Alexei
Al cruzar la puerta de la villa, sigo de cerca a Camil, observando cada uno de sus movimientos. Puedo ver la tensión en sus hombros, la forma en que sus manos tiemblan ligeramente. Quiero protegerla de todo, tomar esa carga que la agobia y llevarla yo, aunque sé que es imposible. Entramos en el salón principal, y allí están sus padres, Javier y Cristina, sentados junto a Rodrigo, que parece haber estado esperando nuestra llegada.
—Hola, Alexei —saluda Javier, inclinando la cabeza en mi dirección.
Les devuelvo el saludo con una inclinación de cabeza, tratando de mantenerme en un segundo plano, aunque sé que esto es algo que debo presenciar. Es el momento de Camil, y quiero estar aquí para apoyarla. Ella avanza un paso hacia el centro de la sala, su espalda recta, aunque puedo sentir la lucha interna que lleva dentro.
—Papá, mamá, Rodrigo… —comienza, su voz firme a pesar del temblor que detecto en ella—. Hay algo que necesito decirles, algo que no puedo seguir guardando.
Rodrigo se endereza en su asiento, mirándola con preocupación. Cristina toma la mano de Javier, apretándola, y todos los ojos están puestos en Camil.
—Estoy enferma —dice finalmente, respirando hondo antes de continuar—. Me han diagnosticado un tumor maligno en el cerebro.
La habitación se llena de un silencio ensordecedor. Puedo ver cómo las palabras de Camil golpean a cada uno de ellos. Cristina palidece, sus ojos abriéndose de par en par. Javier la observa, una mezcla de shock y dolor en su rostro. Rodrigo es el primero en moverse, poniéndose de pie y avanzando hacia su hermana.
—Camil... —susurra, su voz cargada de incredulidad—. No, no puede ser...
Camil asiente, sus ojos llenos de lágrimas mientras lo mira.
—Es verdad, Rodrigo. Y hay algo más... —toma una pausa, como si las palabras fueran demasiado pesadas para ser dichas—. Posiblemente empiece a olvidar a las personas que amo, los recuerdos... todo.
Rodrigo no lo piensa dos veces. La envuelve en un abrazo fuerte, protector, como si pudiera ahuyentar la enfermedad con solo sostenerla así. Sus padres se levantan de inmediato, y también la rodean, formando un círculo de amor y apoyo alrededor de ella. Cristina solloza en su hombro, mientras Javier cierra los ojos, claramente luchando por mantener la compostura.
Me quedo en mi lugar, dándole a Camil y a su familia el espacio que necesitan. Pero mi corazón late con fuerza en mi pecho, una mezcla de dolor y determinación. Si hay algo que puedo hacer para ayudarla a luchar contra esta maldita enfermedad, lo haré, sin importar el costo.
Camil se aferra a su familia, las lágrimas corriendo por sus mejillas, y sé que, a pesar del dolor que esta noticia ha traído, ella no está sola. Y yo haré todo lo posible por asegurarme de que nunca lo esté.
Ver a Camil rodeada por su familia, con lágrimas corriendo por sus mejillas, es una de las cosas más difíciles que he tenido que presenciar. Siento que un nudo se forma en mi garganta, apretando, dificultándome la respiración. La fuerza y la vulnerabilidad de Camil, todo a la vez, me golpea con una intensidad abrumadora. Quiero hacer algo, decir algo que alivie su dolor, pero las palabras me eluden.
Camil se aparta de los brazos protectores de su madre y su hermano, sus ojos, llenos de lágrimas, se encuentran con los míos. Hay un destello de algo en su mirada, algo que reconozco como necesidad. Da un paso hacia mí, sus labios temblando mientras habla.
—Alexei... yo... también quiero un abrazo tuyo.
Esas palabras, sencillas pero llenas de peso, disuelven el nudo en mi garganta. En un instante, cierro la distancia entre nosotros y la envuelvo en mis brazos, sosteniéndola con toda la firmeza que puedo ofrecerle. Ella se apoya contra mi pecho, sus sollozos ahogados resonando en mi oído. Cierro los ojos, deseando con todo mi ser que mi presencia pueda ofrecerle aunque sea un poco de consuelo.
—Estoy aquí —susurro, acariciando suavemente su cabello—. No estás sola, Camil. Nunca lo estarás.
Ella asiente, sin hablar, simplemente aferrándose a mí. Por un momento, es como si el resto del mundo desapareciera, dejándonos solo a nosotros dos, en un refugio construido por nuestro mutuo entendimiento y deseo de protegernos.
Pero la voz de Javier rompe ese pequeño mundo que hemos creado. Lo escucho aclararse la garganta, su tono lleno de curiosidad y preocupación.
—Alexei, ¿de qué me estoy perdiendo? —pregunta, su mirada fija en nosotros.
Siento a Camil tensarse en mis brazos, y sé que es momento de ser honesto. Miro a Javier directamente, tomando un respiro profundo antes de responder.
—Señor Javier —empiezo, mi voz más firme de lo que esperaba—. Camil y yo... estamos juntos. La amo, y voy a estar a su lado en todo momento, pase lo que pase.
El silencio que sigue a mis palabras es pesado, cargado de significados. Puedo sentir la sorpresa en la habitación, pero también la comprensión. Javier nos observa, sus ojos moviéndose entre Camil y yo. Finalmente, asiente lentamente, como si estuviera procesando esta nueva realidad.
—Lo único que quiero es que mi hija sea feliz —dice finalmente, su voz suave—. Y si tú puedes darle eso, Alexei, entonces tienes mi apoyo.
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Editado: 02.12.2024