Lazos De Hielo Y Fuego

Capitulo 6

Alexei

Era miércoles, y el día se sentía más largo de lo normal. La rutina de la semana ya estaba en marcha: reuniones interminables, informes que revisar, decisiones que tomar. Sin embargo, mi mente no podía enfocarse en ninguna de esas cosas con la claridad habitual. Habían pasado varios días desde el incidente con Camil en el elevador, y cada hora que pasaba sin verla hacía que un extraño vacío se instalara en mi interior.

No la había visto desde el sábado por la noche. Era como si se hubiese desvanecido en el aire, dejándome con una incómoda sensación de incompletitud. La imagen de su rostro al momento de chocar en el elevador, de su mano en la mía, seguía repitiéndose en mi mente. Había algo en esa sensación de su piel contra la mía, en la manera en que su mirada se había encontrado con la mía, que me inquietaba.

Recordé el incidente con Irina, cada dia la sorportaba menos sin en cambio la idea de seguir con la promesa que le hise a su hermano tendra que terminar , la tensión palpable en el aire, la forma en que Camil había hablado con tanta firmeza y seguridad. No pude evitar admirar esa fuerza en ella, esa capacidad de enfrentar la adversidad con un control tan absoluto. Pero lo que realmente no podía sacudirme era el momento en el que mis dedos habían rozado los suyos al recoger los bocetos. Un toque simple, pero que había encendido un fuego bajo mi piel.

Decidí dejar de luchar contra la sensación. Por un momento, dejé de lado los informes y levanté el teléfono de mi escritorio. Marqué el número de una florería local, una de las mejores de la ciudad. A medida que el teléfono sonaba, un impulso casi irracional tomó el control de mis acciones.

-Florería Amore- respondió una voz femenina al otro lado de la línea.

-Quiero ordenar un ramo- dije, mi voz sonando más firme de lo que me sentía. -Rosas rojas y azules. Que sean frescas y de la mejor calidad.

-¿Para cuándo lo necesita?- preguntó la florista.

-Que lo entreguen hoy mismo- respondí, pensando en cómo cada minuto que pasaba sin ver a Camil se sentía interminable. -Y quiero que le incluyan una nota.

-Por supuesto, señor. ¿Qué desea que diga la nota?

Me quedé en silencio un momento, pensando en las palabras adecuadas, en cómo comunicar lo que ni siquiera yo mismo entendía del todo. Finalmente, di las instrucciones para la nota. Algo breve, sin revelar demasiado.

-Gracias, señor. ¿Desea que la entrega sea anónima?

-Sí- respondí. -No quiero que sepa de quién son.

Colgué el teléfono y me quedé mirando la pantalla de mi computadora, pero no vi nada de lo que estaba frente a mí. La imagen de Camil siguió rondando en mi mente. Su figura en el penhouse, sus ojos oscuros que parecían ver más allá de la superficie. No entendía del todo lo que estaba haciendo ni por qué me sentía impulsado a hacerlo, pero había algo en ella que no me dejaba tranquilo.

La idea de enviarle flores era un gesto sencillo, casi trivial, pero también un intento de mantener un vínculo, aunque invisible. Un puente silencioso que la acercara a mi mundo de alguna manera, que le hiciera saber que no estaba sola en sus pensamientos, que alguien la tenía presente.

El sonido de mi teléfono me sacó de mis cavilaciones, una llamada de trabajo que no podía ignorar. Mientras atendía la llamada y retomaba el curso de mi día, supe que las flores eran solo el comienzo. Camil había irrumpido en mi vida con la fuerza de un vendaval, y no había forma de saber hasta dónde nos llevaría esa tormenta.

En un impulso que no puedo explicar completamente, decido ir a la oficina de Camil para revisar algunos de los diseños en los que está trabajando. No es una visita de rutina, sino una que me lleva a querer ver personalmente su progreso. Algo en mí está deseando ver cómo se desenvuelve en su entorno, cómo se desenvuelve ante los desafíos creativos que enfrenta.

Cuando llego a su oficina, la puerta está entreabierta. Al empujarla suavemente, me encuentro con un espacio elegante y organizado, lleno de bocetos y planos que evidencian el arduo trabajo de Camil. Ella está de espaldas a mí, concentrada en sus bocetos, con un vestido de color verde oliva que cae con elegancia hasta sus rodillas, sus cabellos sueltos cayendo en ondas sobre sus hombros.

Me acerco en silencio, tratando de no interrumpir. Sus movimientos son seguros y precisos, mostrando una mezcla perfecta de confianza y concentración. Me detengo un momento para observarla, admirando su habilidad y la dedicación que pone en cada trazo.

—¡Hola, Camil! —dice Rodrigo con su habitual energía.

Camil levanta la vista de sus bocetos y le sonríe. Rodrigo se acerca a su escritorio y coloca la caja sobre la mesa.

—¿Qué es eso? —pregunta Camil curiosa.

Rodrigo abre la caja y saca un ramo de flores rojas y azules, las mismas que había solicitado en la florería. Las flores están perfectamente arregladas, y el aroma fresco llena el aire.

—Estas son para ti. ¿Sabes quién las envió? —Rodrigo comienza a leer la nota que viene con las flores. Sus ojos se agrandan mientras lo hace.

La nota dice:

"Para ti, que iluminas todo a tu alrededor con tu pasión. Espero que estas flores encuentren un lugar especial en tu vida, como tú en la mía. Que tengas un día lleno de inspiración."




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