Lazos de Amor

Cap. 72 Encerrada

 

El desierto de Badain Jaran está ubicado al norte de China, en la región de Mongolia Interior. Su nombre significa desierto de los lagos misteriosos, ya que la región está salpicada de lagos, algo que nadie puede entender siendo como es un desierto árido y sin lluvias, donde éstas solo alcanzan 40 mm anuales, lo que en ningún caso serviría para sustentar el nivel de agua de los lagos, pero en realidad éstos emergen de las fuentes de agua subterráneas que fluyen desde las montañas de Qilian, a cientos de kilómetros de distancia.

Este lugar es conocido también por estar formado de las dunas fijas más altas, que alcanzan hasta los 500 m de altura, y esto fue aprovechado por un individuo sin escrúpulos que construyó una especie de fortaleza en su interior, y era allí donde tenían a Ginny.

Durante las primeras horas después del secuestro, la tuvieron paseándola de un lugar a otro sin tener en cuenta su estado físico. Ginny poseía una gran fortaleza y una voluntad férrea, pero aparte de haber resultado herida durante el enfrentamiento previo al secuestro, el constante traslado sin atención a sus heridas, los bruscos cambios de temperatura, ya que había estado en lugares fríos, húmedos o de un calor abrazador, en forma alternativa, y la falta de alimento o siquiera agua, la habían dejado en un estado de debilidad cercano a la inconsciencia.

Sin embargo, a pesar de su deplorable estado, intentaba con todas sus fuerzas no perder detalle ni de los lugares a donde había sido llevada, ni de las voces que escuchaba de manera lejana, pero hasta ahora no había logrado captar nada en concreto de lo que decían, porque o bien hablaban en otro idioma, o no lo hacían cuando estaban cerca de ella.

Lo primero que había intentado determinar era la gravedad de sus heridas y le quedó claro que, aunque tenía varias, al menos no había sido atacada con un Sectunsempra o sin duda ya estaría muerta, pero la herida que tenía entre el pecho y el abdomen debía ser de cierta consideración, pues, aunque no sangraba con tanta profusión como al inicio, aún lo hacía. Según sus cuentas, y no sabiendo cuánto tiempo había permanecido inconsciente, pensaba que tenía por lo menos veinticuatro horas en manos de aquellos sujetos, y en ese momento pensó en Harry, en sus hijos y en sus otros parientes, pero quienes le preocupaban más eran Harry y James.

Aunque ella no era una Auror, en líneas generales sabía cómo trabajaban éstos, y lo primero que debían haber hecho era ubicar las propiedades de aquellos desgraciados, Joseph y Bill habrían determinado cuáles tenían más posibilidades y habrían enviado los equipos de asalto, pero evidentemente esta gente también lo sabía, porque el hecho de que la hubiesen llevado de un lugar a otro, demostraba ese hecho y solo querían enloquecerlos, hacerlos perder el posible rastro para luego llevarla a algún lugar inaccesible, y por el tiempo que llevaba allí, pensaba que ya se encontraba en ese lugar.

Ciertamente aquello no parecía una celda, sino más bien una habitación lujosa. Había una mesa, un par de sillones y una gran cama con dosel. Sin embargo, ella estaba tirada en el piso que a su vez estaba cubierto de una alfombra multicolor. Después de este rápido examen a su entorno hizo un esfuerzo, se puso de pie y caminó hacia los pesados cortinajes que parecían cubrir toda una pared, pero al llegar a ellos y levantar un poco, no vio la ventana que pensaba encontrar, sino una sólida pared, con lo que le quedaba claro que aquella habitación no tenía ventanas.

Todo su cuerpo se tensó cuando escuchó que se abría la puerta, y toda su ira salió a flote cuando vio al mismo individuo que las había atacado en la heladería. No obstante, sabía que debía conservar la calma ya que no podía hacer mucho, porque ni siquiera tenía su varita que por cierto no sabía si se la habían quitado o la había perdido al caer en el Callejón. Pero no pudo evitar mirarlo con sumo desprecio, aunque prestó la mayor atención a cada detalle.

Era un sujeto de estatura media y complexión atlética, por lo que dedujo que probablemente había sido jugador de Quidditch. Tenía el cabello color arena y los ojos verdes, unas facciones armoniosas y en su mejilla derecha se veía la sombra de una cicatriz, seguramente producto del roce de alguna maldición. Pero por mucho que registró en su mente, no pudo darle un nombre a aquel sujeto, y si como dijo, realmente habían ido a la escuela en la misma época, no tenía ningún recuerdo de él.

  • Mi encantadora, Ginny Weasley  --  dijo el hombre
  • Potter, si no te importa, infeliz  --  y el hombre rio en forma desagradable
  • Algo que nunca debió suceder, por cierto. Entiendo que quisieras deshacerte de un apellido que es sinónimo de traición, pero había cientos mucho mejores que el del cretino de Potter, que gustosos te habríamos dado el nuestro
  • Estoy segura que tengo muchos más motivos para sentirme orgullosa del apellido de mis padres, de los que puedes tener tú del tuyo, sea éste cual fuere. Del mismo modo que lo estoy del de mi marido, que está a años luz de ti, bastardo miserable.

Por un momento las facciones del individuo se endurecieron mientras pensaba que aquella necia criatura a pesar de encontrarse en la situación de desventaja en la que se encontraba, seguía siendo altiva y obstinada. Y le molestó aún más que siguiese ignorándolo, porque era evidente que no tenía ni idea de quién era él, como no la tuvo nunca en la escuela. A pesar de ello decidió controlarse, en cualquier caso, él estaba en posición ganadora ahora, podía hacer lo que se le diese la gana y la dulce Ginny Weasley no podría hacer nada para evitarlo.

  • Tan tierna y delicada como siempre  --  dijo con una sonrisa torcida
  • ¿Quién demonios eres y qué quieres?
  • Mi nombre es Devlin Vaisey, espero que de ahora en adelante lo recuerdes, y lo que quiero no es de tu incumbencia, señorita Weasley
  • Es de mi incumbencia puesto que me tienes aquí contra mi voluntad, eso se llama secuestro, idiota. Y desde luego voy a recordar tu nombre, porque me hará muy feliz verlo en El Profeta cuando mi hermano te mande de cabeza a Azkaban. Eso, suponiendo que mi marido no te envíe primero al infierno.




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