Jason se fue directo al laboratorio tal y como le había dicho a Lyra, entró, selló la puerta con un hechizo y pegó la cabeza a ella cerrando los ojos. ¿Qué demonios le sucedía? No era ningún escolar para estar comportándose de aquel modo y con tan poco control sobre sus emociones y sobre su cuerpo. Por improbable que hubiese podido parecerle, ya había aceptado el hecho cierto de que estaba enamorado hasta los huesos, de Lyra. Había sido un choque terrible en contra de lo que pensaba y en contra de lo que había creído sentir, pero finalmente se había rendido ante la evidencia, y curiosamente fue su cuerpo y no su razón quien lo convenció de ello. Se odió, se insultó y se martirizó en forma brutal, pero todo ello no le había servido de nada ante la verdad aplastante de que la amaba hiciese lo que hiciere.
Recordó que había pasado unos angustiantes días luego de la anterior conversación con Morgana, tratando de compaginar las imágenes y sentimientos que guardaba en su mente y en su corazón, de la bebé que había cuidado, alimentado, y protegido; la de la niña por la que se había desvelado muchas noches cuando estaba inquieta o enferma, a la que leía cuentos antes de dormir, la que jugaba sobre su cama llenándola de juguetes, comida y alegría; con las de la hermosa joven que ahora hacía latir su corazón en forma desordenada solo con verla, y que ahora le robaba el sueño por otras razones y la paz de sus noches que se había visto sustituida por un pleito constante entre la razón y su terco cuerpo que se había atrincherado en el desesperado anhelo de tenerla en sus brazos.
Ahora estaba entre la espada y la pared, sabía sin lugar a dudas que la amaba y era algo que no guardaba ningún parecido con lo que había sentido alguna vez por la madre, pero al mismo tiempo no podía decírselo porque estaba seguro que la asustaría; ella lo veía como una especie de padre protector y en ningún caso como el hombre que podía amarla más allá de la razón. El día que había cedido al impulso de besarla, experimentó dos sentimientos en total contraposición. Por una parte, tuvo la certeza de que aquellos labios nunca habían sido tocados por nadie, y eso le produjo una alegría salvaje por ser él quien se apropiase de la inocencia de los mismos. Pero por el otro, se sintió miserable por la invasión despiadada con la que había puesto su sello, asegurándose de ese modo que nadie más podría reclamarlos como propios en el futuro. Sin embargo, ya estaba hecho, ahora solo debía tener paciencia, buscar el modo de controlarse y estar vigilante, porque en ningún caso pensaba perderla, y muy mal podía irle al infeliz que se atravesase en su camino.
Respiró profundo, intentó normalizar sus pulsaciones y cuando estuvo seguro de que volvían ser las normales, se volvió hacia el mesón de trabajo. Serenó su espíritu y dejó que su energía entrara en contacto con la energía universal.
Lyra había tomado el camino a la Sala de Aislamiento, pero iba pensativa. Desde el día de San Valentín, Lyra tenía una serie de dudas a las que no había encontrado respuesta, y siendo que aquella última semana había sido más caótica de lo usual, había tenido poca oportunidad para pensar en sus propios problemas, y ciertamente los tenía. Tal y como había conversado con Anthar, ella no tenía ni la más mínima idea de lo que podía sentirse con un beso, y la verdad era que, aunque nunca le había dado mayor importancia al asunto, cosa que ahora veía que era una seria falla dadas las circunstancias, en estos momentos le habría gustado estar mejor preparada.
Desde el día de su desafortunada idea, no había vuelto a tener una noche de sueño tranquilo. Si bien era cierto que lo que había hecho, había sido por fastidiar a Jey, no había esperado que él se enfureciera como lo hizo, porque no le cabía ninguna duda de que en aquel momento había estado furioso, pero menos aún que la besase dejándola sumida en aquel caos mental. Sin embargo, cuando comenzó a preocuparse realmente, fue cuando empezó a pensar tonterías. Después de la sorpresa y el método de “comprobación” con Anthar, había empezado a pensar en Jey de otra manera. La primera vez que se había descubierto en ello, se había reprendido en todos los tonos y enfurecido consigo misma porque ella nunca había sido del tipo fantasioso y no creía en “príncipes azules” como eran los casos de Victorie y Rose. Suponía que había tenido una dosis excesiva de cuentos de aquel tipo cuando aún estaba en la cuna, y que lo mejor que podía hacer por sí misma, era tener los pies bien puestos sobre la tierra, y viendo el particular comportamiento de sus primos, tenía pocas dudas acerca de las motivaciones de cualquier chico que se le acercase. En su opinión estaba perfectamente como estaba, y no necesitaba que ninguno de aquellos cretinos viniese a fastidiarle la existencia.
Por todo lo anterior, cuando comenzó a imaginarse a Jey abrazándola o besándola como James lo hacía con Wini, se preocupó muy seriamente y se cuestionó su salud mental. Anthar había dicho que no debía pensar que estaba enamorada de Jey, pero ¿y si se equivocaba? Cuando pasó de imaginarse tonterías, a pensar que tal vez estuviese enamorada de Jey, su preocupación aumentó, porque suponiendo que esto fuese así, sin duda estaba en muchos problemas, ya que como le había dicho ella misma a Anthar y además era algo del dominio público, Jey la veía como a una hija. De modo que se había hecho el firme propósito de sacar esas ideas de su estúpida cabeza y concentrarse en sus estudios, pero ahora había sucedido todo esto y aparte de sentir que el corazón iba rompérsele de tristeza por su tío y su prima, habían sucedido dos cosas que la habían hecho pensar de nuevo en el mismo asunto.
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Editado: 09.02.2023