Alexei
Abrí los ojos lentamente, sintiendo el peso cálido y reconfortante de Camil acurrucada contra mí. Su respiración era suave y constante, su cabeza descansaba en mi pecho, y sus brazos estaban ligeramente envueltos alrededor de mi torso.
Me quedé inmóvil, dejando que el momento se grabara en mi mente. No había nada más perfecto que despertar con ella en mis brazos. Mis dedos acariciaron suavemente su cabello, dejando que el contacto me recordara lo afortunado que era de tenerla en mi vida.
Fue entonces cuando mi mirada bajó hacia su mano, descansando sobre mi pecho. Allí estaba el anillo de compromiso que le había puesto la noche anterior, brillando con el primer rayo de sol que se colaba por la ventana. El diamante capturaba la luz de una manera casi mágica, pero lo que realmente me emocionaba era el significado detrás de él.
Ese anillo era una promesa, una confirmación de que nuestras vidas estaban ahora completamente entrelazadas.
Sonreí, incapaz de contener la oleada de emociones que me inundaba. Camil murmuró algo en sueños, moviéndose ligeramente, pero no se despertó. Su rostro tenía una expresión tranquila, y me pregunté cómo podía haber pasado tanto tiempo sin esta paz que ahora sentía a su lado.
Inclinándome ligeramente, dejé un beso en su frente, dejando que mis labios se quedaran allí un momento más de lo necesario.
—Te amo, Camil —murmuré en voz baja, aunque sabía que no podía oírme.
En ese instante, decidí que no solo haría que este compromiso fuera inolvidable, sino que cada día a partir de ahora sería una celebración de nuestro amor. Porque ella era mi todo, mi luz, mi fénix.
Camil comenzó a moverse ligeramente en mis brazos, su respiración se volvió más profunda, y su rostro reflejaba la transición entre el sueño y la vigilia. Me quedé mirándola, fascinado por cómo incluso en esos momentos de absoluta tranquilidad lograba robar toda mi atención.
Finalmente, abrió los ojos lentamente, parpadeando un par de veces antes de mirarme con una sonrisa suave. Su mirada bajó hacia su mano, donde el anillo brillaba con la luz del sol que entraba por la ventana.
Se quedó observándolo por un momento, girando su mano ligeramente para admirar cada detalle. Luego, sus ojos volvieron a encontrar los míos, llenos de una mezcla de amor y emoción.
—Buenos días, Alexei —dijo con esa voz dulce que siempre hacía que mi día comenzara mejor.
—Buenos días, mi fénix —respondí, dejando un suave beso en su frente mientras sonreía.
Ella volvió a mirar el anillo, y una chispa de curiosidad cruzó su rostro antes de preguntar:
—¿Y cuándo nos casamos?
Reí suavemente, encantado por su entusiasmo.
—Cuando tú quieras, Camil. Este momento, este compromiso, es completamente nuestro. Si me dices que quieres casarte mañana, lo haré posible.
Ella sonrió, inclinándose hacia mí para darme un suave beso en los labios.
—No mañana, pero pronto. Quiero que sea perfecto.
—Será perfecto, porque estaré casándome contigo —respondí, acariciando suavemente su mejilla con el dorso de mi mano—. Y mientras tanto, quiero que disfrutes de cada momento. Este compromiso es solo el principio de lo que construiremos juntos.
Ella asintió, su sonrisa iluminando todo el cuarto. En ese instante supe que no importaba el lugar, la fecha o los detalles. Lo único que importaba era que estaríamos juntos, enfrentando el futuro como un equipo, como algo inquebrantable.
Camil seguía jugando con el anillo en su dedo, girándolo ligeramente mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro. Sus ojos volvieron a encontrarse con los míos, y su mirada tenía esa chispa que siempre me desarmaba.
—Alexei… —dijo con un tono pensativo, pero lleno de emoción—, ¿qué te parecería que nos casáramos dentro de un mes?
No pude evitar sonreír. Esa era una de las cosas que más amaba de ella: su capacidad de tomar decisiones con el corazón, sin complicaciones innecesarias.
—Cuando tú quieras, Camil. Un mes, una semana, mañana… El día que decidas será perfecto para mí.
Ella se inclinó hacia mí, apoyando su cabeza en mi pecho, y susurró con determinación:
—Entonces será dentro de un mes.
Mis brazos la rodearon automáticamente, sosteniéndola con fuerza, como si no quisiera dejarla ir nunca.
—Perfecto. Será un día que nunca olvidaremos.
Se quedó en silencio por unos segundos, y yo aproveché para acariciar suavemente su cabello antes de preguntar:
—¿Y has pensado dónde quieres vivir? ¿Te gustaría mudarte a otra casa?
Ella levantó la cabeza para mirarme, sus ojos llenos de amor y seguridad.
—Alexei, mientras estés a mi lado, el lugar no importa.
Su respuesta fue tan sencilla, pero tan profunda, que sentí un nudo en la garganta.
—Aun así, quiero darte un hogar que sea tan especial como tú —respondí, inclinándome para besarla en la frente—. Buscaré la casa perfecta para nosotros, y la decoraremos exactamente como tú quieras.
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Editado: 13.01.2025