Camil
Me despierto sintiendo un leve dolor de cabeza, como si un eco de mis malestares previos siguiera rondándome. Me levanto de la cama con un suspiro, decidiendo que hoy sería un día para enfrentar lo que estaba sintiendo y tomar las riendas. No puedo permitirme seguir con este malestar sin hacer nada al respecto. Mis pensamientos vuelven a Alexei por un breve momento, pero los alejo con fuerza. Hoy, necesito enfocarme en mí.
Bajo a la cocina y encuentro a mis padres ya sentados, conversando sobre algo trivial. El aroma del café recién hecho me envuelve, y me siento en la mesa con ellos, tomando una taza de café mientras mi madre me sirve un poco de fruta y tostadas.
-¿Cómo te sientes hoy, Camil?- pregunta mi madre con esa mirada preocupada que no puede ocultar.
-Un poco mejor- miento, no queriendo preocuparla más. -Solo me duele un poco la cabeza. Nada que un buen desayuno no pueda solucionar.
Mi padre me observa por un momento, como si intentara leer más allá de mis palabras, pero finalmente asiente y cambia el tema a algo más ligero, sobre su trabajo y algunos proyectos futuros. Aprecio el cambio de tema, aunque una parte de mí se siente culpable por no ser completamente honesta con ellos. Decido que lo mejor será visitar al doctor después del desayuno.
Termino mi café, doy un beso a mis padres y les digo que tengo que salir a hacer unos mandados. Me despido de ellos con una sonrisa que apenas disimula mi creciente preocupación. Tomo mi bolso y salgo de la villa, dirigiéndome directamente al consultorio de la doctora Hernández, mi médico de confianza desde hace años.
Al llegar al consultorio, el olor a desinfectante y las paredes de color crema me reciben con familiaridad. Me registro en recepción, y después de una breve espera, la enfermera me llama para entrar. La doctora Hernández, una mujer de mediana edad con una mirada amable y confiable, me recibe con una sonrisa.
-Camil, ¿qué te trae por aquí?- pregunta, invitándome a sentarme en la silla frente a su escritorio.
-Doctora, he estado teniendo dolores de cabeza y mareos- empiezo, tratando de no sonar demasiado preocupada. -No he querido preocupar a nadie, pero ya llevan varios días y no parecen mejorar.
La doctora asiente, tomando algunas notas en su expediente.
-Entiendo. ¿Has notado algún otro síntoma? ¿Visión borrosa, náuseas, algo fuera de lo común?
Sacudo la cabeza.
-No, solo los dolores de cabeza y algunos mareos, pero me están afectando más de lo que quisiera admitir.
-Bien- dice la doctora, levantándose. -Voy a hacerte algunas preguntas sobre tu rutina diaria. ¿Estás comiendo bien? ¿Durmiendo lo suficiente?
Pienso en las últimas noches, el sueño perturbado por imágenes de Alexei, la tensión constante en el trabajo.
-No tan bien como debería, supongo- admito. -He estado un poco estresada últimamente.
La doctora asiente, observándome con una expresión de comprensión.
-El estrés puede hacer mucho daño, Camil. Pero quiero estar segura de que no hay nada más serio. Te voy a mandar a hacer unos exámenes de sangre y una tomografía de la cabeza, solo para descartar cualquier otra causa de tus síntomas. ¿Te parece bien?”
Asiento, agradecida por su atención. -Sí, claro. Lo que usted diga, doctora.
Ella me entrega una orden para los exámenes y la tomografía, escribiendo algo más en su computadora antes de mirarme de nuevo.
-No te preocupes demasiado, Camil. Lo más probable es que sea algo relacionado con el estrés, pero es mejor estar seguras. Trata de relajarte y, si es posible, toma un poco de tiempo para ti.
Le sonrío, aunque por dentro me siento un poco inquieta. Agradezco a la doctora y salgo del consultorio con las órdenes en la mano, preguntándome qué me dirán esos exámenes. Mientras salgo al aire fresco, decido que hoy tomaré su consejo y trataré de cuidar mejor de mí misma.
Pero una parte de mí sigue preguntándose cómo voy a poder concentrarme en eso cuando todo lo que ocurre a mi alrededor, y especialmente lo que sucede con Alexei, sigue siendo una distracción constante.
Salgo del consultorio de la doctora con la receta en la mano, aún pensando en sus palabras. "Relájate, Camil", me había dicho. Fácil de decir, difícil de hacer. Decido que antes de regresar a la oficina, pasaré por la farmacia para comprar los medicamentos que me recetó. Quizás un analgésico pueda ayudar con los dolores de cabeza, al menos hasta que tenga los resultados de los exámenes.
En la farmacia, la atmósfera es tranquila y apenas hay clientes. Le entrego la receta al farmacéutico, quien regresa poco después con una pequeña bolsa. Agradezco y salgo rápidamente, ansiosa por volver a la oficina y finalizar el papeleo que me había retrasado desde la mañana.
Mientras conduzco hacia la oficina, el tráfico me ofrece unos minutos para pensar. Reflexiono sobre lo ocurrido en los últimos días: las flores anónimas, la visita de Irina y sus palabras amenazantes, la forma en que Alexei me mira, como si estuviera intentando descifrar algo que ni siquiera él entiende. Un suspiro escapa de mis labios mientras aparco el coche en el estacionamiento de la empresa. Me prometí a mí misma que hoy sería un día de claridad y concentración, y es exactamente lo que pienso hacer.
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Editado: 02.12.2024