Alexei
Estaba en el jardín de la Villa Vega, disfrutando de la tranquilidad que raramente podía permitirme. El aire olía a rosas frescas, y el sonido de la fuente cercana proporcionaba un murmullo constante que resultaba casi terapéutico. Los padres de Rodrigo estaban celebrando su aniversario, y la mansión estaba más animada de lo habitual. La élite de la sociedad se había congregado en torno a mesas rebosantes de champán y canapés. Para mí, todo esto era una formalidad necesaria, un evento social más en el calendario que debía marcar con una sonrisa cortés y palabras de elogio calculadas.
El jardín estaba decorado con luces suaves que pendían de los árboles, creando un ambiente casi de ensueño. Observé a la gente a mi alrededor con una mirada fría y desapegada, como siempre lo hacía. No me interesaban las charlas vacías ni las risas forzadas. Mi mente estaba ocupada con otros asuntos, negociaciones y estrategias que requerían mi atención constante. Pero en aquel momento, todo eso desapareció cuando escuché el rugido de un motor acercándose.
Una figura apareció en la entrada del jardín, descendiendo de un deportivo brillante, un coche que sin duda costaba una fortuna. Al principio, no presté mucha atención, pensando que se trataría de una de las habituales conquistas de Rodrigo, alguna modelo o actriz que buscaba llamar la atención. Pero cuando la mujer se acercó, la curiosidad me invadió.
La observé mientras caminaba hacia la multitud. Llevaba un vestido rojo ajustado que abrazaba cada curva de su cuerpo, revelando una figura que era a la vez esbelta y perfectamente proporcionada. Sus piernas eran largas y bien torneadas, sostenidas por tacones que añadían un toque de elegancia a cada paso que daba. Su piel tenía un tono bronceado, realzado por el brillo del sol que se reflejaba en ella, y su cabello caía en ondas suaves, alcanzando sus hombros y brillando con destellos dorados. Era como si el sol se reflejara en cada mechón de su cabello, creando un halo que la hacía destacar entre la multitud.
Mis ojos siguieron el contorno de su rostro, notando los pómulos definidos y las mejillas ligeramente sonrosadas que enmarcaban unos labios carnosos de un tono rosado natural. Pero lo que realmente capturó mi atención fueron sus ojos. Grandes, expresivos, de un marrón profundo que parecían ocultar un mundo de secretos. Había algo en su mirada que me resultaba extrañamente familiar, pero no podía ubicar de dónde.
Mientras me preguntaba quién podría ser, la figura familiar de Rodrigo apareció a su lado. Caminaba con una sonrisa de orgullo, llevando a la mujer del brazo, como si estuviera presentando una joya rara y valiosa. Me acerqué a ellos, sintiendo una extraña mezcla de curiosidad y desagrado. Rodrigo tenía una tendencia a ser presuntuoso con sus conquistas, pero había algo diferente en la forma en que la miraba. No era posesivo, sino protector, como si ella significara algo más que una simple aventura.
—Alexei, quiero presentarte a alguien —dijo Rodrigo con esa sonrisa que siempre usaba cuando estaba a punto de presumir—. Ella es Camil Vega, mi hermana.
El nombre resonó en mi mente como un eco lejano. Camil. La pequeña Camil que recordaba de hace años, cuando no era más que una niña caprichosa y mimada. Pero esta mujer frente a mí no tenía nada que ver con esa imagen del pasado. Era una transformación total, una metamorfosis que me dejó sin palabras por un momento. Mis ojos la recorrieron de nuevo, esta vez con mayor atención. Era imposible no sentir una atracción magnética hacia ella, una sensación que me irritaba y me fascinaba al mismo tiempo.
—Camil —dije, pronunciando su nombre como si fuera una palabra desconocida, probando su sabor en mis labios—. No te reconocería en absoluto.
Ella me sonrió, una sonrisa pequeña pero genuina, y extendió su mano. Cuando la tomé, sentí una corriente eléctrica recorrer mi piel. Sus ojos me miraron directamente, sin rastro de la timidez o la inseguridad que habría esperado. Esta no era la niña que había conocido. Esta era una mujer, una mujer que no se doblegaría ante nadie, y mucho menos ante mí.
—Alexei Ivanov —dijo ella, su voz firme y segura—. He oído mucho sobre ti.
No pude evitar una sonrisa. Claro que había oído sobre mí, todo el mundo lo había hecho. Pero en ese momento, no me importaba lo que ella supiera o pensara. Lo único que importaba era que, por primera vez en mucho tiempo, alguien había logrado captar completamente mi atención.
Y no tenía la intención de dejarla ir.
Mientras su mano permanecía en la mía, no pude evitar observarla con más detenimiento. Cada pequeño detalle de su apariencia me intrigaba. Mi mirada recorrió la longitud de su cuerpo, tratando de encontrar algún vestigio de la niña que recordaba, pero no había nada. Camil era la personificación de la sofisticación y la belleza. Era casi surrealista pensar que esta mujer estaba relacionada con el recuerdo de la niña caprichosa que había visto crecer en esta misma villa.
La solté lentamente, manteniendo mis ojos fijos en los suyos, pero mi mente vagaba. Mi atención volvía una y otra vez a la perfección de sus rasgos y a la manera en que su vestido abrazaba sus curvas. El tono rojo del vestido parecía diseñado específicamente para ella, como si solo en su cuerpo pudiera lucir tan provocador y elegante al mismo tiempo. Su figura era una obra de arte, esbelta y a la vez llena de vida, con una cintura estrecha y caderas que se curvaban con una precisión que solo podía ser descrita como sublime.
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Editado: 02.12.2024