El día veintiuno en la mañana, Rowena se levantó muy temprano, se bañó, se vistió, sacó el regalo de James de su armario y bajó a la cocina.
Grace iba a preguntar qué hacía despierta tan temprano, pero luego recordó qué día era. Solo había tres días en los que Rowena se levantaba tan temprano y por voluntad propia, y era algo que había hecho desde que tenía uso de razón, el día de navidad, el de su cumpleaños y el del cumpleaños de James. Mientras estuvo pequeña, fastidiaba a Grace o a su padre para que la llevasen a la casa de los Potter, pero cuando cumplió cinco años, se les escapó por primera vez a Sirius y a ella. La pequeña señorita Black había decidido que, si sus padres estaban muy ocupados para llevarla, entonces se iría sola y así lo había hecho. Cabe destacar que cuando Sirius fue a buscar a su hija, casi le da un paro cardíaco al no encontrarla por ninguna parte de la casa, y estaban a punto de dar la alarma a los demás miembros de la familia cuando la cabeza de Ginny apareció en la chimenea avisándoles que la niña estaba en su casa.
A los Potter aquel suceso los había sorprendido enormemente, porque cuando Harry y Ginny viendo que James no bajaba a desayunar, habían subido a la habitación de su hijo y se habían encontrado a los dos niños jugando sobre una alfombra de envoltorios de dulces.
A partir de entonces, fueron muchas las veces que Rowena se escapó a la casa de sus tíos, pero de manera invariable cada veintiuno de diciembre, todos sabían dónde estaría Rowena desde casi el amanecer.
Le dio un apresurado beso a su madre y salió en carrera. Grace sonrió y volvió a la lectura del diario. Rowena salió de la chimenea al Salón de la casa de sus tíos, pero no había nadie, de modo que se encaminó hacia las escaleras y cuando iba a mitad de las mismas, apareció Albus.
Albus sonrió y continuó el suyo. Aún se preguntaba cómo había sido posible que nadie se hubiese dado cuenta de lo que se traían aquellos dos incluidos ellos mismos. Pero cuando llegó abajo se detuvo bruscamente y comenzó un pleito consigo mismo. Albus era entre otras cosas sumamente analítico, algo que había quedado sobradamente demostrado, pero también muy duro a la hora de juzgarse a sí mismo, y en aquel momento estaba insultándose en todos los tonos.
La razón para aquel repentino cambio de humor, era que él conocía mejor que nadie a su hermano, y lo que se reprochaba era no haber hablado con él sabiendo que la cabeza de James estaba curiosamente constituida y no había lugar en ella para la responsabilidad.
Consideró varios cursos de acción, desde ir a la habitación de James en ese momento, hasta hablar con su padre, pero lo primero le pareció excesivo y lo último inútil. De manera que rogó a quien correspondiese, para que su hermano conservase la cordura por el tiempo suficiente como para tener oportunidad de hablar con él.
Por un momento Albus se sintió culpable, pero había logrado su objetivo que era desviar la atención de sus padres. Y luego sintió deseos de reír, porque después de todo sí sabía mentir.
Rowena había entrado a la habitación de James y se había acercado en forma sigilosa a su cama. El chico dormía y ella sonrió al verlo, porque ni para dormir aquel sujeto era tranquilo. Las sábanas estaban hechas un lío, había dos almohadas en el piso y la otra estaba en el otro extremo de la cama muy lejos de la cabeza de James. La chica se inclinó y depositó un beso en su mejilla, pero dos segundos después, James aferraba las muñecas de ella y la tenía sujeta con su peso.
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Editado: 09.02.2023