se dirige al armario. Al abrir sus puertas de par en par sus ojos se abren como platos.

—Esto parece el cielo.

Me pongo de pie y me dirijo en su dirección. Cuando veo dentro entiendo su comentario. El armario resulta ser mucho más grande de lo que parece con las puertas cerradas. Parece que hay miles de vestidos, blusas, elegantes pantalones, tacones, sandalias y un estante repleto de elegantes bolsos.

Después del baño bajo rápidamente a la primer planta. Maximilian se encuentra de pie frente a la chimenea entre dos sofás enormes de color blanco, al otro lado de la mesa de café con un hermoso ramo de flores en un florero de porcelana con detalles dorados. Está mirando atentamente el hueco en la cabecera de la chimenea. Detengo mis pasos al final de la escalera.

—Ho-hola—murmuro, ansiosa.

Siento como mis dedos comienzan a sudar y empiezo a juguetear con ellos.

—Buenos días—saluda con una pizca de amabilidad en el tono que lo pronuncia, girándose por un breve momento a verme. Posterior regresa su vista al mismo punto—. Creo que hace falta algo en este espacio. ¿Qué le parece una pintura?

Mientras termina de hablar me acerco a él y me coloco a su lado.

—¿Una pintura?

—De usted.

Hundo el entrecejo, confundida.

—¿Mía? —casi rio.

—Sí.

—No—refuto inmediatamente—. Al menos no sola. Que sea de los dos.

Asiente, poco convencido.

—Buscaré un pintor.

—No participaré en la pintura a menos de que vivas aquí y seas un esposo real. —aclaro.

Suelta un suspiro.

—Es momento del desayuno. —gira sobre su propio eje y atraviesa la sala hasta el salón del comedor.

🦇🦇🦇

Después del desayuno decido visitar a mi padre y Lauren. No quiero quedarme en esa enorme casa triste y vacía. No quiero sentirme sola. Pero cuando llego a la dirección me quedo congelada al ver el espacio vacío. Me quedo congelada, al igual que Eva que claramente no iba a dejarme venir sola.

—¿Qué…? —balbuceo caminando al espacio de terreno. Volteo a ver a Eva, aterrorizada. Su mirada transmite asombro y temor. Siento el momento preciso en el que mi garganta se vuelve un nudo y en el que mis ojos se sienten llenos de lágrimas.

Inmediatamente le solicito al chofer que nos lleve a la floristería. Sólo para toparme con otro terreno vacío y un letrero de: vendido.

Mis rodillas chocan contra la tierra y mi llanto no puede contenerse más. Siento cómo mi garganta duele y arde debido a que comienzo a gritar. Pero no logro escucharme. Siento cómo las venas de mi cuello se marcan y cómo pareciera que están a punto de reventar. Siento una presión espantosa en el pecho y la cabeza. Mi cabello pica. Me siento entumecida.

Eva se acerca a mí e intenta ayudarme a ponerme de pie. Pero no logro hacerlo. Mis pies no logran sostenerme, ni siquiera un poco. Me quedo aquí. Llorando y gritando hasta quedarme a fónica y hasta que ninguna otra lágrima logra desprenderse de mí. Cuando me detengo mi cara se ha hinchado y mis labios están muy húmedos. Puedo sentir con claridad cómo mi maquillaje se ha corrido.

Sin decirle ni una sola palabra a Eva y sin sacudir mi vestido; subo a la limusina y le indicio nuevamente al chófer una nueva dirección: la alcaldía.

Durante el camino no hablo. Me mantengo mirando ningún punto. Cuando el chófer indica que hemos llegado no espero a que abra la puerta. Salgo del auto y comienzo a avanzar lo más rápido que puedo hasta el interior del edificio. Veo cómo las personas se acercan a saludar, pero ello ni siquiera me interesa. No me interesa lo grosera y mal educada que esto puede verse. Al mirar a Max, su mirada está llena de confusión; intento hablar. Pero mi vista se nubla tanto haciéndome desmayar.




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