Camil
Cuando salí del penthouse de Alexei, sentía una ligera calma en mi interior. Acordamos vernos más tarde, y me dirigí al centro comercial para despejar mi mente. Después de todo, necesitaba algo de ropa nueva para la próxima semana. Decidí aprovechar el tiempo y caminar por las tiendas, buscando algún vestido que llamara mi atención.
El bullicio del centro comercial era una distracción bienvenida. Las luces brillantes, los escaparates llenos de colores y la música de fondo me ayudaban a no pensar demasiado en mi situación. Me acerqué a una tienda y vi un vestido rojo que me hizo detenerme. Era simple pero elegante, justo lo que necesitaba.
Mientras sostenía el vestido en mis manos, una risa familiar me hizo girar la cabeza. Allí, en la entrada de la tienda, estaban Ronald e Irina. Sentí un leve malestar en el estómago, pero intenté ignorarlo. No era el momento para confrontaciones. Ronald me vio primero y me saludó con una sonrisa amigable.
—¡Camil! —exclamó, acercándose con una energía desbordante—. ¡Qué sorpresa verte por aquí!
—Hola, Ronald —respondí, devolviendo la sonrisa de la mejor manera que pude. Luego miré a Irina, que me observaba con una expresión que no pude descifrar del todo.
—¿De compras? —preguntó Irina, su tono era más cortante, casi como si lanzara una acusación.
Asentí, mostrando el vestido que tenía en las manos.
—Sí, necesitaba algo nuevo. —Intenté mantener la conversación ligera, sin dar demasiada importancia a su presencia.
—Ese color te quedará genial —comentó Ronald, intentando romper la tensión evidente.
Decidí que era mejor marcharme antes de que las cosas se complicaran. Caminé hacia la caja registradora para pagar el vestido, pero antes de que pudiera salir de la tienda, escuché la voz de Irina, su tono lleno de veneno.
—Por cierto, Camil —dijo, haciendo que me detuviera en seco—. Quería agradecerte por no estar ayer en el penthouse. Alexei y yo pasamos la mejor noche de nuestras vidas. De verdad, fue inolvidable.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, pero me giré lentamente para enfrentarla. Mi mente estaba en blanco por un momento, intentando procesar lo que acababa de decir. La forma en que lo dijo, con esa sonrisa triunfante, me hizo hervir la sangre. Pero me recordé a mí misma que Alexei me había contado lo de la cerradura nueva, que no había manera de que Irina pudiera haber estado allí. Sabía que estaba mintiendo, intentando provocarme.
Respiré hondo y simplemente le sonreí, sin darle la satisfacción de una reacción.
—Me alegra saber que te divertiste, Irina —respondí con calma, dándole la espalda para salir de la tienda.
No dejé que me afectara. Mis pasos eran firmes mientras me alejaba de ellos, mi mente enfocada en lo que realmente importaba. Tenía que mantener la calma. Confiaba en Alexei, sabía que no había pasado nada entre ellos. Y no iba a permitir que las palabras de Irina sembraran dudas en mi mente.
Salí del centro comercial, el vestido en una bolsa colgada en mi brazo, y decidí que lo mejor sería regresar a la villa y dejar que el tiempo hablara por sí solo. Alexei y yo teníamos una relación basada en la verdad, y eso era algo que Irina nunca podría romper.
Cuando finalmente llegué a mi habitación, me detuve en la puerta, mirando a mi alrededor como si esperara ver algo que me ayudara a recordar. Parpadeé varias veces, tratando de ubicarme. ¿Cómo había llegado aquí? La última vez que recordaba con claridad estaba en el centro comercial, comprando un vestido. Lo siguiente que sabía, estaba en mi cuarto, con la bolsa del vestido en la mano. Sentí un nudo de inquietud formarse en mi estómago, la sensación de que algo se me escapaba de entre los dedos.
Intenté tranquilizarme, respirar hondo y recordar cada paso. Pero todo estaba borroso, como un sueño del que solo quedan fragmentos al despertar. Me dirigí al espejo, viéndome en busca de algún indicio de lo que había pasado. Justo en ese momento, mi teléfono vibró con un mensaje. Era de Alexei.
"¿Estás bien?", decía.
Respondí rápidamente, sin mencionar mi confusión. "Sí, estoy bien. Solo algo cansada." No quería preocuparlo más de lo necesario. Además, él tenía suficientes cosas en qué pensar sin añadir mis propias inseguridades.
El resto del día transcurrió en una especie de niebla. Mis padres estaban en casa, pero yo estaba distraída, perdida en mis propios pensamientos. Traté de actuar con normalidad, pero sabía que algo en mí no estaba bien. Era como si una sombra me siguiera, silenciosa y constante.
Llegada la noche, sentí que no podía seguir ignorando el deseo de ver a Alexei. Necesitaba estar con él, sentir su presencia, que su calma se transmitiera a mí. Durante la cena, mencioné a mis padres que iría a verlo y que me quedaría con él. Ellos asintieron, sin preguntar más. Sabían que Alexei me hacía bien, y en este momento, no había nada que necesitara más.
Llamé al chofer y le pedí que me llevara al penthouse de Alexei. El trayecto fue silencioso, las luces de la ciudad pasando por la ventana como fantasmas. Intenté recordar cómo había llegado a la villa antes, pero mi mente estaba en blanco. Apreté el vestido en mis manos, buscando anclarme en el presente.
Al llegar al penthouse, usé el código que Alexei me había dado. La puerta se abrió sin problemas, y entré. El lugar estaba en silencio, la oscuridad solo rota por la luz de la luna que entraba por los ventanales.
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Editado: 02.12.2024