Alexei me mira con esa intensidad que me hace sentir desnuda ante él, como si pudiera ver cada rincón de mi alma. Su mano acaricia suavemente mi mejilla, apartando un mechón de cabello de mi rostro.
—Te quiero mucho, mi dulce fénix —dice, su voz baja y llena de emoción.
Me siento cálida por dentro al escuchar esas palabras. Su sinceridad es desarmante, y no puedo evitar sonreír ante la ternura de su tono. La manera en que pronuncia "fénix" me intriga. Desde que empezamos a acercarnos, lo ha dicho varias veces, y siempre con un brillo especial en sus ojos.
—¿Por qué me llamas fénix? —pregunto, observando su reacción. Me acerco un poco más, apoyando mi cabeza en su pecho, sintiendo el latido de su corazón, firme y constante.
Él esboza una sonrisa, sus dedos acariciando mi cabello de manera casi instintiva, como si no pudiera dejar de tocarme.
—Es curioso —comienza—. Una noche soñé contigo, mucho antes de que esto entre nosotros ocurriera. En mi sueño, estabas rodeada de llamas, pero no eran llamas que destruyeran; eran llamas que te envolvían con suavidad, como un manto de luz y calor. Y de esas llamas, resurgías una y otra vez, más fuerte, más hermosa. Como un fénix.
Sus palabras me dejan sin aliento. La imagen es poderosa, y no puedo evitar sentirme conmovida. Alexei, un hombre que siempre ha sido tan controlado, tan impenetrable, se ha permitido soñar conmigo, verme de esa manera.
—Así es como te veo, Camil —continúa, su voz más suave ahora—. Fuerte, capaz de superar cualquier cosa que la vida te arroje. Resurges, una y otra vez, más brillante, más increíble. Y eso me hace quererte aún más.
Mis ojos se humedecen con lágrimas, no de tristeza, sino de la emoción pura y cruda de ser vista y comprendida tan profundamente. Me acerco más a él, besándolo suavemente en los labios, como un agradecimiento silencioso.
—No sabía que soñabas conmigo de esa manera, Alexei —susurro, rozando su mejilla con mi mano—. Gracias por verme así.
Él sonríe, besando mi frente con ternura.
—Es imposible no hacerlo, mi fénix —responde—. Contigo, todo es posible.
Y en ese momento, mientras me acurruco en sus brazos, siento que, por primera vez en mucho tiempo, no tengo que ser la mujer fuerte y resistente. Puedo simplemente ser yo, sabiendo que hay alguien dispuesto a sostenerme y levantarme cuando sea necesario.
Me quedo en silencio, disfrutando del calor de su cuerpo contra el mío, de la seguridad que siento al estar en sus brazos. La idea de que haya soñado conmigo de esa manera es casi surrealista. Me acomodo mejor en su pecho, y levanto la mirada para encontrarme con sus ojos, tan intensos y claros, que parecen contener secretos que aún no me ha revelado.
—¿Cuántas veces soñaste conmigo? —pregunto en voz baja, como si temiera romper el hechizo de ese momento íntimo.
Alexei sonríe, esa sonrisa que es solo para mí, cargada de un afecto que antes pensaba que no era capaz de sentir.
—Solo esa vez —responde con sinceridad, acariciando mi mejilla—. Pero siempre estás presente en mis pensamientos, Camil. No pasa un día sin que te imagine, sin que piense en ti.
Sus palabras calan hondo en mi corazón. La vulnerabilidad que muestra es inesperada y hermosa. Es como si poco a poco fuera derribando las paredes que construyó alrededor de sí mismo.
—¿Y tú? —pregunta, inclinándose hacia mí—. ¿Alguna vez soñaste conmigo?
Me muerdo el labio inferior, recordando las noches en las que su rostro aparecía en mis sueños, las veces que me despertaba pensando en él, deseando que estuviera a mi lado. Asiento lentamente.
—Sí, he soñado contigo —admito, sintiendo un leve rubor en mis mejillas.
Alexei frunce el ceño ligeramente, como si intentara leer mis pensamientos.
—¿De qué te ríes? —me pregunta al notar la sonrisa que se dibuja en mis labios.
Sacudo la cabeza, negándome a revelar mis pensamientos, disfrutando de la incertidumbre en su mirada. En lugar de responderle, deslizo mis manos hacia sus costados y comienzo a hacerle cosquillas, arrancándole un gruñido sorprendido.
—¿Así que quieres jugar, eh? —murmura con un tono travieso en su voz.
Antes de que pueda responder, él me atrapa, sus manos sujetando mis muñecas sobre mi cabeza, inclinándose sobre mí. Su cuerpo se alinea perfectamente con el mío, y el calor de su cercanía hace que mi corazón se acelere.
—Eres imposible, Camil —susurra antes de besarme con una pasión que me deja sin aliento.
Sus labios se encuentran con los míos en un beso hambriento, lleno de deseo y necesidad. Me pierdo en la sensación de su boca moviéndose contra la mía, en el peso de su cuerpo sobre el mío, en la certeza de que, en este momento, somos los únicos que existen. Su lengua busca la mía, y el mundo exterior se desvanece, dejando solo el sonido de nuestras respiraciones entrecortadas y el latido de nuestros corazones.
Nos dejamos llevar por la pasión, por el deseo de estar más cerca, de conocer cada rincón del otro. Mis manos se liberan de su agarre, y acaricio su espalda, sintiendo cada músculo tensarse bajo mi toque. Alexei se inclina más sobre mí, sus labios viajando por mi cuello, dejando un rastro de besos ardientes que hacen que todo mi cuerpo se estremezca.
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Editado: 02.12.2024