Los Aurores luego de asegurarse que todos estaban fuera de peligro, y de dejar escuadrones apostados en distintos puntos de la escuela y sus alrededores, habían abandonado Hogwarts, todos menos Jason y Charlie. El primero, porque quería estar presente cuando Neville despertase para comprobar que todo marchaba como debía, y el segundo, porque no hubo forma de despegarlo de al lado de Magenta.
Jason le había asegurado que estaría bien, pero hasta que la chica no despertase y él pudiese comprobar por sí mismo que lo estaba, sentía que no podría respirar de nuevo en forma normal.
Si había algo en lo que Charles Weasley no había pensado, pero ni por casualidad, era en que llegaría el día en el que pasase más tiempo pensando en una sola chica que en otra cosa. Siempre le había parecido que el amor era una especie de enfermedad especialmente peligrosa, que no solo les robaba a los hombres su tranquilidad, sino su libertad. Sin embargo, cuando en la navidad pasada había conocido a Magenta, en un principio solo le había parecido una muy linda chica, con unos bonitos ojos grises y dorados rizos que caían alegremente alrededor de su rostro, pero después de hablar unos minutos con ella, también descubrió que no era tonta y su conversación era inteligente.
Cuando estuvieron en Inverness, tuvo mucho tiempo para platicar con ella, y antes de año nuevo se encontró deseando verla otra vez. Esa noche por primera vez en su vida, Charlie tuvo verdaderos problemas, porque necesitó de toda su fuerza de voluntad para mantenerse alejado de aquellos labios que parecían atraerlo como un imán, y tuvo que recordarse cada pocos segundos, que era una niña. Cuando se despidieron en King’s Cross, y a raíz de todo el asunto con la Auror que debía pasarse por su hija, se sintió terriblemente miserable al ver la mirada de decepción en los ojos grises y la frialdad con la que había sido tratado.
Sin embargo, durante los tres últimos meses, había intentado borrarla de su memoria con muy escaso éxito, porque en más de una ocasión y de forma inadvertida, se descubría pensando en ella. Y ahora, cuando hacía unas horas Jason había dicho que estaba herida, sintió que el piso se hundía bajo sus pies, que su corazón se detenía y que el aire huía de sus pulmones, produciendo todo esto un dolor más allá de lo que había imaginado y que aún persistía al verla allí pálida y con los ojos cerrados.
Por todo lo anterior y con suprema resistencia, Charlie había tenido que reconocer ante sí mismo, que se había enamorado como un estúpido de una chica que con toda probabilidad nunca sería para él.
Jason había estado al pendiente de todos los alumnos que habían resultado heridos, y a medida que iban recuperándose, los había ido dejando salir. Neville se despertó hacia las tres de la tarde, y en un principio lucía desorientado.
Por la pregunta era obvio que Neville sustentaba la opinión general, y siendo que había pasado muchos años trabajando como Auror, seguía pensando como tal.
Charlaron unos minutos más, y Jason fue a revisar a Terry que aparte de los Carmichael, era el único que quedaba en la enfermería. Al parecer los amigos de los chicos que habían estado en la lucha, habían resultado más heridos, porque habían presentado más batalla, de modo que aquellos infelices los habían atacado con más saña. Sin embargo, Charlie había hecho un buen trabajo y el chico se recuperaba satisfactoriamente. Dejó a Terry y se acercó a las camas de los gemelos. Eidel había despertado, pero Magenta seguía inconsciente.
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Editado: 09.02.2023