Camil
El sonido del despertador retumbó en mi habitación, sacándome de un sueño profundo y sin sueños. Abrí los ojos lentamente, acostumbrándome a la luz que se filtraba por las cortinas. Era temprano, demasiado para alguien acostumbrada a sus propios horarios, pero hoy tenía que estar puntual. Papá había sido claro: trabajaría mano a mano con Alexei Ivanok en uno de los proyectos más grandes de la empresa. Y para eso, debería estar en la oficina de **Ivanok Enterprises** a primera hora.
Me levanté de la cama y me dirigí al baño. El agua fría de la ducha me despejó, ayudándome a ordenar mis pensamientos. No había tenido tiempo de procesar todo lo que había sucedido en las últimas 24 horas: la fiesta de aniversario, el encuentro en el muelle, la cena familiar, y ahora esto.
Me vestí con un vestido beige que me llegaba un poco abajo de la mitad de los muslos, elegante pero apropiado para la oficina. El tono suave contrastaba con mi piel bronceada, y las líneas simples del vestido resaltaban mi figura sin ser demasiado ostentoso. Me recogí el cabello en una coleta baja, dejando unos mechones sueltos enmarcando mi rostro. Un toque de maquillaje natural y estaba lista.
Salí de la casa, saludando rápidamente a mis padres y a Rodrigo, que aún medio dormido me lanzó un "buena suerte" desde la cocina. El trayecto hacia el edificio de Ivanok Enterprises fue tranquilo. Mi chofer, un hombre callado pero eficiente, me llevó hasta el corazón de la ciudad, donde se alzaba el imponente rascacielos de Alexei.
Al llegar, los guardias de seguridad me saludaron con respeto, abriendo las puertas de vidrio tintado. En la recepción, la asistente me sonrió con calidez, reconociéndome de inmediato.
—Buenos días, señorita Vega. Bienvenida a Ivanok Enterprises —dijo, haciendo un gesto para que tomara uno de los ascensores privados.
La eficiencia y el respeto con los que me trataban me sorprendieron, aunque supuse que no debería haberlo hecho. En este mundo, las conexiones y el apellido importaban, y ser hija de Javier Vega me otorgaba un estatus especial. Aun así, noté que no solo era el apellido lo que provocaba aquellas miradas de admiración; sentía que mi presencia tenía un impacto, como si irradiara una confianza que no siempre sentía.
El ascensor me llevó directamente al último piso, donde estaba la oficina de Alexei. Al abrirse las puertas, un asistente me guió hasta una sala de reuniones de cristal. Alexei ya estaba allí, observando unos documentos con su expresión habitual de concentración.
Lo miré por un instante, tomando nota de su porte imponente. Llevaba un traje gris oscuro, perfectamente ajustado a su cuerpo atlético. Su cabello negro estaba peinado hacia atrás, y sus ojos azules helados me observaron apenas un segundo antes de volver a sus papeles. Era imposible no notar la autoridad que emanaba de él, una especie de energía contenida, como una tormenta a punto de desatarse.
Alexei levantó la vista cuando me acerqué y esbozó una ligera sonrisa, un gesto casi imperceptible que solo los que lo conocían bien sabrían interpretar.
—Buenos días, Camil —saludó, con su voz grave y controlada—. Me alegra verte aquí tan temprano. Tenemos mucho que discutir sobre el proyecto.
Le devolví la sonrisa, aunque la mía era más formal, tratando de mantener la compostura.
—Buenos días, Alexei. Estoy lista para comenzar —respondí, tomando asiento frente a él.
Mientras me acomodaba, noté que sus ojos recorrían mi figura por un breve instante antes de volver a los documentos. Había algo en su mirada, algo que me hacía sentir como si intentara leerme, entenderme más allá de las apariencias. Pero yo no estaba dispuesta a revelar más de lo necesario. Sabía cómo manejarme en el mundo de los negocios, y Alexei Ivanok no sería una excepción.
La reunión comenzó, y pronto nos sumergimos en planos, presupuestos y estrategias de mercado. A pesar de su reputación de ser frío y calculador, Alexei demostró ser un líder eficiente y un estratega brillante. Sin embargo, cada vez que sus ojos se encontraban con los míos, sentía un escalofrío recorrerme. No era miedo, pero tampoco era solo atracción. Había algo más, algo que no podía definir, y que despertaba una curiosidad que sabía que sería peligroso explorar.
Mi tiempo en **Ivanok Enterprises** no había hecho más que empezar, pero ya podía sentir que las semanas que venían estarían llenas de desafíos, no solo profesionales, sino también personales. Y si algo sabía con certeza, era que no dejaría que Alexei Ivanok se metiera en mi cabeza ni en mi corazón.
La mañana pasó rápidamente entre reuniones y la configuración inicial del proyecto. Alexei, a pesar de su actitud reservada, mostró un interés genuino en asegurar que todo estuviera en orden para mi llegada. Al mediodía, me pidió que lo acompañara para mostrarme las instalaciones y presentarme al equipo con el que trabajaría.
Salimos de la sala de reuniones y nos dirigimos a través de los amplios pasillos de **Ivanok Enterprises**, un espacio diseñado para impresionar. Las paredes estaban adornadas con obras de arte contemporáneo y las oficinas eran modernas, con vistas panorámicas de la ciudad.
—Aquí es donde estarás trabajando —dijo Alexei, abriendo una puerta de vidrio que daba a una oficina amplia y luminosa—. Es un espacio dedicado a la creatividad y la innovación, como podrás notar. Espero que te sientas cómoda aquí.
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Editado: 02.12.2024