Lazos de Amor

Cap. 55 Las parejitas

 

Sirius estaba en el comedor y discutía con Grace, según él ya había guardado cama suficiente tiempo y era momento de volver al trabajo o enloquecería.

  • Eso es imposible, Black, ya tú estás loco  --  escucharon que decía Jason
  • Jason por favor, dile a éste hombre que es un imbécil y que no puede…
  • Grace  --  la interrumpió él  --  estoy de acuerdo contigo en que es un imbécil sin duda alguna, pero en esta oportunidad tiene razón. Si lo dejé tanto tiempo en el hospital fue porque sabía que una vez que lo abandonase, no habría forma de mantenerlo en casa.
  • ¿Lo ves?  --  preguntó Sirius triunfante  --  Gracias, Niño.
  • No me lo agradezcas y procura mantenerte fuera del Hospital  --  contestó él mientras se llevaba una taza a los labios y luego se encaminó a la puerta
  • ¿Eso es todo lo que…?
  • Ocúpate de ti y déjame a mí en paz  -- lo interrumpió sin detenerse
  • Veo que el amor no ha contribuido a mejorar tu carácter, pero era de esperarse y creo que ya te lo había advertido  --  dijo Sirius con sorna

Jason se detuvo y giró la cabeza, pero pareció pensarlo mejor y no le daría la satisfacción a aquel necio de contestarle nada. Pero Sirius no era de los que se daba por vencido tan fácil.

  • Solo dime una cosa, Niño. Sé que tienes buena memoria ¿Recuerdas lo que dije hace algunos años?
  • Aunque te parezca increíble, Black, tengo infinidad de cosas mejores que guardar en mi memoria que tus necias palabras
  • De acuerdo, te lo recordaré entonces  --  siguió él persiguiéndolo hacia el salón  --  Cuando la lobita tenía unos meses y nos contaste todo el asunto de sus cambios de humor, dije que desde ese momento compadecía al pobre desgraciado que se enamorase de ella, porque con su lindo carácter, el pobre bastardo sería digno de conmiseración.

Jason se giró con una peligrosa mirada, pero cualquier cosa que pensara decir o hacer, murió antes de nacer.

  • ¿Dónde cree que va usted, señor Prewet?

Sirius se giró, y después de ver a Lyra volvió la cabeza de nuevo con una sonrisa perversa en sus labios.

  • Buenos días, Nena, y voy a trabajar 
  • Por lo que deduzco que ya desayunaste ¿no?
  • Por favor lobita, la idea que este infeliz tiene del desayuno, es un triste café sin azúcar  --  dijo Sirius
  • ¡Haz el favor de meterte en tus propios asuntos, Black!  --  exclamó Jason con ira, pero ya Lyra lo había sujetado por una mano y lo arrastraba al comedor
  • Te lo dije, y me voy a divertir mucho viendo cómo te hace la vida miserable  --  susurró Sirius mientras los seguía al comedor

Jason cerró los ojos con resignación y consideró todas las formas posibles de hacer callar a aquel cretino, pero tenía asuntos más urgentes que resolver, de modo que se esforzó por ignorarlo. Lyra se había ocupado de colocar un plato de cereal frente a él, y si había algo que Jason odiaba tanto como el té, era el cereal.

  • Nena, en realidad esto…
  • Comerás sin protestar, porque me has estado amargando la existencia con ese asunto, y si no te callas y comes, la próxima vez que me digas algo vas a lamentarlo.

Jason pensó que tal vez todo aquello sería más sencillo si Sirius no estuviese frente a él riendo con el mayor de los descaros. Sin embargo, hizo un esfuerzo y se comió aquello tan de prisa como le fue posible, y aunque hizo ademán de pararse para marcharse, Lyra lo miró, él se detuvo y esperó a que ella terminase de desayunar. Después de lo cual fue con él hasta el salón.

  • ¿Vas al hospital?
  • No, voy al ministerio
  • Me alegra saberlo  --  dijo ella y él la miró con extrañeza, por lo que ella agregó  --  No me gusta cómo te mira Abigail y me gusta mucho menos que seas tan amable con ella  --  y Jason no pudo evitar reír  --  ¿Te parece gracioso?
  • Nena, si por algo no debes preocuparte tú, es por ninguna otra mujer
  • Yo decidiré por qué preocuparme señor, usted limítese a mantenerse alejado de las chicas   --  pero él volvió a reír
  • Eso está difícil, mi amor, tanto el Hospital como el Departamento están llenos de ellas

Él sabía que estaba fastidiándola a consciencia, pero cuando la vio arrugar el entrecejo, girarse y correr sin decir nada más, se sintió mortificado.

  • Nena…  --  pero ella no se detuvo de modo que él fue tras ella  --  Nena escúchame

Sin embargo, Lyra estaba subiendo a toda prisa las escaleras y no le quedó más remedio que correr. La alcanzó cuando ella estaba abriendo la puerta de su habitación y entró tras ella.

  • Nena, solo lo dije para… 
  • Bien, ya estoy lista  --  dijo ella mientras se ponía su chaqueta
  • ¿Lista?
  • Por supuesto, voy contigo
  • Nena, no puedes…  --  pero ella elevó una ceja del mismo modo que lo hacía él y se le acercó rodeándole el cuello con sus brazos
  • ¿De veras vas a dejarme aquí?  --  y acto seguido lo atrajo hacia sí




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